¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

Los siete trabajos de Hércules

PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
editado julio 2009 en Narrativa
LOS SIETE TRABAJOS DE HÉRCULES

Introducción: Mi madre


Francamente, madre no hay más que una. Y como muestra un botón: la mía, una mujer única, como una preciosa piedra. A pesar de ser una madre trabajadora, luchadora y soltera, pasó largos ratos conmigo y sacó una hija adelante: Sofía.

Compartíamos largos ratos de televisión la cual mirábamos con afán. Yo, desde joven, siempre he mostrado una acusada tendencia hacía los programas culturales para despecho de mi madre, que adolece de criterio a este nivel. Bajo la influencia de algunos programas culturales, surgió en mi mente una duda que debía plantear a mi madre.

Una sobremesa cualquiera, al terminar de ver un programa acerca de telebasura, la abordé:

-Mamá, ya tengo veinte ocho años, ¿porqué no voy a la Universidad?.

A lo que la aludida replicó:

-Ay hija, tú es que eres “mu” (1) tonta.

Recuerdo que comencé a correr hasta mi habitación como nunca corrí antes y una vez allí, sobre la cama azul que mi propia madre dispuso para mí, me recosté sobre mi almohada y dejé deslizar mis lágrimas hasta que la noche cayó envolviéndome por completo.



Capítulo I: El conserje.


No culpo a mi madre por su estrechez de miras ya que ella no acudió a la Universidad, y aún hoy, la perdono por aquello. Como no hay mal que por bien no venga, aquella ocasión me sirvió de incentivo para marcar un punto de inflexión. Si mi madre no satisfizo su autodesarollo, yo lo haría. Así pues, me decidí a acudir a la Universidad, sin importarme el qué dirán.

No me costó mucho llegar al día siguiente, lo cual me apresuré a interpretar como un símbolo favorable. Allí brotaba generosamente el agua de la que estaba sedienta en esa fase de mi vida: libros, profesores, bibliotecas, laboratorios, aulas, exposiciones, obras de arte. En pocas palabras: Cultura.

A pesar de mi inquebrantable vocación, ya desde esa toma de contacto, topé con los primeros obstáculos. Mientras investigaba las áreas más interesantes de la Universidad, un conserje me interrogó por los pasillos:

-¿Niña, a dónde vas?

A lo que yo respondí con educación:

-Perdone, acabo de arribar a esta Universidad y buscaba una clase de filosofía o de debate.

-¿Pero eres de esta facultad?, - siguió acosándome el conserje.

-No, pero estoy interesada.

-Pero vamos a ver, ¿”Tas” “matriculao”(2)?.

-No, pero me quiero apuntar.

-¡Pero si estamos en Enero, guapa!. Anda, ven otro día que esté secretaría abierta y ahí te informan. - me espetó.

-Está bien, muchas gracias.

A pesar de haberme mostrado correcta en todo momento, el conserje no cesaba de mirarme como si fuese una vulgar criminal, impidiéndome, por todos los medios a su alcance, visitar las instalaciones de la Universidad. Después de un enzarzamiento verbal, me echarón como una caja destemplada y di a parar con mis huesos en mi cama azul donde vertí más lagrimas, pero esta vez eran lágrimas henchidas de odio e ira.



Capítulo II: Anthony




Durante días y días no cejé en acudir, observando desde el césped del Campus Universitario a los alumnos que de sus puertas salían y entraban con gran estrépito. Escuchaba sus despectivas palabras acerca de los profesores y las asignaturas mientras yo hervía de envidia e impotencia. Poco a poco comencé a mirarles con ojos de furia e impaciencia. Cada vez la sensación fue creciendo de manera gradual, hasta que mis ojos, encendidos con el fuego de la violencia, se rindieron ante el fresco manantial de los ojos azules de Anthony. Entonces, casi como en un suave susurro, me habló:

-¿Dime, por qué estás sóla, en la hierba, cada tarde?. Hace frío...

-No lo sé, déjame sóla; déjame. Por favor...

-Como quieras, pero quería advertirte que tienes un don muy especial, tus ojos lo denotan.

-Gracias, eso díselo a mi madre. Ella cree que soy estúpida...

-Nada más lejos de la realidad. Llego tarde a una cita. Ahora, debo irme.

-¡Espera!, ¿Cómo te llamas?...

-Me llamo Anthony. Pregunta por mí el próximo día y charlaremos con más calma en una cafetería a la que sólo acudimos unos pocos amigos...

-Adiós... (3)

Me reproché el haber sido tan torpe de no revelarle mi nombre. Durante los días siguientes pregunté incansablemente a los alumnos, a los profesores y al resto del personal universitario que brotaba profusamente del edificio. Nadie me daba una respuesta y yo estaba segura de que Anthony había quedado dolido al mostrarme yo tan reservada. Le busqué por todas partes, en vano, hasta que al final, loca de dolor, decidí arriesgarme y volví a traspasar las puertas de la Universidad para buscarle dentro.

Grité su nombre por todas partes y sólo el eco me contestaba. Seguí corriendo y gritando por pasillos, aulas y bibliotecas, en vano. A pesar de las lágrimas que empañaban mis ojos, le acabé encontrando debajo de una mesa. Corrí con todas mis fuerzas para reunirme con él. El amor todo lo puede siempre y cuando sea verdadero.

-¡Anthony!, ¡Sofía!, ¡me llamo Sofía! - exclamé.

-¿Dónde estabas Sofía? – preguntó mientras se incorporaba.

-En la hierba, donde siempre. Te he buscado, ¿sabes?. Perdona por haberte tratado tan hoscamente como lo hice.

-No tiene importancia. Mira, esta es la cafetería de la que te hablé. Nos reunimos aquí cada tarde a charlar y debatir. Voy a presentarte a mis amigos. ¿Quieres un café?

-No bebo café, gracias. ¿De qué estábais tratando?

-De filosofía y otros temas profundos, Sofía.

-Por favor, déjadme participar con vosotros. Estoy muy interesada en comunicar mis pensamientos e ideas. Mi madre no logra comprender ciertas cosas, ¿sabeis?. Es una madre luchadora, aunque superficial. (4)

Y así, de la mano de Anthony, fue como logré, finalmente, incorporarme a la dinámica de la Universidad. Anthony no sólo fue mi amor; además, fue un amigo y un compañero en todos los aspectos.

Todos los días pasaba a recoger los escritos que Anthony me había dejado en secretaría tal y como me había prometido. Cada día los folios estaban listos, perfectamente grapados y mecanografíados con esmero. Si nadie me miraba, me pasaba las páginas por el rostro y se me antojaban cálidas. Los recogía cuando no había nadie, nada más abrirse la ventanilla: era mi secreto clandestino. Me complacía que me los diese el conserje a regañadientes. Ese ser mediocre se quedaba postrado en una ajada silla mientras yo resurgía como un ave fénix antes sus narices.

Gracias a las indicaciones de Anthony, descubrí películas que invitan a pensar y libros cargados de una honda sensibilidad, así como artistas de reconocido prestigio. Pude internarme en el alma atormentada de Lucía H. Barría o en el desgarrador patetismo de Jordi La Banda y sus figuras toturadas.

Fue un período de una literal renovación espiritual a todos los niveles. Pero junto a la euforía del elevar mi espíritu, algo malo estaba pasando en el seno de mi familia. Mi madre y yo seguíamos compartiendo largas jornadas de televisión pero mis nuevos conocimientos distanciaban la forma en que afrontábamos la actividad.

De forma inexplicable, cada palabra e imagen que profería el tubo catódico, era fusionada con datos que mi memoria había digerido con fruicción anteriormente, aunque no se tratase de un programa cultural. Era algo que me embargaba, me poseía; era algo más fuerte que yo, ese debía ser mi don. El interés con el que yo contemplaba cada programa no era correspondido por mi madre, que seguía alagartada en su sillón sin pensar en cosas. Era obvio que con mi madre no podría compartir mis nuevas intranquilidades como hacía con Anthony. A pesar del cariño que le profesaba a mi madre, tuve que expresárselo con bastante honestidad:

-Mamá, esta casa se me ha quedado pequeña, necesito abrir nuevos horizontes.

-¿Qué horizontes?

-Horizontes universitarios.

-¿Otra vez?

-Sí. Y quiero que sepas que otras personas han sabido ver en mí lo que tú no has sabido ver.

-¿Pero qué dices?

-Han visto un don. Poseo el don de asimilar cultura.

-¿Y quién dices que te lo ha visto el don ese?

-Unos amigos de la Universidad.

-Ah, ¿pero que vas a la Universidad?

-Sí.

-¿Pero te han dejado matricularte si no tienes la E.S.O.?

-No me ha hecho falta. Un chico me presta sus escritos, los estudio y después compartimos las conclusiones juntos charlando en una cafetería.

-¡Ay!. ¡Ay!. ¡Ay!.

-¿Qué?

-Que es que eres “mu”(5) tonta, hija mía de mi vida, eres mu tonta.

Esta vez corrí a mi habitación parsimoniosamente, vertí escasas lágrimas y me recosté moderadamente sobre la almohada. Incluso culminé antes de que la noche me sorprendiese con su ensoñadora luna. Sí, lo estaba logrando, ya no era la misma y no me importaba dejar de disponer de la cama azul de mi madre. Anthony y la cultura tendrían dispuesta otra cama para mí que no sería azul, sino de otro color que expresara alegría (6).

Comentarios

  • PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
    editado julio 2009
    Capítulo III: Los 7 trabajos de Hércules.




    Las conversaciones en la Universidad se fueron sucediendo inexorablemente. Los debates y las charlas rondando temas profundos se iban tornando cada vez más apasionantes. Los cuarenta minutos desde mi casa a la Universidad se veían sobradamente legitimados por ese minuto de intercambio intelectual y por la presencia de Anthony.

    Las ocasiones en las que los contertulios se quedaban boquiabiertos ante mis intervenciones se contaban por miles hasta que llegó el día en que, llevados seguramente por la envidia y el revanchismo, quisieron amedentrarme:

    -Sofía, ¿crees que nos asombras con tus brillantes comentarios?

    -No es mi intención asombraros, te lo aseguro fehacientemente.

    -Eso es lo que dices, pero resulta evidente que la única razón por la que vienes todos los días a compartir un rato de serena charla es para intentar demostrar que eres más culta y aguda que nosotros.

    -Eso es completamente falso, lo hago por amor a la sabiduría per se.

    -¿Es que no te cansas nunca?.

    -Para mí no supone ningún esfuerzo dejar fluir la inteligencia.

    -Está bien, ¡basta ya y escucha!. ¿Conoces los siete trabajos de Hércules?

    -Por supuesto. –dije yo con un brillo de inteligencia en los ojos.

    -Hemos decidido probar tu supuesta sabiduría y vamos a establecer una norma. A partir de mañana, cada día que pase deberás tener preparada una frase inteligente que no se haya pensado jamás. Si logras hacerlo durante siete días, reconoceremos tu superioridad. Si fracasas, no esperes más que la burla y el destierro de nuestro grupo de charla.

    -¿Si no logro superar la prueba no podré ver más a Anthony?

    -Así es.

    Anthony permanecía durante la tensa charla cabizbajo y con el rostro tapado con la mano. No hizo amago alguno de asentar algo de cordura en medio de toda esa locura.¿Es que Anthony no se daba cuenta de nada?. De repente, lo comprendí todo, Anthony no era más que otro impostor. Tomé una determinación:

    -Ya puedo darte la primera frase desde hoy. –declaré.

    -Está bien, te escuchamos.

    -Los trabajos de Hércules eran diez, no siete.

    -¡Mientes!

    -Compruébalo si quieres. Los trabajos de Hércules eran diez. Ahora lo veo claro, conjunto de mediocres envidiosos. Y tú, Anthony, me has decepcionado: ¿No sabías que los trabajos de Hércules eran diez?

    -Lo siento, Sofía. No soy como tú.

    -Oh cielos. Vuelvo a estar sola, ¿verdad?.

    -Desde que te conocí he querido llevarte conmigo, Sofía, pero ahora andas tan aprisa que no puedo seguir tu paso.

    -Ya veo. No os preocupeis, no voy a humillaros. Me declaro escindida de este grupo de charla y debate Universitario. Me declaro escindida de la Universidad, de toda ella.

    -Sofía, yo...

    -Déjalo Anthony. Una vez ya te dije que me dejases sola. Creo que así debió ser, ¿No crees?

    -Supongo que sí. Te echaré de menos.

    -Yo también a ti. Adiós.



    Epílogo




    Desde entonces estoy sola y deambulo. Ojalá nunca hubiesen encendido este don que me postra. Aquí me encontrareis, en una playa desierta, oyendo las olas del proceloso mar con una taza de café (7) y un ordenador que no para de llenarse de miles de Trabajos de Hércules a cada cual más azul.



    (1) Debe comprenderse “muy” en vez de “mu”, por tratarse, este último, de un vulgarismo fonético.
    (2) El habla del conserje estaba plagada de incorreciones.
    (3) El diálogo fue más largo pero ha sido sintetizado y adaptado con un formato literario.
    (4) Ver punto (3).
    (5) Ver punto (1).
    (6) Amarillo o rosa.
    (7) Ahora bebo café;.
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2009
    Compañero perplejo:
    ¿Me das permiso para comentarte con cierta crudeza sobre aspectos de tu texto?
    ¿Puedo hacerlo?
  • PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
    editado julio 2009
    sí, c

    *Ay, coño, he dado a enviar sin querer.
  • PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
    editado julio 2009
    Sí, sí, dale. Espero que no confundas a la narradora conmigo :)
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2009
    No confundo a la narradora contigo, aunque dicen que todo trabajo es autobiógrafico de manera inconsciente.

    Esto no parece que lo haya escrito el mismo que contó el de los dos ratones.

    Lo primero disculpas por el largo comentario, y no se si va a caber todo completo, espero no aburrir.

    Recuerdo tu post sobre lo pedagógico de las críticas y éste párrafo interesante donde dices:

    3) Hay que tomarse en serio el trabajo cuando se escribe y con humor cuando se critica. Escribir no es mostrar el alma, es una técnica que se aprende y se aprende mejor cuando uno se divierte. Se debe ser libre para criticar, opinar sobre la crítica, meter comentarios, hacer risas y decir alguna bobada. La solemnidad mata el aprendizaje. Cuanto más se desdramatice, mejor.

    Con esto ya casi dar permiso ¿no?

    Si nos remitimos a lo único que conocemos de tí, no veo tus maneras ni tus modos. No se te reconoce. Y no hablo de registros diversos. Aunque he leído a algunos autores que han publicado que te aseguro que escriben mucho peor que cualquiera de nosotros, todo es cuestión de oportunidad y suerte, por desgracia, pero no pareces el mismo, ni el estilo, ni la forma. Pareces un Cortázar devaluado, una sombra de su irónica y desordenada pluma, un principio de.



    Ahora vamos a por tu decálogo de sabiduría, que según qué contadores, los trabajos de Hércules no eran siete, ni diez, sino doce, pero respeto tu libre narración y la casi humorada que haces en él.


    Un texto largo. Adecuado para el formato papel, no para el virtual,
    Es mi opinión claro, al menos yo me canso cuando leo algo amplio para este medio. Por el otro, el papel devaluado, cuanto más extenso mejor que mejor, aunque el libro pese en las manos y haya que cambiar de postura. Pero eso es una opinión personal, hay buenos textos por aquí y de gran formato.

    Empiezas con un mente. Franca-mente, con lo cual me predispones a leerte con el ceño fruncido y haciendo ¡hum!.:

    “Francamente, madre no hay más que una…..”

    Acomodo el gesto y pienso, clave de humor trasnochado, vale, casi radionevela sudamericana de los sesenta, vale.

    Lo empeoras explicando y eso que me advertiste en un amable comentario sobre las acotaciones, que prometo no caerá en saco roto el consejo, aunque acabo de publicar uno donde está a tope, así que ahí tienes carnaza ( ahora sonrío mucho).

    Esto dices y solo es una parte:

    “creo que al lector le das una impresión de entrometerte demasiado, como si le obligaras a interpretar en vez de dejarle a él solito con lo que muestras en el texto”, pero tu explicas perplejo, y además, pensando que no hemos entendido tu intención, que somos ciegos por lo visto, nos abres un numerito añadido para lectores bobos que dices:

    1.= 1) Debe comprenderse “muy” en vez de “mu”, por tratarse, este último, de un vulgarismo fonético.
    (2= El habla del conserje estaba plagada de incorreciones.
    7= incluso hay un siete donde nos dices que sigues tomando café. ¿???? Bueno, por lo menos mos haces sonreir un poco.



    y sigo leyendo.
    “Y como muestra un botón: la mía, una mujer única, como una preciosa piedra. A pesar de ser una madre trabajadora, luchadora y soltera, pasó largos ratos conmigo y sacó una hija adelante: Sofía.”
    Ya no es humor, pienso es folletín buscado aposta, efecto kitsch, ese intraducible judeo-alemán para designar el oropel, los angelotes dorados tan del gusto medio burgués, ( Buen registro, pensé) quiere exacerbar la frase hasta el punto histriónico. Vale. Recompongo el gesto porque tengo voluntad de leerte y comprenderte.

    Habla una mujer por tu boca y me parece que es un reto estupendo, el que cambiemos de rol y de maneras de contar y decir. Un Hale –hop más difícil todavía, o eso quiero pensar. Tenemos la potestad de reinventarnos. Podemos ser una mujer joven, o un grumete, o una anciana, o un saharahui, o un ratón, o una nevera donde un moribundo apoye su cabeza en su último espasmo.
    Hay un párrafo completo que dice:

    “Recuerdo que comencé a correr hasta mi habitación como nunca corrí antes y una vez allí, sobre la cama azul que mi propia madre dispuso para mí, me recosté sobre mi almohada y dejé deslizar mis lágrimas hasta que la noche cayó envolviéndome por completo”

    ¿La noche cayó envolviéndome por completo?¿?mi propia madre dispuso para mí?

    No sigo. Porque a mi no me parece que el mismo autor agudo y sorpresivo de los ratones, sea el mismo que atropella este poco creíble relato, con diálogo poco sostenido, casi aburrido.
    Esto no lo has escrito tú.

    Esta es la primera parte y me apetece decirte lo que si me ha llegado, y es tu intención.
    -Me gusta tu intento de poner una boca de mujer ( algo muy difícil, tanto como cuando nosotras ponemos boca de hombres, yo lo he hecho, y creo que tan mal como tú).
    - Me gusta que se llame Sofía, a pesar de lo evidente del nombre, y sea tan lista que deje a todos detrás ( parece una recreación de lo que te ocurrió en cierto momento de tu vida, cuando eras aquel niño que sobresalía por encima de todos los de tu clase).
    - Me gusta que no nos pongas de oxigenadas vacuas, o morenazas come hombres, o vírgenes impolutas, o….
    Me paro y pienso como lo hubiera hecho yo, y eso no es justo y entonces te leo tu sengunda parte con ojos lavados de mis propias itenciones. Es tu historia, que no la mía.

    Segunda parte donde entra Sofía y tiene una conversación con un conserje que tu explicas con el tás.(2).

    ¿Arribar a esta Universidad? Ninguna muchacha habla así, salvo que sea rarita, como Sofía.

    Acabas de hacer un chiste ahora con lo de cómo una caja destemplada y por fín sonrío, recuerdo el alma de los pies de mi abuela. Sigo sonriendo. Menos mal.

    Avanzamos y ya estamos en la Universidad, y al parecer, un gerundio se une con un mente “Las conversaciones en la Universidad se fueron sucediendo inexorablemente”.

    No es un buen trabajo, o a mi no me lo parece.
    No está a la altura del excelente comentarista que eres, y no lo digo por las críticas positivas, las que son en sentido negativos son igual de buenas.
    Por fin tengo algo bueno que decir. El final me encanta, que bien suena:
    …un ordenador que no para de llenarse de miles de Trabajos de Hércules a cada cual más azul.
    Y que ojalá pueda leer esos relatos azules, espero que más certeros que éste, según mi pobre punto de vista. No parece el narrador el mismo que escribió un original desenlace de dos mascotas.
    Un abrazo y espero que aceptes esta crítica que he intentado. Ni te imaginas lo que me duele hacerla, pero te presentaste como un chico valiente y resuelto, así que tocará apechugar. En fin….un abrazo.
    Joder...que cansada estoy.
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2009
    Y eso no lo has escrito tú, y si quien lo ha hecho, es un autor reconocido, tampoco me gusta.
  • PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
    editado julio 2009
    Sofía, Suina. Suina, Sofía.

    Espero que os hagáis buenas amigas.
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2009
    pero que dices...
    ¿ Sofía yo ?
    La última de la fila. Esa era yo. Para que no la vieran.
    Bueno, ya te hemos leído Perplejo.
    Y has borrado parte de tu último mensaje, y entonces dejará de tener sentido el mío.
    Y eso no se hace.
  • PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
    editado julio 2009
    No, mujer.

    Os estoy presentando, por cortesía, no comparando.

    suina, ¿me das tu permiso para enseñar tu crítica en otros foros?


    *He borrado parte del otro mensaje porque no quiero estropear el truco.
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2009
    Claro que si.
    Aunque no entiendo para qué, pero si te hace ilusión....
    Un saludó Sofía.
Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com