¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

Continua la historia...

LawlietLawliet Gonzalo de Berceo s.XIII
editado abril 2016 en Relatos Encadenados
Pues eso, simplemente citar el ultimo parrafo escrito y escribir el tuyo propio. No hay ninguna regla importante. Sencillamente procurar seguir la historia y tratar de responder a las incognitas que el anterior dejó. Crear tu tambien tus propias cuestiones si quieres. Y lo ultimo, mantener la seriedad respecto al texto. No es de caracter humoristico. Por lo demas sois libres.

La situación estaba complicada. Mi mejor amigo acababa de salir del hospital con los pies por delante. Sin terminar de asimilar lo ocurrido ya estaba planeando como zanjar este lio infernal. Ya había perdido demasiada sangre, demasiada gente cercana. Era el momento, no había opción. El punto sin retorno estaba tan lejos que incluso había olvidado cómo era. No había tiempo de reflexión. Reflexionar se había quedado anticuado hace mas de 10 cadáveres. Ahora solo quedaba desenfundar, disparar y, tal vez, preguntar. Yo estaba perdido, ya no había vida en mí, pero mi amigo no merecía esto. No, no merecía morir así. Así no. No era justo. Me tentaba pagarles con la misma moneda. Uno a uno. Poco a poco. Acumulando la rabia. Dejándome llevar. No tenía nada que perder, la derrota ya estaba asegurada pues solo aspiraba a, quizás, una victoria de sabor amargo que para nada podría arreglar o compensar todo esto.

Comentarios

  • editado diciembre 2012
    Miré un farol que estaba encendido en la cuadra. El único encendido en la cuadra aquella noche desolada, con una leve brisa fría que hacía temblar los jirones que estaba hecha, por partes, mi ropa. Mirando fijo el centro de la bombilla de luz, me dije a mí mismo que esta vez no podía fallar, había demasiado en juego. Esto sería una simple práctica, pero me serviría para mejorar y esta vez no darle tregua al enemigo. Levanté mi delgado y pálido brazo hacia la luz y me obligué a mantener ambos ojos abiertos: si cerraba los ojos al disparar era señal de debilidad, y yo debía ser fuerte. Fuerte y completamente frío. Me concentré y quité el seguro a mi arma. Tenía un buen peso; no era nada demasiado profesional, sino simplemente lo único con lo que había podido hacerme en la desesperada huida. Acomodé mis dedos acalambrados y cansados, pero tenía que hacer esto. Sin esperar más disparé. En un segundo, todo quedó oscuro.
    [OCULTAR]Esto es lo que querías que hiciéramos? Decime tu opinión :)[/OCULTAR]
  • LedhariusLedharius Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado enero 2013
    La infortunada noche se había convertido rápidamente en una sala perversa y ciega. Sabía que no debía cerrar los ojos. Pero ya no valía. Las agujas de mi reloj se intercalaban unas a otras con una rapidéz tan terrorífica que el sonido se amplificaba y llegaba silenciosamente a mis oídos. En el paroxismo de mi visión mental di cuenta que el corazón latía irregularmente; de una lentitud catatónica hasta la velocidad de un asesino nocturno, y viceversa. Debía enfrentar el miedo, tal como esos libros de autoayudas rezaban, ése es era el camino para ser decidido. En lugar de tantear el paisaje con mis pies, resolví despertar del sueño mis ojos, al ver solo un farol inquieto atravesado por una bala, me tranquilizé. No hasta que ví el reloj que despedían la hora y mi desesperanza, podría ser que no alcanzara a realizar mi venganza,él ya había derramado mucha sangre y nadie vive más de media hora sin ella, aunque podría convertirme en un veloz asesino nocturno...

    [OCULTAR]Disculpen si no es lo que se deseaba, traté de jugar un poco :([/OCULTAR]
  • ariadna garciaariadna garcia Anónimo s.XI
    editado julio 2015
    Traté de tranquilizar mis nervios. Mi corazon latía cada vez mas deprisa, y esta vez, no era solo cuestión de contar hasta diez. En un par de dias, lo había perdido todo; mi amigo había muerto y mi novia (a la que siempre había intentado mantener al margen) estaba en manos del enemigo.
    En ese momento, me hice una promesa: si conseguía salir de esta, me la llevaría lejos, fuera de todo aquello. Respire profundamente: había llegado el momento.
  • HescritorHescritor Anónimo s.XI
    editado marzo 2016
    En ese momento, mi teléfono sonó. ¿Quién coño podía ser?
    -¿Si? —Dije, esperando ya cualquier cosa.
    —¿Es usted el Señor Muñoz? —Inquirió una voz femenina.
    —¿Quién es usted?
    —Soy la enfermera… Hemos hablado hace menos de veinte minutos… Es referente a su amigo…
    —¿Pedro? ¿Qué es lo que pasa con Pedro?
    —Verá, señor… El cuerpo de su amigo… Ha desaparecido…
  • colmillocolmillo Anónimo s.XI
    editado marzo 2016
    No fue si no hasta cortar la llamada que me cuestione el hecho de traer el móvil conmigo. Pedro había desaparecido, y aunque es de hacer esas cosas, el hecho de que estuviera muerto debería haberlo calmado un poco. Me agazape en el pasto, oculto, intentando ordenar en mi cabeza la serie de acontecimientos que habían dicho presente en las ultimas horas. La claridad era una cualidad con la que no contaba en aquel momento.

    [OCULTAR]No soy de la pluma tan densa, pero la diversidad enriquede el juego :) [/OCULTAR]
  • martinsantomemartinsantome Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado marzo 2016
    Tantas muertes no me estaban llevando a ningún lado. Seguir disparando sobre peones era una estupidez. Tarde o temprano alguno de los asesinatos saldría mal. Debía centrarme en las piezas mayores; en la dama, en el rey.

    Guardé silencio unos minutos. Me percibía bloqueado. Y, sin embargo, muy dentro mí intuía que Pedro no me había dejado sin atarme los cabos. Entorné los párpados. Relajé mi respiración. Me interné en mi inconsciente. Hice que discurrieran los últimos acontecimientos en mi percepción; desfilaban en torrente, entremezclándose. De pronto, una secuencia neguentrópica; paro la proyección, la enfoco, amplío: ¡ahí, eso es!

    Comprobé si me quedaban datos móviles. Abrí el navegador e introduje la dirección del foro en la barra de direcciones. Mi sospecha encontró evidencia: Pedro había dejado claras y precisas explicaciones: un mapa con leyenda. Fui rastreando todas sus intervenciones, reconstruyendo los fragmentos, descifrando su compleja técnica para esconder información relevante bajo la apariencia de textos aparentemente desconectados.

    Para cuando recibí la alerta de batería bajo ya tenía mi dibujo: nombres y direcciones. Guardé el teléfono junto a la pistola.

    Sentí de nuevo en mi pecho esa sensación de libertad que da el saber que ya no tienes nada que perder. Sentirme totalmente en el fondo, abajo de todo, me abría un arriba como un cielo. Me puse en pié: dar jaque mate antes de recibirlo.

    [OCULTAR]
    ¡Saludos!

    ataraxia_frato.png[/OCULTAR]
  • claudyoclaudyo Pedro Abad s.XII
    editado abril 2016
    Sin tiempo para pedir ayuda, ni más recursos que dos cargadores de repuesto, me puse en camino al lugar de la lista más cercano a mi ubicación. Solamente haría un poco de ruido para hacerme ver y simular que me tienen acorralado; para cuando se den cuenta que no estoy, espero ya haber llegado a sorprender a los distraídos guardias de los peces gordos, aún a riesgo de la seguridad de mi novia.
    La venganza es un plato que voy a comer bien caliente, con el odio y la adrenalina empujándome, pero con el cerebro al mando: no hay margen de error. No tengo hambre ni sueño, aunque no recuerdo la útlima vez que comí y descansé. Estoy palpitando, con el pulso firme, preparado como nunca para la acción. No le temo ni a la muerte, ni al fracaso. Solo estamos mi arma y yo. Bajo del auto y camino lenta y firmemente.
  • Mi primera víctima es Musa al-Nasser. Bebedor, putero, cocainómano y traficante de armas en la frontera, creímos que era amigo nuestro hasta que nos delató para reducir su condena. Si en su momento no pudimos vengarnos por estar él bajo la protección de Sassuola, ahora que había rasgado la ropa interior de mi novia, herido sus muslos y ensuciado sus entrañas a punta de pistola podría ajustar con ese moro de mierda todas las cuentas. Me pagaría con intereses y juré por Dios que suplicaría su muerte cuando acabase de castigar su cuerpo.
  • martinsantomemartinsantome Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado mayo 2017
    La estupidez todavía me guiaba cuando Sassuola, ataviado en blanco, repleto de joyas, pulcramente afeitado, me invitó a pasar a su mansión, y un latente racismo disfrazado en el desprecio causal me hacía comportarme como un mulo: ciego y testarudo directo a mi muerte.

    Habíamos quedado para tramar cómo facilitarme el acceso a la retaguardia de Musa al-Nasser. Tomábamos té en un patio abierto, rodeado de macetas y jardineras, nuestra conversación se mezclaba con el chisporroteo de una fuente de tres cacerolas. Sassuola iba a tracionarle, y yo sería su brazo ejecutor.

    Sin embargo, seis horas más tarde, ya menos gallardo, me salto los detalles de la falsa bandera, Musa me estaba sodomizando en el sótano, amordazado y largo rato golpeado. Mi enemigo gritaba como ido, vejándome con el sexo, dándome palmetazos y pellizcos, sentía dentro de mí sus embistes y me brotó la certeza de que aquella bestia conocía perfectamente todo el odio que yo había acumulado contra él; me lo devolvía. Y, por un momento, sentí que quizás la cadena de odio venía de mucho tiempo atrás. Si pude haberla detenido, ahora ya era tarde.

    Sassuola, con un gran picador de hielo, apareció en mi campo visual, me cogió el cogote frenando el va y viene que Musa me propinaba. Alzó el brazo y descargó el clavo contra mi espinazo. Apenas dos espamos, la sangre girándula, caí muerto.

    Quizás la estupidez con la que llegué a pactar con Sassuola contraste con la rabia que la precedió tras lo que Musa le había hecho a mi novia y, quizás, la soberbia depresiva que precedió sirva como otro eslabón en una cadena demasiado larga para humanos pero muy corta a ojos del siguiente paso, que es a dónde llegué cuando se paró mi corazón, desengrado y con el ano maltrecho. Jamás hubiera podido darle crédito a la teoría de la transmigración de las almas [1], por mucho que la élite y los círculo académicos controlen sus aspectos y anden usufructuándola a espaldas de los nescientes y legos. Sin embargo, así fue. Anduve largas semanas desprendiéndome del cuerpo que Sassuola ordenó arrojar al mar.

    Habían pasado 49 [2] días, entonces me encarné de nuevo. Cuando mi alma se hubo instalado en el cuerpo asignado, en un proceso de engarce que asemeja un humo aposentándose en polvo dentro de una estancia recubriendo y amoldándose como una sombra a los muebles y cualquier objeto, ya dentro de mi nueva forma de vida corpórea, observé y descubrí que estaba en... yo era...









  • colmillocolmillo Anónimo s.XI
    no estaba muy seguro, todo estaba muy humedo, pero calido a la vez y era muy blanco y pequeño. Desde el exterior se sentian ruidos del ambiente, algo amplificados a como los recordaba. No tenia tiempo que perder, debia poner en su lugar al cerdo de Musa y su gente. Mágnimo fue mi asombro al comprobar la ausencia de mis brazos, aunque mas que desaparecer habian sido reemplazados por unos apéndices muy flacos terminados en punta, teniendo la articulacion correspondiente al codo invertida. Tuve miedo, he de ser sincero, crei que  habia sido encontrado por alguna especie de hombre de ciencia quien me habia mantenido con vida al interior de algun tanque con liquidos necesarios para que no muriera.

    Casi por instinto le di de cabezasos a la estructura, cediendo ésta sorprendentemente fácil, salí, la brisa me golpeó violentamente la cara y todo el cuerpo. Noté que mi recipiente tenia la apariencia de un huevo y junto a el habian otros tres, tambien en proceso de liberar a sus prisioneros. Estabamos en una estructura hecha a base de ramas y palos estrategicamente pocisionados. Me acerqué a la orilla para comprobar, por ridiculo que pareciera, que estaba a varios metros de altura. 

    Los ruidos de mis compañeros interrumpieron lo embobada de mi situacion, me giré para echarles una mano y horrorizado contemple que eran algun tipo de aves desnudas gigantes, desesperadas, estupidas, peligrosas. Hice con premura un plan para bajar del lugar, pero no me daba suficiente confianza, en lo que le daba una segunda mirada un pensamiento me invadio... que tal si yo era un ave tambien? eso era posible? mi ultimo recuerdo era estar ahogandome en el mar con el corazon perforado y el ano sodomizado, como es que pasé de eso a ser un indefenso pajarillo? si asi era, estaria pedro aqui tambien? nunca iba a recuperar mi telefono? tenia algunas fotos importantes ahi, bueno, seguro tendria problemas mas grandes ahora, como la sombra que se paseaba en circulos por sobre el nido.. 
Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com