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Bellos Comienzos

incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
editado marzo 2014 en General
Hola, inicio mi andadura en este foro con la esperanza de ser bienvenido y con la ilusión de compartir temas, opiniones, etc. con todos sobre ese mundo tan apasionante de la literatura.
Soy de la opinión de que si el comienzo de una obra literaria me parece interesante el libro me acabará gustando, porque a mi parecer en las primeras líneas de un escrito ya queda reflejado el talento del autor. Os animo a todos a aportar y compartir esos BELLOS COMIENZOS de esos libros inolvidables que tanto os han gustado.
Para arrancar con el tema aquí os dejo mi primera aportación.




Bâtard
(Jack London)


“[FONT=Times New Roman, serif]Bâtard (Bastardo en francés) era un demonio. Esto era algo que se sabía por todas las tierras del Norte.[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]Muchos hombres le llamaban «Hijo del Infierno», pero su dueño, Black Leclère, eligió para él el ofensivo[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]nombre de Bâtard. Y como Black Leclère era también un demonio, los dos formaban una buena pareja.[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]Hay un dicho que asegura que cuando dos demonios se juntan, se produce un infierno. Esto era de esperar,[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]y esto fue lo que sin duda se esperaba cuando Bâtard y Black Leclère se juntaron. La primera vez que se[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]vieron, siendo Bâtard un cachorro ya crecido, flaco y hambriento y con los ojos llenos de amargura, se[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]saludaron con gruñidos amenazadores y perversas miradas, porque Leclère levantaba el labio superior y[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]enseñaba sus dientes blancos y crueles, como si fuera un lobo. Y en esta ocasión lo levantó, y sus ojos[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]lanzaron un destello de maldad, al tiempo que agarraba a Bâtard y lo arrancaba del resto de la camada, que[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]no cesaba de revolcarse. La verdad es que se adivinaban el pensamiento, porque tan pronto como Bâtard[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]clavó sus colmillos de cachorro en la mano de Leclère, le cortó éste la respiración con la firme presión de[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]sus dedos.[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]-Sacredam -dijo en francés, suavemente, mientras se quitaba con un movimiento de la mano la sangre[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]que, rápida, había brotado tras la mordedura, y dirigía la vista al cachorrillo que jadeaba sobre la nieve,[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]tratando de recuperar la respiración.[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]Leclère se volvió hacia John Hamlin, el tendero de Sixty Mile Post.[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]-Por esto es por lo que más me gusta. ¿Cuánto? ¡Oiga usted, M'sieu! ¿Cuánto quiere? ¡Se lo compro[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]ahora mismo! ¡Inmediatamente![/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]Y como Leclère sentía un odio tan profundo por Bâtard, lo compró y le puso un nombre ofensivo.[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]Durante cinco años recorrieron los dos las tierras del Norte, desde St. Michael y el delta del Yukon hasta[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]los confines de Pelly, e incluso llegaron hasta el río Peace, en Athabasca, y el lago Great Slave. Y se[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]labraron una fama de maldad indiscutible, algo nunca visto con anterioridad entre un hombre y un perro.[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]Bâtard no conoció a su padre, y de ahí su nombre, pero según John Hamlin, éste había sido un gran lobo[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]gris. En cuanto a la madre, él recordaba, no con mucha precisión, que era una husky, desafiante y[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]pendenciera, obscena, fornida, de ancha frente y pecho corpulento, de mirada maligna, con un apego felino[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]a la vida y una habilidad especial para el engaño y la maldad. No se podía tener fe ni confianza en ella.[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]Sólo en sus traiciones se podía confiar, y sus aventuras amorosas en el bosque atestiguaban su absoluta[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]depravación. En los progenitores de Bâtard había mucha fuerza y mucha maldad, y él las había heredado[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]junto con su carne y su sangre. Y entonces apareció Black Leclère y puso su mano implacable sobre el[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]pedacito de vida palpitante que era el cachorro, y la apretó y zahirió hasta moldear toda una bestia erizada,[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]dispuesta a cualquier bellaquería y rebosante de odio, siniestra, malvada, diabólica. Con un dueño adecuado,[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]Bâtard podía haber llegado a ser un perro de trineo normal y bastante eficiente. Nunca tuvo esa[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]oportunidad, pues Leclère no hizo más que reafirmar la iniquidad que llevaba en sus genes.[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]La historia de Bâtard y de Leclère es la historia de una guerra implacable y cruel, que duró cinco años y[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]de la que es un fiel testimonio el primer encuentro que tuvieron. Para empezar, la culpa fue de Leclère,[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]porque odiaba con inteligencia y conocimiento, mientras que el torpe cachorrillo de largas patas lo hacía a[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]ciegas, instintivamente, sin método ni razón. Al principio, las muestras de crueldad no eran sofisticadas[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif](esto vendría más tarde) y se reducirían a simples golpes de una brutalidad cruel. En una de estas ocasiones,[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]Bâtard se lesionó una oreja. Nunca volvió a controlar los músculos cortados y le quedó la oreja colgando,[/FONT]
[FONT=Times New Roman, serif]inerte para siempre, como recuerdo perenne de su torturador. Y nunca lo olvidó”....[/FONT]
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Comentarios

  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    CARTA AL PADRE
    Kafka

    " Querido padre:
    Una vez hace poco me preguntaste por qué te temía. Como de costumbre, no supe que contestarte, precisamente por el miedo que me das, y en parte porque son demasiados los detalles que fundamentan ese miedo, muchos más de los que podría coordinar a medias, mientras hablo.
    Y aún ahora, el intento de contestarte por escrito resultará muy incompleto, ya que también al escribir me inhiben el miedo y sus consecuencias y porque el tema, por su magnitud, excede en mucho tanto mi memoria como mi entendimiento.
    Para tí, el caso fue siempre muy simple, por lo menos así nos pareció a mi y a tantos otros a los que hablaste al respecto, sin que hicieras ninguna discriminación.
    Las cosas te parecían más o menos así: a lo largo de tu vida has trabajado arduamente, sacrificándolo todo por tus hijos y sobre todo por mí; en consecuencia, yo he vivido pródigamente, he tenido la libertad de estudiar lo que quisiera, no he tenido que preocuparme por mi sustento ni por otros problemas serios; a cambio de eso no me pedías que te agradeciera nada, ya que conoces la "gratitud filial"; pero esperabas al menos algún acercamiento, alguna señal de simpatía. En vez de eso siempre te he rehuido, encerrándome en mi cuarto, con libros, con amigos alocados e ideas exageradas; jamás conversé contigo con confianza"....
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    LEON EL AFRICANO
    Maalouf Amin



    " A mí, Hasan, hijo de Mohamed el alamín, a mí, Juán León de Medícis, circundado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un Papa me llaman hoy el Africano, pero ni de Africa, ni de Europa, ni de Arabia soy. Me llaman también el Granadino, el Fesí, el Zayyati, pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía.
    Mis muñecas han sabido a veces de la caricia de la seda y a veces de las injurias de la lana, del oro de los príncipes y de las cadenas de los esclavos, mis dedos han levantado mil velos, mis labios han sonrojado a mil vírgenes, mis ojos han visto agonizar ciudades y caer imperios.
    Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el beréber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Más yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano.
    Y tú permanecerás después de mí, hijo mío, y guardarás mi recuerdo, y leerás mis libros. Y entonces volverás a ver esta escena: tu padre, ataviado a la napolitana, en esta galera que lo devuelve a la costa africana, garrapateando como mercader que hace balance al final de un largo periplo.
    ¿Pero no es esto, en cierto modo, lo que estoy haciendo: qué he ganado, qué he perdido, qué he de decirle al supremo Acreedor? Me ha prestado cuarenta años que he ido dispersando a merced de los viajes: mi sabiduría ha vivido en Roma, mi pasión en El Cairo, mi angustia en Fez y en Granada vive aún en mí la inocencia"...
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    HISTORIA DE UNA GAVIOTA Y DEL GATO QUE LE ENSEÑO A VOLAR
    Luís Sepúlveda



    "¡Banco de arenques a babor!, anunció la gaviota vigía, y la bandada del Faro de la Arena Roja recibió la noticia con graznidos de alivio. Llevaban seis horas de vuelo sin interrupciones y, aunque las gaviotas piloto las habían conducido por corrientes de aires cálidos que hicieron placentero el planear sobrre el océano, sentían la necesidad de reponer fuerzas, y que mejor para ello que un buen atracón de arenques. Volaban sobre la desembocadura del río Elba, en el mar del Norte. Desde la altura veían los barcos formados uno tras otro, como si fueran pacientes y disciplinados animales acuáticos esperando turno para salir a mar abierto y orientar allí sus rumbos hacia todos los puertos del planeta.
    A Kengah, una gaviota de plumas color de plata, le gustaba especialmente observar las banderas de los barcos, pues sabía que cada una de ellas representaba una forma de hablar, de nombrar las mismas cosas con palabras diferentes.
    -Qué difícil lo tienen los humanos, las gaviotas , en cambio, graznamos igual en todo el mundo -comentó una vez Kengah a una de sus compañeras de vuelo.
    -Así es, y lo más notable es que a veces hasta consiguen entenderse -graznó la aludida"...
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    PETER CAMENZID
    Hermann Hesse

    "En un principio fué el mito. Así como el gran Dios inspiraba las almas de los indios, griegos y germanos, anhelantes de expresión, vuelve también a inspirar diariamente el alma de cada niño.
    Yo no sabía aún como se llamaban los lagos, las montañas y los arroyos de mi tierra natal, pero contemplaba ya ensimismado la superficie de las aguas, de un color azul verdoso donde reverberaba a trechos un rayo tembloroso de sol. Las montañas se extendían como una magestuosa corona en torno al lago, con nieve en sus cumbres, arroyos deslizándose entre los peñascales y formando pequeñas cascadas, y prados verdes, ligeramente ondulados, con árboles frutales, chozas y ganado paciendo en sus pastos. Y mi pequeña alma contemplaba todo aquello en silencio, vacía y esperanzada, escuchando tan sólo las voces de los espíritus del lago y de las montañas, que hablaban sin cesar de sus bellas y osadas acciones. Las cumbres, los desfiladeros y los precipicios repetían respetuosos las alusiones de aquellos primeros tiempos de su nacimiento. Mostraban sus cicatrices, entreabrían sus grietas y hablaban y hablaban sin cesar entonces, cuando la tierra temblorosa se movía convulsivamente y su superficie se contraía haciendo surgir cimas y cráteres. Laas rocas se embestían unas a otras y los montes pugnaban por abrirse paso entre ellos. Las luchas eran terribles y sólo vencía el que destruía a su hermano y ocupaba su lugar. Aún quedaban huellas de aquellos tiempos lejanos. Eran visibles en las cumbres bravas o las rocas abruptas y a cada deshielo cedían algunos resquebrajados bloques de granito que acababan de romperse como cristal contra las orillas o eran arrastrados por la corriente, montaña abajo hasta las mismas lindes de la pradera
    Pasaban los años y las montañas seguían diciendo siempre lo mismo. Y era fácil comprender su lenguaje. Basta una sola mirada a las paredes abruptas, a los desfiladeros recónditos, a las rocas resquebrajadas. Todas ellas estaban llenas de espantosas cicatrices.
    -Hicimos algo terrible -repetían sin cesar- y todavía lo estamos pagando.
    Pero aún cuando las palabras sonaban a lamentación, su tono era orgulloso, sereno y obstinado, como el de un viejo guerrero nunca vencido"....
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    ELEONORA
    Edgar Allan Poe

    " Provengo de una raza famosa por el vigor de su fantasía y el ardor de sus pasiones. Muchas veces me han tildado de loco. Sin embargo, aún no ha podido establecerse debidamente si la más profunda inteligencia, si cuanto es glorioso y elevado, no proviene de una enfermedad del pensamiento, de estados de ánimo de la mente a expensas del intelecto natural. Aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que les pasan inadvertidas a quienes tan sólo sueñan de noche. En sus grises visiones descubren atisbos de eternidad y, al despertar, comprenden que han estado en los umbrales del gran secreto. De un modo vago, aprenden retazos de lo que es bueno y obtienen mayor conocimiento de lo que es malo. Penetran, aunque sea burdamente y sin más brújula en el vasto océano de la "inefable luz" e, igual que el geógrafo nubio, "peligrosos son los mares de las tinieblas porque en ellos está lo que se ha de explorar"...
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    Etica para Amador
    (Fernando Savater)

    " A veces, Amador, tengo ganas de contarte muchas cosas. Me las aguanto, estáte tranquilo, porque bastante rollos debo pegarte en mi oficio de padre como para añadir otros suplementarios disfrazado de filósofo. Comprendo que la paciencia de los hijos también tiene un límite. Además, no quiero que me pase lo que a un amigo mío gallego que cierto día contemplaba pacificamente el mar con su chaval de cinco años. El mocoso le dijo, en tono soñador: "Papi, me gustaría que saliéramos mamá, tu y yo a dar un paseo en una barquita por el mar" A mi sentimental amigo se le hizo un nudo en la garganta, justo encima de la corbata: "¡Desde luego, hijo mío, vamos cuando quieras!" "Y cuando estemos muy adentro -siguió fantaseando la tierna criatura- os tiraré a los dos al agua para que os ahoguéis" Del corazón partido del padre brotó un berrido de dolor: "¡Pereo, hijo mío...!" "Claro papi. ¿Es que no sabes que los papas nos dáis mucho la lata?" Fin de la lección primera.
    Si hasta un crío de cinco años puede darse cuenta de eso, me figuro que un gamberro de más de quince años como tú lo tendrá ya requetesabido. De modo que no es mi intención proporcionarte más motivos para el parricidio de los ya usuales en familias bien avenidas. Por otro lado, siempre me han parecido fastidiosos esos padres empeñados en ser "el mejor amigo de sus hijos" Los chicos debéis de tener amigos de vuestra edad: amigos y amigas, claro. Con padres, profesores y demás adultos es posible en el mejor de los casos llevarse razonablemente bien, lo cual es ya bastante. Pero llevarse razonablemente bien con un adulto incluye a veces, tener ganas de ahogarle. De otro modo no vale. Si yo tuviera quince años, lo que ya no es probable que vuelva a pasarme, desconfiaría de todos los mayores demasiado "simpáticos", de todos los que parece como que quisieran ser más jóvenes que yo y de todos los que me diesen por sistema la razón. Ya sabes, los que siempre están con que "los jóvenes sois cojonudos", "¡me siento tan joven como vosotros! y chorradas por el estilo. ¡Ojo con ellos! Algo querrán con tanta zalamería. Un padre o un profesor como es debido tienen que ser algo cargantes o no sirven para nada. Para joven ya estás tú"...
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    GRANDEZA Y DECADENCIA DE CESAR BIROTTEAU
    Honorato de Balzac

    " Durante las noches de invierno, el ajetreo no cesa más que por un instante en la calle de Saint-Honoré; en seguida, los carros de los hortelanos que van hacia el Mercado Central continuan el ruido que venían haciendo los coches que volvían de los espectáculos o de los bailes. A la mitad de este calderón que se encuentra en la gran sinfonía parisiense, hacia la una de la madrugada, la esposa del señor Birotteau, comerciante perfumista establecido cerca de la plaza Vendóme, se despertó sobresaltada por un terrible sueño. La perfumista se había visto doble; se había aparecido a sí misma vestida con harapos, haciendo girar, con una mano seca y arrugada, el picaporte de su propio comercio, encontrándose así a la vez en el quicio de la puerta y en su silla tras el mostrador; se pedía limosna a sí misma y oía su propia voz en la puerta y en su puesto de vendedora. Quiso agarrarse a su marido, pero su mano sólo encontró un lugar frío. Se hizo entonces tan intenso su miedo que ni siquiera pudo mover el cuello: lo tenía como petrificado; se le cerró la garganta y le faltó la voz. Quedó clavada en la cama, muy abiertos los ojos y fija la mirada, con una sensación de dolor en sus erizados cabellos, los oídos llenos de ruídos extraños, el corazón encogido, pero palpitante y, en fin, bañada de sudor y helada, en medio de un dormitorio cuya puerta estaba abierta de par en par"....
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    ¿NOS DA MIEDO PENSAR?
    Bertrand Russell

    "Los hombres temen al pensamiento más de lo que temen a cualquier otra cosa del mundo; más que la ruina, incluso más que la muerte. El pensamiento es subversivo y revolucionario, destructivo y terrible. El pensamiento es despiadado con los privilegios, las instituciones establecidas y las costumbres cómodas; el pensamiento es anárquico y fuera de la ley, indiferente a la autoridad, descuidado con la sabiduría del pasado. Pero si el pensamiento ha de ser posesión de muchos, no el privilegio de unos cuantos, tenemos que habérnoslas con el miedo. Es el miedo el que detiene al hombre, miedo de que sus creencias entrañables no vayan a resultar ilusiones, miedo de que las instituciones con las que vive no vayan a resultar dañinas, miedo de que ellos mismos no vayan a resultar menos dignos de respeto de lo que habían supuesto. ¿Va a pensar libremente el trabajador sobre la propiedad? Entonces, ¿qué será de nosotros, los ricos? ¿Van a pensar libremente los muchachos y las muchachas jóvenes sobre el sexo? Entonces, ¿qué será de la moralidad? ¿Van a pensar libremente los soldados sobre la guerra? Entonces, ¿qué será de la disciplina militar? ¡Fuera el pensamiento! ¡Volvamos a los fantasmas del prejuicio, no vayan a estar la propiedad, la moral y la guerra en peligro! Es mejor que los hombres sean estúpidos, amorfos y tiránicos, antes de que sus pensamientos sean libres. Puesto que si sus pensamientos fueran libres, seguramente no pensarían como nosotros. Y este desastre debe evitarse a toda costa. Así arguyen los enemigos del pensamiento en las profundidades inconscientes de sus almas. Y así actúan en las iglesias, escuelas y universidades"....
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    EL ESCRITOR Y SUS FANTASMAS
    Ernesto Sábato

    "Desde que publiqué mi primer libro hasta hoy, he debido responder a cantidad de preguntas de periodistas y lectores sobre el qué y el cómo de mi literatura. No me parece mal comenzar este libro con una selección de las más significativas cuestiones que se formularon y de las respuestas que dí.

    Si usted fuese crítico literario ¿Qué diría del conjunto de su propia obra?

    Diría que es la obra de un espíritu contradictorio. Y que, por lo tanto, se manifiesta mejor en la ficción que en el ensayo; ya que en ella puede encarnar en diferentes personajes sus desgarramientos interiores, porque la ficción permite expresar su mundo interior en su enigmática diversidad y unidad.

    Se sabe que usted estudió ciencias físico-matématicas en su juventud y frecuentemente hemos comentado ese hecho como una inexplicable curiosidad. ¿Tiene usted alguna explicación, existe algún motivo que la gente ignore?

    Se ansía lo que no se tiene, y el orden y la claridad que en algún momento de mi vida busqué en el universo matemático eran precisamente buscados a causa de mi tumulto. ¿Nunca se le ocurrió pensar por qué un espíritu romántico y expresionista como Randinsky pudo ser uno de los creadores del arte abstracto? Desde que recuerdo, mi vocación fue artística: la pintura y la ficción. Sin embargo en dos momentos cruciales de mi vida corrí hacia las matemáticas. Primero, cuando fuí enviado desde mi pequeño pueblo pampeano a una ciudad para mí grande y terrible, a seguir mis estudios secundarios. Me encontré solo y desamparado, lejos de mi madre, rodeado por chicos que se conocían entre sí, que parecían brillantes, que no podían sino considerar con irónica superioridad a un muchacho del campo. Yo había sido patológicamente introvertido, mis noches estaban pobladas de pavorosas pesadillas y alucinaciones, y todo ese tumulto interior y nocturno permanecía dentro de mí, disimulado por mi timidez. Al encontrarme en un mundo más duro, esos males se agravaron hasta un grado que es difícil de suponer, y pasaba largas horas cavilando y llorando. Y entonces, de pronto encontré ante mí el mundo matemático. Todavía ahora recuerdo el éxtasis que experimenté en la primera demostración de un teorema: todo el orden, toda la pureza, todo el rigor que faltaba en mi mundo adolescente, y que desesperadamente anhelaba, se me revelaba en ese orbe transparente de las formas geométricas; en ese universo platónico y perfecto que fascinaba al vicioso Sócrates. Por primera vez, también, aunque de modo casi inconsciente, me sentí disputado por dos fuerzas encontradas: la que me arrastraba hacia un abismo oscuro, la que intentaba rescatarme mediante los poderes del orden y la luz"....
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    LA SONRISA ETRUSCA
    José Luís Sampedro

    "En el museo romano de Villa Giulia el guardián de la Sección Quinta continúa su ronda. Acabado ya el verano y, con él, las manadas de turistas, la vigilancia vuelve a ser aburrida; pero hoy anda intrigado por cierto visitante y torna hacia la saleta de Los Esposos con crecientwe curiosidad. "¿Estará todavía?", se pregunta, acelerando el paso hasta asomarse a la puerta.
    Está. Sigue ahí, en el banco frente al gran sarcófago etrusco de terracota, centrado bajo la bóveda: esa joya del museo exhibida, como en un estuche, en la saleta entelada en ocre para imitar la cripta originaria.
    Si, ahí está. Sin moverse desde hace media hora, como si él también fuese una figura resecada por el fuego y los siglos. El sombrero marrón y el curtido rostro componen un busto de arcilla, emergiendo de la camisa blanca sin corbata, al uso de los viejos de allá abajo, en las montañas del Sur: Apulia o, más bien, Calabria.
    "¿Qué verá en esa estatua?", se pregunta el guardián. Y, como no comprende, no se atreve a retirarse por si de repente ocurre algo, ahí, esta mañana que comenzó como todas y ha resultado tan sistinta. Pero tampoco se atreve a entrar, retenido por inexplicable respeto. Y continúa en la puerte mirando al viejo que, ajeno a su presencia, concentra su mirada en el sepulcro, sobre cuya tapa se reclina la pareja humana.
    La mujer, apoyada en su codo izquierdo, el cabello en dos trenzas cayendo sobre sus pechos, curva exquisitamente la mano acercándola a sus labios pulposos. A su espalda el hombre, igualmente recostado, barba en punta bajo la boca funesca, abarca el talle femenino con su brazo derecho. En ambos cuerpos el rojizo tono de la arcilla quiere delatar un transfondo, sanguíneo invulnerable al paso de los siglos. Y bajo los ojos alargados, orientalmente oblicuos, florece en los rostros una misma sonrisa indescriptible: sabia y enigmática, serena y voluptuosa"....
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    ¿EL?
    Guy de Maupassant

    Querido amigo: ¿Verdad que no entiendes nada? Ya me lo imagino. ¿Crees que me he vuelto loco? Quizá en parte lo estoy, pero no por los motivos que tú supones.
    Sí. Me caso, ya ves.
    Y, sin embargo, mis ideas y mis convicciones no han cambiado. Considero que el emparejamiento legal es una estupidez. Estoy seguro de que, de cada diez maridos, ocho son cornudos. Y es lo menos que se merecen por haber cometido la imbecilidad de encadenar su vida, de renunciar al amor libre, la única cosa alegre y buena que hay en el mundo, de cortar las alas a la fantasía que nos empuja sin cesar hacia todas las mujeres, etc, etc. Me siento más incapaz que nunca de amar a una mujer, porque siempre amaré demasiado a todas las demás. Querría tener mil labios y mil... temperamentos para estrechar al mismo tiempo a un ejército de esos seres encantadores e insignificantes.
    Y, sin embargo, me caso.
    Debo añadir que apenas conozco a la que va a ser mi mujer. Sólo la he visto cuatro o cinco veces. Sé que no me disgusta; esto es suficiente para lo que necesito. Es baja, rubia y gordita. Pasado mañana, desearé ardientemente una mujer alta, morena y delgada.
    No es rica. Pertenece a una familia de clase media. Es una de tantas, de las que se pueden encontrar a montones entre la burguesía corriente, de las que sirven para casarse, sin cualidades ni defectos aparentes. La gente dice: "Mlle. La jolle es encantadora" Mañana dirá: "Mme. Raymon es encantadora" En fin, pertenece a esa generación de jóvenes honradas "a las que uno está encantado de convertir en su mujer", hasta el día que se descubre que uno prefiere, precisamente, todas las demás mujeres antes que la que ha escogido.
    Entonces me dirás, ¿para que me caso?
    Apenas me atrevo a confesarte el motivo extraño e increíble que me empuja a esta acción insensata.
    ¡Me caso para no estar solo!
    No sé cómo decírtelo, cómo explicarme. Te compadecerás de mí, y me despreciarás, hasta tal extremo es deplorable el estado de mi espíritu.
    No quiero seguir estando solo por las noches. Quiero sentir a alguien a mi lado, junto a mí, a alguien que pueda hablar, decir algo, lo que sea.
    Quiero poder interrumpir su sueño; hacerle, de pronto, una pregunta cualquiera, una pregunta estúpida, para oir una voz, para sentir que mi casa está habitada, para sentir un alma despierta, una inteligencia que razona, para ver, al encender súbitamente mi vela, un rostro humano a mi lado... porque... porque... (no me atrevo a confesarte algo tan vergonzoso), porque, cuando estoy solo, tengo miedo.
    ¡Oh! Todavía no puedes entenderma.
    No tengo miedo de ningún peligro. Si un hombre entrara, lo mataría sin estremecerme por ello. No tengo miedo de los fantasmas; no creo en lo sobrenatural. No tengo miedo a los muertos; creo en la aniquilación definitiva de todos los seres que deaparecen.
    ¿Entonces?... Sí ¿Entonces? ¡Pues bien, tengo miedo de mí mismo! Tengo miedo del miedo. Miedo de los espasmos de mi espíritu que se trastorna, miedo de esa horrible sensación del terror incomprensible.
    Ríete si quieres. Es algo espantoso, incurable. Tengo miedo de las paredes, de los muebles, de los objetos familiares que cobran, para mí, una especie de vida animal. Tengo miedo, sobre todo, de la horrorosa confusión de mi pensamiento, de mi razón que huye turbada, acosada por una angustia misteriosa e inevitable"....
  • BillyHuntBillyHunt Anónimo s.XI
    editado septiembre 2010
    "Soy un hombre enfermo, soy un hombre rabioso..."
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    OBABAKOAK
    Bernardo Atxaga

    "Encuadernados la mayoría en piel y severamente dispuestos en las estanterías, los libros de Esteban Werfell llenaban casi por en entero las cuatro paredes de la sala; eran diez o doce mil volúmenes que resumían dos vidas, la suya y la de su padre, y que formaban, además, un recinto cálido, una muralla que lo separaba del mundo y que lo protegía siempre que, como aquel día de Febrero, se sentaba a escribir. La mesa en que escribía -un viejo mueble de roble- era también, al igual que muchos de los libros, un recuerdo paterno; la había hecho trasladar, siendo aún muy joven, desde el domicilio familiar de OBABA.
    Aquella muralla de papel, de páginas, de palabras, tenía sin embargo un resquicio; una ventana desde la que, mientras escribía, Esteban Werfell podía ver el cielo, y los sauces y el estanque, y la caseta para los cisnes del parque principal de la ciudad. Sin romper su aislamiento, aquella ventana se abría paso entre la oscuridad de los libros, y mitigaba esa otra oscuridad que, muchas veces, crea fantasmas en el corazón de los hombres que no han aprendido a vivir en soledad.
    Esteban Werfell contempló durante unos instantes el cielo nublado, entre blanco y gris, de aquel día de Febrero. Después apartando la vista, abrió uno de los cajones de su escritorio y sacó de allí un cuaderno de tapas duras que tenía numerado como el duodécimo, y que era, en todos los detalles, exactamente igual a los otros once cuadernos, ya escritos, de su diario personal"....
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    LA SILLA DEL AGUILA
    Carlos Fuentes

    María del Rosario Galván a Nicolás Valdivia

    " Vas a pensar mal de mí. Dirás que soy una mujer caprichosa. Y tendrás razón. Pero, ¿Quién iba a imaginar que de la noche a la mañana las cosas cambiarían tan radicalmente? Ayer, al conocerte, te dije que en política no hay que dejar nada por escrito. Hoy no tengo otra manera de comunicarme contigo. Eso te dará una idea de la urgencia de la situación....
    Me dirás que tu interés en mí -el interés que me mostraste tan pronto nos miramos en la antesala del secretario de Gobernación -no es político. Es amoroso, es atracción física, incluso es simpatía humana pura y simple. Debes saber cuanto antes, Nicolás querido, que para mí todo es política, incluso el sexo. Puede chocarte esta voracidad profesional. No hay remedio. Tengo cuarenta y cinco años y desde los veintidós he organizado mi vida con un solo propósito: ser política, hacer política, comer política, soñar política, gozar y sufrir política. Es mi naturaleza. Es mi vocación. No creas que por eso dejo de lado mi gusto femenino, mi placer sexual, ni el deseo de acostarme con un hombre joven y bello como tú"....
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    SONIDOS
    Nabokov

    "Fue necesario cerrar la ventana: la lluvia golpeteaba contra el alféizar y salpicaba el parquet y los sillones. Con un sonido escurridizo y fresco, unos enormes espectros de plata corrían veloces por el jardín, a través del follaje y a lo largo de la arena anaranjada. Los desagües chasqueaban metálicos y se atascaban. Tú tocabas a Bach. Habían levantado la cola laqueada del piano y bajo el ala descansaba una lira y unos pequeños martillos desgranaban un chapoteo de oleaje sobre las cuerdas. El tapiz de brocado, arrugado en toscos pliegues, se había deslizado en parte de la cola del piano, dejando caer una partitura abierta sobre el suelo. De tanto en tanto, a través del frenesí de la fuga, tu anillo tintineaba contra las teclas, mientras, incesante, magnífica, la lluvia de junio insistía en salpicar los paños de la ventana. Y tú, sin dejar de tocar y ladeando ligeramente la cabeza, exclamabas al ritmo de tus dedos: «Esta lluvia, esta lluvia... voy a anegar la lluvia hasta negarla»,
    Pero no pudiste.
    Abandoné los álbumes que descansaban sobre la mesa, ataúdes de terciopelo, y me puse a observarte y a escuchar la fuga, la lluvia. Un sentimiento de frescura fluyó en mí, como aroma de claveles húmedos que gotearan de todas partes, de las estanterías, de la cola del piano, de los diamantes rectangulares de la araña de cristal.
    Tuve una aguda sensación de equilibrio embelesado al percibir la relación musical existente entre los espectros de plata de la lluvia y tu espalda inclinada, que se estremecía cuando apretabas los dedos contra el oleaje brillante de las teclas. Y cuando luego me encerré en mí mismo, el mundo todo parecía así —homogéneo, congruente, limitado por las leyes de la armonía. Yo mismo, tú, los claveles, en ese momento todo ello se convirtió en unas cuerdas verticales sobre un pentagrama musical. Me di cuenta de que todo en el mundo era un juego recíproco de partículas idénticas que albergaban diferentes tipos de consonancia: los árboles, el agua, tú... Todo estaba unificado, todo era equivalente, divino. Te levantaste. La lluvia seguía segando la luz del sol. Los charcos parecían agujeros en la arena oscura, rendijas que nos introdujeran en otros cielos que resplandecían en su camino subterráneo. En un banco, brillante como porcelana danesa, estaba tu raqueta olvidada; las cuerdas se habían vuelto pardas con la lluvia y su moldura se había combado hasta adoptar la forma del número ocho"....
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    EL CRIMEN DE UN ACADEMICO
    Anatole France

    "Me había puesto las zapatillas y el batín. Enjugué mis ojos empañados por una lágrima que les arrancó el viento al cruzar el muelle.
    Una lumbre llameante ardía en la chimenea de mi despacho; una tenue capa de hielo que cubría los cristales de las ventanas formaban floraciones semejantes a hojas de helechos, y ocultaban a mi vista el Sena, sus puentes y el Louvre de los Valois.
    Acerqué al fuego mi sillón para ocupar junto a la lumbre el sitio que Halmícar se dignaba dejarme. Halmícar hecho una bola, dormía cerca de los morrilloa sobre un almohadón de plumas con el hocico entre las patas; una respiración acompasada hacía oscilar su pelo abundante y suave; al sentirme, entreabrió los ojos y sus pupilas de ágata bajo sus párpados entornados, que cerró enseguida, como si pensara "No es nadie: es mi amigo"
    ¡Halmícar! le dije mientras estiraba las piernas. ¡Halmícar, príncipe soñoliento de la ciudad de los libros, guardián nocturno!, tú defiendes contra los viles roedores los manuscritos y los impresos que el viejo sabio adquirió gracias a un modesto peculio y a un celo infatigable. En esta biblioteca silenciosa protegida por tus virtudes militares duermes con el abandono de una sultana, porque reúnes en tu persona el aspecto formidable de un guerrero tártaro y la gracia apacible de una mujer de Oriente. Heroico y voluptuoso Halmícar duermes en la espera de la hora en que los ratones bailarán a la claridad de la luna ante los Acta Sanctorum de los doctos bolandistas.
    El principio de aquel discurso agradó a Halmícar, el cual lo acompañó de un murmullo semejante al hervor de un puchero; pero como alcé la voz, Halmícar agachó las orejas y arrugó la piel atigrada de su frente para darme a entender que era de mal gusto declamar así.
    Halmícar meditaba:
    "Este hombre, que tiene tantos libros, habla sin decir nada, mientras que nuestra cocinera sólo pronuncia palabras llenas de sentido, sustanciosas, ya con el anuncio de una comida, ya con la promesa de algún castigo. Se sabe lo que dice. Pero este viejo emite sonidos que no comprendo"...
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    MEMORIAS DE ADRIANO
    Marguerite Yourcenar

    Querido Marco:
    He ido esta mañana a ver a mi médico Hermógenes que acaba de regresar a la Villa después de un largo viaje por Asia. El examen debía hacerse en ayunas; habiamos convenido encontrarnos en las primeras horas del día. Me tendí sobre el lecho después de despojarme del manto y la túnica. Te evito detalles que me resultarían tan desagradables como a mi mismo, y la descripción del cuerpo de un hombre que envejece y se prepara a morir de una hidropesia del corazón. Digamos solamente que tosí, respiré y contuve el aliento conforme a las indicaciones de Hermógenes, alarmado a pesar suyo por el rápido progreso de la enfermedad, y pronto a descargar el peso de la culpa en el joven Iollas, que me atendió durante su ausencia. Es difícil seguir siendo emperador ante un médico, y también es difícil guardar la calidad de hombre. El ojo de Hermógenes solo veía en mí un saco de humores, una triste amalgama de linfa y de sangre. Esta mañana pensé por primera vez que mi cuerpo, ese compañero fiel, ese amigo más seguro y mejor conocido que mi alma , no es más que un monstruo solapado que acabará por devorar a su amo. Haya paz. Amo a mi cuerpo; me ha servido bien, y de todos modos no le escatimo los cuidados necesarios. Pero ya no cuento como Hermógenes finge contar, con las virtudes maravillosas de las plantas y el dosje exacto de las sales minerales que ha ido a buscar a Oriente"
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    PRINCIPE Y MENDIGO
    Mark Twain

    " En la antigua ciudad de Londres, cierto día de otoño del segundo cuarto del siglo XVI, nació un niño en una familia pobre, de apellido Canty, que no lo deseaba. El mismo día nació otro niño inglés en una familia rica, de apellido Tudor, que sí lo deseaba. Inglaterra entera lo deseba también. Llevaba Inglaterra tanto tiempo deseándolo, esperándolo y pidiéndole a Dios que lo mandara, que una vez que el niño llegó efectivamente, el pueblo se volvió medio loco de júbilo. Meros conocidos se besaban y abrazaban llorando, y todo el mundo se tomó un día de holgorio, altos y bajos, ricos y pobres, tuvieron sus festines bailaron, cantaron y se pusieron entre dos luces, todo lo cual duró días y noches. De día Londres era un espectáculo digno de verse, con sus alegres banderolas que ondeaban en cada balcón y en cada tejado y con espléndidas retretas por la calles. De noche era otro espectáculo no menos merecedor de admiración, con sus grandes fogatas en cada esquina y su grupo de gente jaranera que alborotaba en torno de ellas. En toda Inglaterra no se hablaba sino del nuevo niño Eduardo Tudor, príncipe de Gales, que yacía arropado en sedas y rasos, ajeno a todo aquel bullicio ignorante de que le asistían y cuidaban grandes lores y excelsas damas, y sin divertirse además. Más no se hablaba palabra del otro nene, Tom Canty, envuelto en andrajos, cómo no fuera entre la familia de mendigos a quienes no había venido sino a desazonarlos con su presencia"...
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    LOS MONSTRUOS DE EINSTEIN
    Martin Amis

    "Nací el 25 de agosto de 1949: cuatro días más tarde los rusos probaron con éxito su primera bomba atómica y así apareció la disuasión. De modo que tuve esos cuatro días de tranquilidad, más de lo que nunca tuvieron los de menor edad. En realidad no los aproveché mucho. Me pasé la mitad del tiempo dentro de una burbuja. Apacibles como pintaban las cosas, nací en estado de conmoción aguda. Mi madre decía que parecía Orson Welles desencajado de furia. Al cuarto día me había repuesto, pero el mundo había dado un giro para peor. Era un mundo nuclear. Si tengo que decirles la verdad, no me sentía nada bien. Tenía un sueño y una fiebre terribles. No dejaba de vomitar. Me entregaba a incontenibles accesos de llanto... Cuando tenía doce o trece años la televisión empezó a mostrar mapas de objetivos del sudeste de Inglaterra: Londres era el centro del blanco; los condados cercanos eran las franjas periféricas. Yo solía irme de la sala lo más rápido posible. Ignoraba por qué había armas nucleares en mi vida o quién las había metido ahí. No sabía que hacer con ellas. Quería quitármelas de la cabeza. Me enfermaban.
    Ahora, en 1987, treinta y ocho años después, sigo sin saber que hacer con las armas nucleares. Y los demás tampoco lo saben. Si hay algunos que lo saben, yo no los he leído. Las alternativas extremas son la guerra nuclear y el desarme nuclear. La guerra nuclear es algo difícil de imaginar, pero también lo es el desarme nuclear. (Sin duda la primera alternativa se encuentra más inmediatamente a mano) El desarme atómico no se ve de verás, ¿no es cierto? Algunos programas para la abolición final -pienso, por ejemplo, en la "disuasión teórica" de Anthony Kenny, en la "disuasión sin armas" de jonathan Schell- resultan maravillosamente elegantes y seductores; pero estos autores están previendo un mundo político tan sutil, maduro y (sobre todo) concertado, como sus propias solitarias reflexiones. Para la guerra nuclear faltan siete minutos, y podría acabarse en una sola tarde. Estamos esperando. Y también las armas están esperando.
    ¿Qué es lo único capaz de provocar el uso de armas atómicas? Las armas atómicas ¿Cúal es el objetivo prioritario de las armas atómicas? Las armas atómicas. ¿En qué consiste la única defensa establecida contra las armas atómicas? En armas anímicas. ¿Cómo se previene el uso de armas atómicas? Amenzando con usar armas atómicas. Y a causa de las armas atómicas no podemos librarnos de las armas atómicas, como si la intransigencia fuese una función de las propias armas"....
  • Suara BaalSuara Baal Juan Boscán s.XVI
    editado septiembre 2010
    Saludos.
    Me parece que has hecho un trbajo escelente, recopilando bellos inicios.
    Sin embargo, sin pretender ser critica, solo dar mi humilde opinion, el inicio de una historia no lo es todo, si no su estructura, su desarrollo, cierto es que un buen principio ha de enganchar y atrapar al lector en su mundo, pero la historia debe continuar y desencadenar a un final sin par.
    Hay historias que cautiban en su inicio, pero que debido a diferentes motivos puede llegar a abandonarse la lectura, si se descuida lo demás.
    Espero no haber ofendido.
    Se despide formalmente
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    Hola, SUARA BAAL, muchas gracias por sus palabras.
    Por supuesto que el inicio de una historia no lo es todo, ni mucho menos;así que estoy totalmente de acuerdo con usted cuando dice que lo fundamental de una obra literaria se tiene que basar en su estructura, desarrollo, etc.
    La idea y el propósito de los Bellos Comienzos no es otro que compartir y descubrirnos unos a otros esas obras que recordamos con tanto agrado.
    Los Bellos Comienzos que yo aporto, está claro, que parten de una selección totalmente subjetiva.
    Un saludo cordial.
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    CASTALION CONTRA CALVINO
    Stefan Zweig

    "El mosquito contra el elefante". Al principio produce un extraño efecto esta frase puesta por la propia mano de Sebastián Castalión en el ejemplar de Basilea de su escrito polémico contra Calvino y casi estaríamos a punto de sospechar que hay en ella una de las usuales exageraciones humanísticas. Pero las palabras de Castalión no fueron pensadas de un modo hiperbólico, ni irónico. Con tan tajante comparación este valiente quería sólo mostrar con toda claridad a su amigo Amerbach, hasta qué punto y de qué modo trágico era patente para él a qué gigantesco adversario desafiaba, al acusar publicamente a Calvino de haber asesinado a un hombre, por pedantesco fanatismo, matando así la libertad de conciencia dentro de la Reforma. Desde el momento que Castalión alza, como una lanza, su pluma para esta peligrosa contienda, sabe con precisión la flaqueza de todo ataque puramente espiritual contra la prepotencia de una dictadura, armada de arneses y corazas, y, con ello, la falta de perspectivas victoriosas de su empresa. Pues ¿Cómo podría un hombre aislado, inerme, combatir y vencer a Calvino, detrás del cual se alzan millares y decenas de millares de hombres, y además, por encima de eso, toda la máquina militar del poder del Estado? Gracias a una magnífica técnica organizadora, logró Calvino convertir toda una ciudad, todo un Estado, con miles de ciudadanos, hasta entonces libres, en un rígido mecanismo de obediencia; estirpar toda autonomía individual, secuestrar toda libertad de pensamiento, en favor de su exclusiva doctrina. Todo lo que posee algún poder en la ciudad y en el Estado se somete a su omnipotencia; la totalidad de las autoridades y potestades, la municipalidad y el consistorio, la Universidad y el tribunal, las finanzas y la moral, los clérigos, las escuelas, los alguaciles, las prisiones, la palabra escrita, la hablada y hasta la murmurada en secreto. Su doctrina se ha convertido en ley, y a quien se atreva a alzar la más suave objección, en su contra, pronto le enseñarán la prisión, el destierro o la hoguera, este sencillo razonamiento que concluye cualquier discusión en toda tiranía espiritual, y es el de que, en Ginebra, sólo se consiente una única verdad y que Calvino es un profeta"....
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    POR SI ALGO ME OCURRIERA
    Georges Simenón

    "Hace apenas dos horas, después del almuerzo, en el salón en el que acabábamos de entrar para tomar el café, yo estaba de pie delante de la ventana, lo suficientemente cerca de los cristales como para sentir la humedad fría, cuando oí a mis espaldas que mi mujer decía:
    -¿Piensas salir esta tarde?
    Y estas palabras tan sencillas, tan vulgares, me han parecido cargadas de sentido, como si ocultasen entre sus sílabas pensamientos que ni Viviane ni yo nos atrevíamos a expresar. No he respondido inmediatamente, y no porque dudase acerca de mis intenciones, sino porque he permanecido por un instante en suspenso en ese universo un poco angustioso, en el fondo más real que el mundo de todos los días, que da la impresión de descubrir el reverso de la vida.
    Por fin creo que balbuceé:
    -No. Hoy no.
    Ella sabe que hoy no tengo ningún motivo para salir. Lo ha adivinado como todo lo demás; tal vez está informada también de todo lo que hago. No le guardo rencor por eso, como ella tampoco me guarda rencor por lo que me pasa.
    En el momento en que hizo esta pregunta, yo miraba a través de la lluvia fría y oscura que cae desde hace cinco días, exactamente desde el día de Todos los Santos, a un vagabundo que iba y venía bajo el Pont-Marie dándose palmadas en los costados para entrar en calor.
    Sobre todo tenía los ojos fijos en un montón de oscuros andrajos, junto al muro de piedra, preguntándome si se movía realmente o si era una ilusión creada por el temblor del aire y el movimiento de la lluvia.
    Se movía, lo comprobé un poco después cuando un brazo surgió de los harapos, y luego la cabeza de una mujer, abotargada, enmarcada por unos cabellos despeinados. El hombre dejó de ir de un lado a otro, se volvió hacia su compañera para Dios sabe qué diálogo, luego, mientras ella se sentaba, fue a coger entre dos piedras una botella medio vacía que le tendió, y de la que ella bebió a gallete.
    Desde hace diez años, el tiempo que llevamos viviendo en el Quai d'Anjou, en la isla de Saint-Louis, he observado muchas veces a los vagabundos. Los he visto de todas clases, también mujeres, pero es la primera vez que veo a unos comportarse como un verdadero matrimonio. ¿Por qué me ha conmovido eso y me ha hecho pensar en un macho y en su hembra agazapados en su refugio del bosque?
    Hay gentes que cuando hablan de Viviane y de mí aluden a un par de fieras, me lo han dicho, y sin duda no dejan de añadir que entre los animales salvajes la hembra es la más feroz.
    Antes de darme la vuelta y de dirigirme hacia la bandeja en la que estaba servido el café, tuve tiempo de registrar otra imagen, un hombre muy alto, con la cara bronceada, saliendo de la escotilla de una chalana amarrada delante de nuestra casa. Llevaba su chubasquero negro por encima de la cabeza para aventurarse en el universo mojado, y un envase de litro vacío en cada mano, y se puso a andar por el resbaladizo madero que unía la embarcación con el muelle. En aquellos momentos, él y los dos vagabundos, además de un perro canelo pegado a un árbol negro, eran los únicos seres vivos en el paisaje.
    -¿Bajas al despacho? -preguntó entonces mi mujer, mientras yo, de pie, vaciaba mi taza de café.
    Dije que sí. Siempre me han inspirado horror los domingos, sobre todo los domingos de París, que me dan una angustia que se parece mucho al pánico. La perspectiva de ir a hacer cola, bajo los paraguas, delante de algún cine, me da náuseas, como también la de deambular por los Campos Elíseos, por ejemplo, o por las Tullerías, por no hablar de ir en coche, en comitiva, por la carretera de Fontainebleau.
    Ayer noche volvimos tarde. Después de un ensayo general en el teatro de la Michodière, tomamos algo en Maxim's, y hacia las tres de la madrugada recalamos en un bar que está en un sótano, cerca del Rond-Point, donde se reúnen los actores y la gente del cine.
    Ya no aguanto la falta de sueño tan bien como años atrás. En cambio Viviane nunca parece acusar el cansancio.
    ¿Cuánto tiempo seguimos en el salón sin decimos nada? juraría que al menos cinco minutos, y cinco minutos de aquel silencio parecen una eternidad. Yo miraba a mi mujer lo menos posible. Hace ya varias semanas que procuro no mirarla a la cara, y que abrevio en lo que puedo el tiempo en que estamos a solas. ¿Tenía ganas de hablarme? Creí que iba a hacerlo cuando, al empezar yo a dar media vuelta, ella abrió la boca, titubeante, para acabar articulando en vez de las palabras que quería pronunciar:
    -Ahora mismo me voy a casa de Corine. Si a media tarde te apetece, podrías pasar a recogerme.
    Corine de Langelle es una amiga que da mucho que hablar, y que posee una de las mansiones más hermosas de París, en la Rue Saint-Dominique. Entre otras ideas originales, ha tenido la de celebrar reuniones el domingo por la tarde.
    -Es un error creer que todo el mundo va a las carreras -explica-, y son pocas las mujeres que acompañan a su mando a cazar. ¿Por qué nos vamos a tener que aburrir por el hecho de ser domingo?
    Yo di unas vueltas por el salón hasta que acabé mascullando:
    -Hasta ahora"....
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    UNA VIDA PROPIA
    Gerald Brenan

    " Soy de la opinión de que cualquiera que se ponga a escribir su biografía debería preguntarse por qué lo hace. Esas trescientas o cuatrocientas páginas consagradas a su vida, con toda probabilidad harto insignificante, exigen algún tipo de explicación. No basta decir con Sartre que en la subjetividad uno encuentra a los demás así como a si mismo. De hecho el autobiografo está instando a un gran número de personas a interesarse por asuntos personales.
    Sin embargo, la autobiografía es un género literario reconocido. Muestra la vida desde un ángulo muy distinto al de la novela. Además, las cosas que han sido verdaderamente vividas, y que el lector sabe que lo han sido, están dotadas de algo que ninguna otra cosa puede ofrecer. Aunque el motivo para ponerse a escribir sea una mera autoexhibición, un relato de este tipo, si está lo suficientemente bién hecho, puede agradar e interesar.
    Comencé este libro teniendo en cuenta todas estas ideas. Carecía de tema para una novela y me dí cuenta de que mi vida estaba a mano. La trama estaba dada, los personajes e incidentes estaban allí, todo lo que tenía que hacer era recordar y ordenar. Cuando comencé creí que no recordaría demasiado, ya que hacía tiempo que mi antiguo ser había dejado de interesarme, aunque no tardé en descubrir que los recuerdos afluían. Y con los recuerdos vino el plan a seguir."
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    DAGON
    Lovecraft

    "Escribo esto bajo una fuerte tensión mental, ya que cuando llegue la noche habré dejado de existir.
    Sin dinero, y agotada mi provisión de droga, que es lo único que me hace tolerable la vida, no puedo seguir soportando más esta tortura; me arrojaré desde esta ventana de la buhardilla a la sórdida calle de abajo. Pese a mi exclavitud a la morfina, no me considero un débil ni un degenerado. Cuando hayáis leído estas páginas atropelladamente garabateadas, quizás os hagáis idea -aunque no del todo- de por qué tengo que buscar el olvido o la muerte"...
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    E P I S O D I O S - N A C I O N A L E S

    LA CORTE DE CARLOS IV
    Benito Pérez Galdós

    “Sin oficio ni beneficio, sin parientes ni habientes, vagaba por Madrid un servidor de ustedes, maldiciendo la hora menguada en que dejó su ciudad natal por esta inhospitalaria Corte, cuando acudió a las páginas del Diario para buscar ocupación honrosa. La imprenta fue mano de santo para la desnudez, hambre, soledad y abatimiento del pobre Gabriel, pues a los tres días de haber entregado a la publicidad en letras de molde las altas cualidades con que se creía favorecido por la Naturaleza le tomó a su servicio una cómica del teatro del Príncipe, llamada Pepita González o la González. Esto pasaba a fines de 1805; pero lo que voy a contar ocurrió dos años después, en 1807, y cuando yo tenía, si mis cuentas son exactas, diez y seis años, lindando ya con los diez y siete.
    Después os hablaré de mi ama. Ante todo debo decir que mi trabajo, si no escaso, era divertido y muy propio para adquirir conocimiento del mundo en poco tiempo. Enumeraré las ocupaciones diurnas y nocturnas en que empleaba con todo el celo posible mis facultades morales y físicas. El servicio de la histrionisa me imponía los siguientes deberes:
    Ayudar al peinado de mi ama, que se verificaba entre doce y una, bajo los auspicios del maestro Richiardini, artista de Nápoles, a cuyas divinas manos se encomendaban las principales testas de la Corte.
    Ir a la calle del Desengaño en busca del Blanco de perla, del Elixir de Circasia, de la Pomada a la Sultana, o de los Polvos a la Marechala, drogas muy ponderadas que vendía un monsieur Gastan, el cual recibiera el secreto de confeccionarlas del propio alquimista de María Antonieta.
    Ir a la calle de la Reina, número 21, cuarto bajo, donde existía un taller de estampación para pintar telas, pues en aquel tiempo los vestidos de seda, generalmente de color claro, se pintaban según la moda, y cuando ésta pasaba, se volvía a pintar con distintos ramos y dibujos, realizando así una alianza feliz entre la moda y la economía, para enseñanza de los venideros tiempos.
    Llevar por las tardes una olla con restos de puchero, mendrugos de pan y otros despojos de comida a D. Luciano Francisco Comella, autor de comedias muy celebradas, el cual se moría de hambre en una casa de la calle de la Berenjena, en compañía de su hija, que era jorobada y le ayudaba en los trabajos dramáticos.
    Limpiar con polvos la corona y el cetro que sacaba mi ama haciendo de reina de Mongolia en la representación de la comedia titulada Perderlo todo en un día por un ciego y loco amor, y falso zar de Moscovia.
    Ayudarla en el estudio de sus papeles, especialmente en el de la comedia Los inquilinos de sir John, o la familia de la India, Juanito y Coleta, para lo cual era preciso que yo recitase la parte de Lord Lulleswing, a fin de que ella comprendiese bien el de milady Pankoff.
    Ir en busca de la litera que había de conducirla al teatro y cargarla también cuando era preciso.
    Concurrir a la cazuela del teatro de la Cruz, para silbar despiadadamente El sí de las niñas, comedia que mi ama aborrecía, tanto por lo menos, como a las demás del mismo autor.
    Pasearme por la plazuela de Santa Ana, fingiendo que miraba las tiendas, pero prestando disimulada y perspicua atención a lo que se decía en los corrillos allí formados por cómicos o saltarines, y cuidando de pescar al vuelo lo que charlaban los de la Cruz en contra de los del Príncipe.
    Ir en busca de un billete de balcón para la plaza de toros, bien al despacho, bien a la casa del banderillero Espinilla, que le tenía reservado para mi ama, cual obsequio de una amistad tan fina como antigua.
    Acompañarla al teatro, donde me era forzoso tener el cetro y la corona cuando ella entraba después de la segunda escena del segundo acto, en El falso zar de Moscovia, para salir luego convertida en reina, confundiendo a Osloff y a los magnates, que la tenían por buñolera de esquina.
    Ir a avisar puntualmente a los mosqueteros para indicarles los pasajes que debían aplaudir fuertemente en la comedia y en la tonadilla, indicándoles también la función que preparaban los de allá para que se apercibieran con patriótico celo a la lucha.
    Ir todos los días a casa de Isidoro Máiquez con el aparente encargo de preguntarle cualquier cosa referente a vestidos de teatro; pero con el fin real de averiguar si estaba en su casa cierta y determinada persona, cuyo nombre me callo por ahora”....
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    SCARAMOUCHE
    Rafael Sabatini

    "Nació con el don de la risa y con la intuición de que el mundo estaba loco. Y ése era todo su patrimonio. Aunque su verdadera ascendencia permanecía obscura, desde hacía tiempo en la aldea de Gavrillac todos habían despejado el misterio que la envolvía. La gente de Bretaña no era tan ingenua como para dejarse engañar por un pretendido parentesco que ni siquiera tenía la virtud de ser original. Cuando un noble apadrina a un niño que no se sabe de dónde ha salido, ocupándose de su crianza y educación, hasta los campesinos más ingenuos comprenden perfectamente la situación. De ahí que los habitantes del pueblo no dudasen acerca del verdadero parentesco que unía a André-Louis Moreau –como llamaron al muchacho– con Quintín de Kercadiou, señor de Gavrillac, que habitaba la gran casa gris que, desde una elevación, dominaba la villa situada a sus pies.
    André-Louis había estudiado en la escuela del pueblo al tiempo que se hospedaba en casa del viejo Rabouillet, el notario que se encargaba de los asuntos del señor de Kercadiou. Más tarde, a la edad de quince años, lo enviaron al Liceo de Louis Le Grand, en París, para que estudiara derecho, carrera que, cuando regresó al pueblo, ejerció junto con el viejo Rabouillet. Por supuesto, todo esto lo sufragó su padrino, el señor de Kercadiou, quien, al poner nuevamente al joven bajo la tutela de Rabouillet, demostró que seguía ocupándose del porvenir de su ahijado.
    André-Louis aprovechó al máximo estas oportunidades. Al cumplir veinticuatro años, su sabiduría era tan grande que hubiera provocado una indigestión intelectual en cualquier mente ordinaria. Sus apasionados estudios acerca de la naturaleza humana, desde Tucídides hasta los Enciclopedistas, desde Séneca hasta Rousseau, no hicieron más que confirmar su precoz intuición de la irremediable locura que padece nuestra especie. En este sentido, no aparece en toda su azarosa vida ningún indicio que permita pensar que haya cambiado de opinión.
    Físicamente era esbelto, de mediana estatura, con un rostro astuto, nariz y pómulos prominentes, y abundante cabello negro que le llegaba casi a los hombros. Tenía la boca grande y en sus labios delgados se dibujaba un irónico mohín. Lo único que lo redimía de la fealdad era el esplendor de un par de ojos luminosos, siempre interrogantes, de un castaño obscuro tirando a negro. De su singular facultad para discurrir, así como de su raro y gracioso don de la palabra, dan fe sus manuscritos –lamentablemente demasiado escasos–, entre los cuales destacan sus Confesiones. De sus magníficas dotes oratorias, por entonces él mismo apenas si era consciente, aunque ya había alcanzado cierta fama en el Casino Literario de Rennes. Uno de aquellos cafés, ahora ubicuos en el país, donde los jóvenes intelectuales de Francia se reunían para estudiar y discutir las nuevas filosofías que influían en la vida social. Pero la fama allí adquirida no podía considerarse digna de envidia. Su carácter demasiado travieso, demasiado cáustico, lo inclinaba a ridiculizar las sublimes teorías de sus colegas sobre la regeneración del género humano. Hasta tal punto era así, que André-Louis llegó a quejarse de la inquina que todos le tenían, argumentando que lo único que hacía era ponerlos ante el espejo de la verdad, y que si al reflejarse se veían ridículos, no era culpa suya"....
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    LA VIDA ESTA EN OTRA PARTE
    Milan Kundera

    "Cuando la madre del poeta se preguntaba en qué lugar había sido concebido el poeta, sólo cabían tres posibilidades: un banco de un parque nocturno, una tarde en casa de un amigo del padre del poeta, o una mañana en un romántico paraje junto a Praga.

    [FONT=Times New Roman, Times New Roman, serif]Cuando se formulaba la misma pregunta, el padre del poeta llegaba a la conclusión de que el poeta había sido concebido en casa de su amigo, porque aquel día había tenido muy mala suerte. La madre del poeta no quería ir a casa de su amigo, se enfadaron dos veces, se reconciliaron dos veces. Cuando estaban haciendo el amor alguien abrió la puerta en la casa de al lado, la madre se asustó, dejaron de hacer el amor y terminaron de hacerlo más tarde con un nerviosismo compartido al que el padre achacaba la culpa de la concepción del poeta. [/FONT]
    [FONT=Times New Roman, Times New Roman, serif]Pero la madre del poeta no admitía en absoluto la posibilidad de que el poeta hubiera sido concebido en una casa ajena (estaba desordenada, con el desorden típico de los solterones, y a la madre le daba vergüenza aquella cama a medio hacer, sobre cuya sábana yacía un pijama ajeno arrugado) y rechazaba también la posibilidad de que hubiese sido concebido en el banco del parque, donde había aceptado hacer el amor de mala gana y a disgusto, porque le asqueaba que precisamente en esos bancos hicieran el amor en el parque las putas. Por eso sabía perfectamente que el poeta sólo podía haber sido concebido aquella soleada mañana de verano tras la gran roca que, al lado de otras, sobresale patéticamente en el valle al que suelen ir a pasear el domingo los praguenses. [/FONT]
    [FONT=Times New Roman, Times New Roman, serif]Este escenario es el adecuado para la concepción del poeta por muchas razones: bañado por el sol del mediodía es escenario de luz, no de sombras; de día y no de noche; es un sitio en medio de un ambiente natural abierto, sitio por tanto de vuelo y alas; además, aunque está un tanto cerca de los últimos edificios de la ciudad, es un paisaje romántico, lleno de pedruscos que emergen de un terreno salvajemente modelado. Todo esto le parecía una imagen elocuente de sus anteriores vivencias. ¿No había sido su gran amor por el padre del poeta una rebelión romántica contra el carácter prosaico y conservador de sus propios padres? El valor con que ella, hija de un rico comerciante, había elegido precisamente a un pobre ingeniero que acababa de terminar su carrera, ¿no tenía un íntimo parecido con aquel paisaje indómito? "....[/FONT]
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    LA MASCARA DE LA MUERTE ROJA
    Edgar Allan Poe

    "Durante mucho tiempo, la «Muerte Roja» había devastado la región. Jamás pestilencia alguna fue tan fatal y espantosa. Su avatar era la sangre, el color y el horror de la sangre. Se producían agudos dolores, un súbito desvanecimiento y, después, un abundante sangrar por los poros y la disolución del ser. Las manchas purpúreas por el cuerpo, y especialmente por el rostro de la víctima, desechaban a ésta de la Humanidad y la cerraban a todo socorro y a toda compasión. La invasión, el progreso y el resultado de la enfermedad eran cuestión de media hora.
    Pero el príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz. Cuando sus dominios perdieron la mitad de su población, reunió a un millar de amigos fuertes y de corazón alegre, elegidos entre los caballeros y las damas de su corte, y con ellos constituyó un refugio recóndito en una de sus abadías fortificadas. Era una construcción vasta y magnífica, una creación del propio príncipe, de gusto excéntrico, pero grandioso. Rodeábala un fuerte y elevado muro, con sus correspondientes puertas de hierro. Los cortesanos, una vez dentro, se sirvieron de hornillos y pesadas mazas para soldar los cerrojos. Decidieron atrincherarse contra los súbitos impulsos de la desesperación del exterior e impedir toda salida a los frenesíes del interior.
    La abadía fue abastecida copiosamente. Gracias a tales precauciones los cortesanos podían desafiar el contagio. El mundo exterior, que se las compusiera como pudiese. Por lo demás, sería locura afligirse o pensar en él. El príncipe había provisto aquella mansión de todos los medios de placer. Había bufones, improvisadores, danzarines, músicos, lo bello en todas sus formas, y había vino. En el interior existía todo esto, además de la seguridad. Afuera, la «Muerte Roja».
    Ocurrió a fines del quinto o sexto mes de su retiro, mientras la plaga hacía grandes estragos afuera, cuando el príncipe Próspero proporcionó a su millar de amigos un baile de máscaras de la más insólita magnificencia.
    ¡Qué voluptuoso cuadro el de ese baile de máscaras! Permítaseme describir los salones donde tuvo efecto. Eran siete, en una hilera imperial. En muchos palacios estas hileras de salones constituyen largas perspectivas en línea recta cuando los batientes de las puertas están abiertos de par en par, de modo que la mirada llega hasta el final sin obstáculo. Aquí, el caso era muy distinto, como se podía esperar por parte del duque y de su preferencia señaladísima por lo bizarre. Las salas estaban dispuestas de modo tan irregular que la mirada solamente podía alcanzar una cada vez. Al cabo de un espacio de veinte o treinta yardas encontrábase una súbita revuelta, y en cada esquina, un aspecto diferente.
    A derecha e izquierda, en medio de cada pared, una alta y estrecha ventana gótica comunicaba con un corredor cerrado que seguía las sinuosidades del aposento. Cada ventanal estaba hecho de vidrios de colores que armonizaban con el tono dominante de la decoración del salón para el cual se abría. El que ocupaba el extremo oriental, por ejemplo, estaba decorado en azul, y los ventanales eran de un azul vivo. El segundo aposento estaba ornado y guarnecido de púrpura, y las vidrieras eran purpúreas. El tercero, enteramente verde, y verdes sus ventanas. El cuarto, anaranjado, recibía la luz a través de una ventana anaranjada. El quinto, blanco, y el sexto, violeta. El séptimo salón estaba rigurosamente forrado por colgaduras de terciopelo negro, que revestían todo el techo y las paredes y caían sobre un tapiz de la misma tela y del mismo color. Pero solamente en este aposento el color de las vidrieras no correspondía al del decorado.
    Los ventanales eran escarlata, de un intenso color de sangre. Ahora bien: no veíase lámpara ni candelabro alguno en estos siete salones, entre los adornos de las paredes o del techo artesonado. Ni lámparas ni velas; ninguna claridad de esta clase, en aquella larga hilera de habitaciones. Pero en los corredores que la rodeaban, exactamente enfrente de cada ventana, levantábase un enorme trípode con un brasero resplandeciente que proyectaba su claridad a través de los cristales coloreados e iluminaba la sala de un modo deslumbrante. Producíase así una infinidad de aspectos cambiantes y fantásticos.
    Pero en el salón de poniente, en la cámara negra, la claridad del brasero, que se reflejaba sobre las negras tapicerías a través de los cristales sangrientos, era terriblemente siniestra y prestaba a las fisonomías de los imprudentes que penetraban en ella un aspecto tan extraño, que muy pocos bailarines tenían valor para pisar su mágico recinto"....
  • incainca Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado septiembre 2010
    PEQUEÑO TEATRO
    Ana María Matute

    "Oiquixa era una pequeña población pesquera, con callejuelas azules, casi superpuestas y unidas por multitud de escalerillas de piedra. Parecían colgadas unas sobre otras, porque Oiquixa había sido construida en una pendiente hacia el mar. Una sola calle, ancha, llana, atravesaba el poblado y recibía el pomposo nombre de Kale Nagusia, porque en ella se elevaban orgullosas las casa importantes de la localidad. Kale Nagusia avanzaba hasta convertirse en un camino largo y estrecho que se adentraba en las olas. Lo remataba un viejo faro en ruínas, cuya silueta se recortaba melancólicamente sobre el color del mar. Cuando llovía, parecía resbalar un llanto nostálgico sobre sus piedras. Al atardecer se diría que todo Oiquixa estaba a punto de derrumbarse y caer en las aguas rosadas de la bahía. Era un hermoso espectáculo, tal vez parecido a un sueño absurdo, aquella extraña gradería de puertecitas y tejados reflejándose al revés en el agua"...
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