Espejismos

Había ido allí a conciencia. Aquello era ciertamente un arrebato a su propia vida, a su existencia, y a estar siempre a la altura de todo, menos de si misma.

Aquella noche quería que fuese diferente, aquella noche dejaría que la música enmudeciera su voz y que el alcohol acallara su conciencia. Pero había ido a hacerlo ahí, donde corría riesgo de verle sin importarle que si lo hacía se la encontrara echa un despojo, la sombra de si misma.

Se olvidó hasta de si misma, incluso logró enterrar su dolor el tiempo suficiente como para no permitir que volviese a sobresaltarla cada vez que creía que era él quien había aparecido por la puerta. Maldito destino.

Bastó olvidar además por qué había ido allí, precisamente, cuando al dar media vuelta se encontró su mirada despistada desplazándose entre la multitud. Se quedó petrificada, y entonces volvió a bailar. “Pero, ¿Por qué no le dices nada?” dijo una voz en su cabeza. “Aquello era una ilusión voz mía, idealicé un recuerdo y cuando volví a toparme con él, me encontré con un ser humano”.