Se me ocurren las siguientes razones para no escribir novelas hoy en día:
Primera: Hay demasiadas y demasiada gente las escribe. No sólo siguen existiendo y pidiendo eternamente ser leídas las del pasado, sino que cada año millares de ellas, enteramente nuevas, aparecen en los catálogos de las editoriales y en las librerías de todo el mundo; y no sólo eso, sino que muchos millares más son rechazadas por los catálogos de las editoriales y no llegan a las librerías, pero no por ello dejan de existir también. Se trata, por tanto, de una actividad vulgar, en principio al alcance de cualquier persona que haya aprendido a escribir en la escuela, para la que no se requiere ningún tipo de estudios superiores ni de formación específica.
Segunda: Escribirlas no tiene mérito. La prueba de ello es que se trata de un género que, ocasionalmente o no, practica toda clase de individuo, sea cual sea su profesión, y que por lo tanto debe ser fácil y sin ningún misterio. No de otra forma se explica que lo puedan cultivar los poetas, los filósofos y los dramaturgos; los sociólogos, los lingüistas, los banqueros, los editores y los periodistas; los políticos, los cantantes, las presentadoras de televisión y los entrenadores de fútbol; los ingenieros los maestros de escuela, los diplomáticos (a cientos), los funcionarios y los actores de cine; los críticos, los aristócratas, los curas y las amas de casa; los psiquiatras, los profesores uni9versitarios y de instituto, los militares, los terroristas y los pastores de cabras. Esto hace pensar, sin embargo, que, dejando de lado su facilidad y su falta de mérito, la novela debe dar algo, o bien constituir un adorno. Pero ¿qué clase de adorno es ese que está al alcance de todas las profesiones, independientemente de su formación previa, prestigio y poder adquisitivo? ¿Qué es lo que da?
Tercera: La novela no da dinero, o, mejor dicho, sólo una de cada cien novelas publicadas – por aventurar un porcentaje optimista – da buen dinero a su autor. En el mejor de los casos son cantidades que no le cambian la vida a nadie, es decir, que no sirven para retirarse; además de eso, una novela de extensión regular y una mínima legibilidad, lleva meses, a veces años de trabajo. Invertir todo ese tiempo en una tarea que tiene un uno por ciento de posibilidades de resultar rentable es un disparate, sobre todo teniendo en cuenta que en principio nadie – ni siquiera los aristócratas o las amas de casa con servicio – disponen hoy en día de ese tiempo. (El Marqués de Sade y Jane Austen lo tenían, sus equivalentes de hoy no lo tienen, y lo que es peor, ni siquiera los aristócratas y las amas de casa que no escriben, pero leen, tienen tiempo de leer lo que escriben sus colegas escritores).
Cuarta: La novela no da fama, o, si la da, es pequeña y puede conseguirse por medios más rápidos y menos laboriosos. La verdadera fama, como todo el mundo sabe, la da hoy en día la televisión, en la cual es cada vez más raro que aparezca un novelista, a no ser que lo haga no en virtud del interés o excelencia de sus novelas, sino en su calidad de competente majadero o payaso, junto a otros payasos procedentes de otros campos, artísticos o no, eso resulta indiferente. Las novelas de ese novelista verdaderamente famoso – una celebridad televisiva – serán sólo el engorroso pretexto inicial y pronto olvidado de su popularidad, cuyo mantenimiento dependerá mucho más de su capacidad para manejar un bastón, enrollarse una bufanda al cuello, ladearse el peluquín, lucir camisas hawaianas o penosos chalecos, contar cómo se comunica con su Dios heterodoxo y su virgen ortodoxa o lo bien y auténticamente que se vive entre los moros (esto al menos en España), que de la bondad de sus futuras obras, que en realidad a nadie importan. Por otra parte, es un despropósito esforzarse en escribir novelas para ganar la fama (aunque sólo sea redactar de manera pedestre, eso lleva también su tiempo) cuando en la actualidad no se precisa nada de particular ni muy tangible para obtenerla: un matrimonio o un lío con la persona adecuada y la subsiguiente estela de conyugalidades y extra conyugalidades son mucho más eficaces. También es fácil el expediente de cometer algunas indecencias o barbaridades, siempre que no sean tan graves para llevarlo a uno a la cárcel durante demasiado tiempo.
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Sexta: Escribir novelas no halaga la vanidad, ni siquiera momentáneamente. A diferencia del director de cine o del pintor o del músico, que pueden observar la reacción de unos espectadores frente a sus obras e incluso oír sus aplausos, el novelista no ve a sus lectores leyendo su libro ni asiste a su aprobación, emoción o complacencia. Si tiene la suerte de vender muchos ejemplares, tal vez podrá consolarse con un número, despersonalizado y abstracto como todos los números por alto que sea, y además deberá saber que comparte ese tipo de cifra y consuelo con los siguientes autores: maîtres de cocina que divulgan sus recetas, biógrafos escandalosos de personalidades regias con la cabeza a pájaros, futurólogos con cadena, collares e incluso capa o chilaba, maldicientes hijas de actrices, columnistas fascistas que ven el fascismo por todas partes menos en sí mismos, palurdos gomosos que dan lecciones de modales y otras plumas así de eminentes. En cuanto al elogio posible dela crítica, es muy difícil que lo reciba; si lo recibe, es muy posible que se lo concedan perdonándole la vida y amenazándole para la ocasión siguiente; si no es así, es posible que él juzgue que su libros a gustado por razones equivocadas; y si nada de eso sucede y el elogio es abierto generoso e inteligente, lo más probable es que se enteren de ello cuatro gatos, lo cual, para una vez que se dan todas las circunstancias favorables, resultará de lo más desdichado y frustrante.
Séptima: Agrupo aquí todas aquellas razones inveteradas, tanto que resultan aburridas, tales como la soledad en que el novelista trabaja, lo mucho que sufre forcejeando con las palabras y sobre todo con la sintaxis, la angustia ante la página en blanco, el desgaste de su alma pateada por niños y paisajes y geografías y llantos, su descarnada relación con verdades como puños que le eligen a él y sólo a él para manifestarse, su perpetuo pulso con el poder, su ambigua relación con la realidad que puede llegar a hacerle confundir verdad con mentira, su titánica lucha con sus propios personajes que a veces cobran vida propia y hasta se le escapan (hace falta ser pusilánime), lo mucho que bebe, lo especial o directamente anormal que ha de ser por vivir como artista, y demás zarandajas que han seducido a las almas cándidas o directamente memas durante demasiado tiempo, haciéndoles creer que había mucha pasión y mucha tortura y mucho romanticismo en el más bien modesto y placentero arte de inventar y contar historias.
Primera y última: Escribirlas permite al novelista vivir buena parte de su tiempo instalado en la ficción, seguramente el único lugar soportable, o el que lo es más. Esto quiere decir que le permite vivir en el reino de lo que pudo ser y nunca fue, por eso mismo en el territorio de lo que aún es posible, de lo que siempre estará por cumplirse, de lo que no está aún descartado por haber ya sucedido ni por que se sepa que nunca sucederá.
El novelista realista o al que así se llama, aquel que al escribir sigue instalado y viviendo en el territorio de lo que es y sucede, ha confundido su actividad con la del cronista o el reportero o el documentalista. El novelista verdadero no refleja la realidad, sino más bien la irrealidad, entendiendo por esto último no lo inverosímil ni lo fantástico, sino simplemente lo que pudo darse y no se dio, lo contrario de los hechos, los acontecimientos, los datos y los sucesos, lo contrario de “lo que ocurre”. Lo que sólo es posible sigue siendo posible, eternamente posible en cualquier época y en cualquier lugar, y por eso se puede leer aún hoy el Quijote o Madame Bovary, se puede uno quedar a vivir una temporada con ellos dándoles crédito, esto es, no dándolos por imposibles ni por ya acaecidos, o lo que es lo mismo, por consabidos.
La España de 1600 de lo que así se llama no existe, aunque es de suponer que se dio; como no existe ni cuenta más Francia de 1900 que la que Proust decidió incluir en su obra de ficción, la única que hoy conocemos.
Antes he dicho que la ficción es el lugar más soportable. Lo es porque la diversión y consuelo a quienes lo frecuentan, pero también por algo más, a saber: porque además de ser eso, ficción presente, es también el futuro posible de la realidad. Y aunque nada tenga que ver con la inmortalidad personal, esto quiere decir que para cada novelista existe una posibilidad – infinitesimal, pero posibilidad– de que lo que escribe esté configurando y sea ese futuro que él nunca verá.
© Javier Marias
Fuente
¡Excelente aporte!
Saludos.
A mayor producción de libros, más posibilidades de encontrar el libro deseado.
Muy buen post, odmaldi.
Saludos
No he leído 'Mala Índole'. Dígame, ¿para usted es pésimo precisamente por ese libro, o generalmente opina que es pésimo como escritor?
Sí, me parece que por su más reciente traducción de 'The Infatuations' (2013) que le han publicado en Independent y Three Penny Review; aunque no estoy segura. Pero si se da cuenta, Leos, que aun habiendo publicado en los 90 este artículo, el punto número seis sigue bastante vigente.
No sé, Pope, creo que estoy y no estoy de acuerdo con lo que dice Marías. Me pareció triste leer cuatro de sus razones: 1, 2, 5, y la 7. La primera porque he notado que sí, las del pasado no se leen o se dejan de leer y eso es triste. La razón 2, porque dice la realidad de las cosas, cualquiera escribe una novela. Cualquiera. Pero eso contradice al punto 5, porque si dice que cualquiera escribe una novela y da la gran lista, ¿por qué decir o desear que no sean perecederas? Si cualquiera escribe novela, con más razón debiense ser perecederas; y así, las rescatables logran ser filtradas con el tiempo. Y peor aún, que si cualquiera escribe novelas, entonces para qué argumentar en el punto número 7 que los escritores sufren y forcejean con las palabras. Si en el punto dos dice que cualquiera escribe, entonces en el siete dice que esos 'cualquiera' también forcejean con las palabras, y por lo tanto debe respestarse el hecho que escriben novelas.
Me gusta su propuesta, por lo que mi razón número uno para que NO se escriban más novelas:
1. Ya todo está escrito. Todo. No hay nada nuevo que contar. Todo parece ser una modificación de lo anterior escrito. Cuando leo algo, y quizá le pase a muchos lectores, lo primero que pasa por mente es de que lo que ahí leemos lo hemos leído antes, pero con otro nombre y por otro autor. Eso lleva al lector a dejar de leer por un tiempo, porque se llega al hastío.
¡Buen fin de semana!
Sigamos con la buena lectura.
Bueno, estoy leyendo "Los enamoramientos" de este tipo y se me ocurren muchas razones por las que él en particular no debería escribir ninguna novela nunca jamás. Cuál es la diferencia entre una piedra en mi patio y la prota del libro?? Que la piedra no me costó dinero ¬¬
Por lo general leo novelas antiguas de autores que sobreviven al tiempo, de las modernas las que son encarecidamente recomendadas por varias personas (una recomendación no me basta).
En mi biblioteca personal tengo novelas de varios premios nobel y les aseguro que en su mayoría son unos mamotretos que solo ocupan espacio. Si las tengo es porque quizás algún día mi hija se anime voluntariamente a leer esos bodoques y saque algo positivo de ellos.
No doy nombres porque es posible que algún indignado me recrimine mi ignorancia.
Gracias Odmaldi por el artículo.
Razón por la que SÍ se han de seguir escribiendo novelas:
Si todo ya ha sido inventado o creado, aun no ha sido inventado o creado por mí.
<<No quería componer otro Quijote - lo cual es fácil - sino el Quijote>>
Pierre Menard, autor del Quijote.
Un saludo y buena lectura
Corrijo así, ya que el programa no me da esta opción, una errata en mi comentario. Lo perenne no es inherente a la materia, pues obviamente es perecedera. Esto pasa cuando se escribe mientras corretean los ratones a tu alrededor. Igual dices Pepín a Luis, que Luis a Pepín. jeje
Llevaba mucho tiempo intentando leer a Marías, pero los argumentos de sus novelas no me atraían nada de nada (Los Enamoramientos, quizá le eche un vistazo). Me atraía porque Luis Antonio de Villena (mi ídolo), que es amigo suyo, decía que era uno de los mejores escritores actuales. Cuando me tropecé con Mala Indole, que describen como el libro perfecto para iniciarse en la liteatura de Marías, empecé a leerlo con ilusión. Pero la verdad, los relatos son decepcionantes. El del Mayordomo no tiene ninguna gracia, el de la aspirante a actriz porno es de lo peor que he leído nunca (entre otras cosas porque se nota que Marías no sabe nada de ese mundillo)...en fin, quizá el relato en que habla del tipo que se pasa todo el dia filmando a su mujer tenga algo de interés, pero claro, un relato entre tantos...Lo peor de Marías es que no es original. Su prosa es ligera, fácil de leer, pero sus historias son insípidas. Es decir, después de leerlo te deja igual, indiferente. Y eso es lo peor en un escritor: la indiferencia del lector.:rolleyes:
Me gusta la idea de darle la opción a su hija de leer lo que le plazca y no lo que Ud opine es lo mejor de la literatura. Sobre los Nobel, no nos podemos basar en críticas bajo ningún estándar que establezca cualquier premio. Si alguna vez ciertos reconocimientos o premios fueron con la intención y misión de reconocer 'lo bueno', con el tiempo esa misión se pierde y se da por otras razones.
Gracias a usted por leer!
Totalmente de acuerdo con excepción de una cosa; los culpables no son los editores totalmente, sino los que buscan publicar. La profesión del que escribe, o quién sea que lo escribe no es el problema, el problema es lo que escriben por la 'viralidad' de hoy en día. Me parece, y de nuevo en opinión personal, que lo que hace la diferencia entre un buen libro y un libro pésima es 'el alma' del libro. Esa aspiración a lo 'viral' lleva a los que antes eran respetables, tipo New York Times, a decir que está algún libro entre los mejores. Mientras que esas listas antes incluían lo que ahora catalogan como 'clásicos', hoy incluyen libros con títulos, "Celebrity Sex Tape in the Making".
Si algún día usted llega a publicar los escritos de su abuela, por favor avíseme. Me gustaría leerlos.
Serrano, me parece que si antemano sabía esto: 'que es amigo suyo', debió asumir que cuando Villena dijo esto: 'que era uno de los mejores escritores actuales', por default debía tomarse esa crítica como lo opuesto, o quizá no esperar la grandeza conque los amigos describen a los amigos. Quizá la idea de este artículo, o más bien la inspiración que lo llevó a escribirlo fue basándose en su propia capacidad y crítica de lo que él mismo escribe. Pero ojo, un solo libro no basta para condenar a un autor (aunque tal vez los hay pésimos y todos sus libros son como tal).
Pesimista sí, pero más justo que venga de alguien que se encuentra en una buena posición como escritor.
Bueno, pero es que ese libro es una recopilación de todos sus relatos escritos a lo largo de su vida! O sea, es más que un libro, es un resumen de su carrera como escritor de relatos durante varias décadas. Como muestrario de su talento debe valer.
Además, Marias, como todo los escritores españoles, tiene una pose de intelectual de pacotilla...que da un poco de alergia...:rolleyes:
Te agradezco que me hayas dejado saber antes de meterme a leer sus libros. No sé si esté siendo justa, ya que una misma debe desengañarse con cada autor y determinar si le gusta o no, pero creo que me bastó con tu crítica de eso de que, 'intelectual de pacotilla'. ¡No gracias!
Los cuadernillos de mi abuela no creo que los vaya a publicar, ya que ella los escribió para sus hijos y descendientes, a modo personal, como herencia. Pero le agradezco la propuesta, odmaldi.
Un saludo
Y pretenciosas y pedantes. Marías es el típico escritor insustancial de la "élite" española, que se cree innovador o algo por el estilo. Y además farda de sus éxitos de ventas, para más inri.
El que quiere escribir novelas lo hace con el afán de montar un mundo que no es pero que para él sí es y lo lleva dentro y hay que darle salida.
Hay que escribir lo que sea porque uno está cabreado y no sabe a quién decírselo y se lo dice o lo dice con los personajes que crea a los que hace equivocarse o lograr el culmen de la gloria porque le da la gana y luego uno le gustan esos personajes y ya vive con ellos hasta que se muere y pueden ser más reales que ese señor que me está mirando con ojos de tonto.