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El Pasajero

Galiano CorreaGaliano Correa Anónimo s.XI
editado mayo 2016 en Otros
Comparto con ustedes este relato que escribí hará ya un año. Espero les guste.

La madre corría por el pasillo. Los números de las puertas se amontonaban. A veces creía que había dado con la estancia correcta pero algún número fallaba. Hasta que por fin dio con la placa correcta colocada en la puerta. Era la habitación 321. Se quedó parada sin aliento unos segundos contemplando la secuencia de números. Agitó la cabeza saliendo del aturdimiento, puso la mano temblorosa sobre el picaporte, cogió aire y abrió la puerta muy despacio como si fuera a romperse.
Allí estaba su hijo, sobre la cama y junto a él, un médico observaba con detenimiento el historial clínico. Dio un pequeño sobresalto al ver a Óscar con los goteros y las vendas, pero él no llegó a percatarse puesto que miraba por la ventana.
–Hola doctor, soy Silvia, la madre de Óscar –dijo con los ojos vidriosos y la voz quebradiza.
–Hola Silvia. Yo Manuel. ¿Le importa que salgamos un momento y dejamos a Óscar descansar?
Óscar sonrió ligeramente, al tiempo que una lágrima acariciaba su mejilla, mientras abandonaban la sala cerrando la puerta.
–¿Cómo está mi hijo? –Murmuró prácticamente para sí misma, sacando un pañuelo del bolso con un movimiento asombrosamente ralentizado.
–Dentro de la gravedad, se encuentra estable y se recuperará muy favorablemente con la debida rehabilitación –ojeó el parte médico, parpadeó dos veces y tragó saliva–. Tiene el brazo derecho fracturado por tres puntos. La pierna izquierda también fracturada por cuatro sitios. Una costilla fracturada y el ojo izquierdo ulcerado pero no hay riesgo de pérdida.
–¿C-cómo ha sido? –Dijo ella temblorosa, llorando, cerrando fuertemente los ojos y apoyándose lentamente en la pared.
–Un chico le golpeó con un bate de béisbol.
La puerta se volvió abrir. Óscar, no sabía si habían pasado unos pocos minutos u horas. Abrió despacio el ojo del que disponía y observó a su madre junto a la cama. Ella le sonreía entre lágrimas.
–Hola mamá.
–Hola cariño –susurró mientras le agarraba la mano–. ¿Qué ha ocurrido mi vida? ¿Cómo te encuentras? –preguntó ella intentando mantener una postura lo más serena posible.
–Es-est-estaba…–. Dijo Óscar a partes iguales de duda, rabia y dolor. Se mordió con fuerza el labio y prosiguió–. Estaba despidiéndome de Kevin en la puerta de su casa. Llevaríamos un cuarto de hora o así entre abrazos y risas y… le besé. Abrió la puerta de su portal y subió por la escalera hacia el ascensor. Entró y mientras se cerraba nos despedimos con la mano–. Hizo una pausa para recuperar fuerzas–. M-m-me giré y lo último que recuerdo es que alguien dijo: “¡Eh tu!, maricón de mierda vas a ver”…
Silvia se quedó en shock. Lo único que podía hacer era acariciarle suavemente su mano. Las palabras no salían por mucho que lo intentase. La garganta le parecía un bloque de hormigón.
–¿Recuerdas lo que me dijiste la primera vez que alguien me insulto con nueve años por lo que soy?¿Por cómo soy?¿Y la segunda?¿Y la tercera?¿Y después del primer puñetazo?
Ella asintió muy despacio. No podía hacer otra cosa. Cogerle la mano y asentir con dulzura.
–Me dijiste que con el tiempo todo pasaría. La gente se volvería más tolerante. Que era pasajero. Pasajero. Y esa es la sensación que tengo mamá. Me siento como el pasajero de un tren, al cual nunca quise subir, no compré el billete y veo, que nunca me dejarán bajar. Cada vez más, tengo la sensación que a este viaje le quedan menos paradas. Cada día con cada insulto, mirada de desprecio y golpe, se me vacía el alma y las fuerzas. Tengo 16 años mamá y la sensación de que un reloj con una cuenta atrás pende de mi cabeza –y empezó a llorar.
–No digas eso jamás –pudo decir ella al fin con ternura–. Puede que no te guste el viaje. Ciertamente a veces no podemos elegir, ni el trayecto ni el destino. Pero lo que sí podemos elegir es con quien hacerlo. Llegará el día en el que ese tren se quede sin combustible. Sin ese impulso que es el desprecio y odio irracional. Poco a poco como te dijeron en la asociación, lo estamos consiguiendo. Aférrate a tus sueños, esperanzas y a lo que más quieres. Eso es la vida cariño.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado abril 2016
    La intolerancia es para todos y todo, hay gente que se pega de cualquier cosa para agredir y hacer sentir mal a los demás.:rolleyes:
  • ACLIAMANTAACLIAMANTA Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2016
    Me gustó el tema y me parece bien escrito salvo por algunos fallitos de puntuación.
    Y me encantó la ùltima frase de la madre.
    Te felicito autor!
  • Galiano CorreaGaliano Correa Anónimo s.XI
    editado mayo 2016
    Muchas gracias. Me alegra que os haya gustado ;) .
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