Todo empezó en el mes de Junio de 1967. El día de mi cumpleaños. Yo había bajado a los andenes del Subte de Buenos Aires con la intención de viajar hasta el centro de la ciudad. En aquellos años la gente era más formal que ahora. Muchos viajaban abrigados debido al invierno, las mujeres bien arropadas y ciertos hombres de edad con el sombrero puesto. En cambio yo era un hippie, algo así como un desclasado. Un mirado de reojo por la gente formal. Un pendejo adolescente, un don nadie. Una especie de lumpen, aunque no demasiado.
Recuerdo perfectamente aquel día. No sólo por ser el día de mi cumpleaños sino porque se rumoreaba que en los kioscos de los andenes se estaba vendiendo Cien Años de Soledad. La editorial Sudamericana de Argentina había sacado a la luz la primicia mundial. Pero la verdad es que nadie en el mundo sabía nada de eso. Tan solo lo sabíamos acá. Y en el boca a boca furibundo de los lectores la ola de anhelos crecía y todos queríamos tener nuestro ejemplar. Un pequeño carro de dos ruedas llegó en ese momento con una caja de cartón y dentro de la caja la novela. Hubo varias personas que se acercaron al comercio y la exigieron a voz en cuello al vendedor que les entregara una.
Yo también lo logré.
Buenos Aires era tan maravillosa en ese entonces que salí con el libro al nivel de la calle y casi lloré. Allí estaba mi ciudad adorada, con sus fachadas europeas, con el riel de sus tranvías y con la magia de lo inexpresable. Porque aquella vez supuse, y de manera definitiva, que la literatura se trata solo de lo inexpresable. Y que ¡Ay de los ilusos! Que quieren decir y contar lo que ellos piensan. No se trata de eso, claro que no, se trata solamente de lo que experimenta el lector y no de lo que el autor escribe, mal que les pese a muchos seres pequeños que tienen un ego enorme y lastimero.
En fin, no saben, no se imaginan, lo que han sido para mí aquellos años.
Durante mucho tiempo guardé mi ejemplar de Cien Años de Soledad.
Yo lo había conseguido entre la multitud y era el feliz propietario de uno de los primeros de aquella increíble tirada que se vendió en el Subte de Buenos Aires. Pero un buen día, ya más grande, se lo regalé a mi primer amor, que viajaba en vapor hacia Europa.
No tengo más que admiración por García Márquez.
Sin embargo, estuvo bueno librarme de él.
Otros caminos me aguardaban, y yo esperaba recorrerlos con mi cuaderno y mi estilográfica. La ancha avenida de la literatura no tiene nada que ver con el pasado.
Cada palabra, cada signo puntual que escribimos está mirando siempre hacia adelante.
Igual que la vida humana.
Siempre hacia adelante.
Comentarios
Desconozco si el dato de tu mes de nacimiento es biográfico. Me ha hecho ilusión pensar que sí, porque yo también soy de junio. Un junio primaveral, caluroso en mi sur natal, así que he sonreído al escucharte lo del frío y las bufandas.
Buenos Aires era tan maravillosa en ese entonces que salí con el libro al nivel de la calle y casi lloré. Allí estaba mi ciudad adorada, con sus fachadas europeas, con el riel de sus tranvías y con la magia de lo inexpresable al fin y al cabo.
Mi padre vivió en Argentina durante cinco años, los más felices de su vida, según nos contaba. Yo le nací en su cincuentena (¡era un hombre de gran vitalidad!), así que me hablaba de una Argentina que me parecía remota y legendaria. Una Evita, enferma ya, asomada al balcón de la Mansión Rosada impresionó para siempre a ese joven que fue mi padre. Buenos Aires era en su boca como Shangri- lah, Damasco, o el centro de la Tierra de mis lecturas infantiles.
"Cien años de soledad" llegó a mi vida a primeros de los ochenta. Aún recuerdo lo mucho que me impresionó que un hombre pudiese crear como de la nada una realidad, todo un mundo. Siempre he escuchado los libros y , cuando los termino y cierro sus tapas, se hace un ensordecedor silencio que me deja vacía y triste por un tiempo. Hasta que abro otra tapa y otra voz, de otra latitud y con un acento diferente me habla de nuevo.
¿Qué sería de mí sin libros? Creo -puedo asegurar- que soportaría estar encarcelada si me dejaran tener mis libros.( He recordado a "El vagabundo de las estrellas" de Jack London).
Tu tesis sobre la Literatura:
la literatura se trata solo de lo inexpresable. Y que ¡Ay de los ilusos! Que quieren decir y contar lo que ellos piensan. No se trata de eso, claro que no, se trata solamente de lo que experimenta el lector y no de lo que el autor escribe, mal que les pese a muchos seres pequeños que tienen un ego enorme y lastimero.
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No tengo más que admiración por García Márquez.
Sin embargo, estuvo bueno librarme de él.
Otros caminos me aguardaban, y yo esperaba recorrerlos con mi cuaderno y mi estilográfica. La ancha avenida de la literatura no tiene nada que ver con el pasado.
Cada palabra, cada signo puntual que escribimos está mirando siempre hacia adelante.
Igual que la vida humana.
Siempre hacia adelante
Como refería a Pessoa, acabo de salir del Club de Lectura. Observaba a mis compañeras en silencio (¡ aguantándome las ganas de hablar!) y comprendí que cada una hablaba de una novela diferente. Incluso una de ellas había releído la que nos tocaba este mes y se había sentido defraudada por la relectura.
Antes, volvía una y otra vez a antiguas lecturas. Comprendí hace poco que se debía al estado mental que me había provocado una situación muy dura. Pero , regresé a una novela que me había impresionado ( Posesión, de B. S. Wyatt) y me llevé el chasco de encontrarla mortalmente aburrida.
Así que estoy contigo: "Siempre hacia adelante".
Es un gran privilegio haber cruzado mi camino con el tuyo, Bar.
En cuanto al hecho de anclarse con ciertas obras o autores, a mí me ha pasado con cierto guitarrista y con una película muy poco conocida que me marcó, seguramente por el hecho de no llegar a ver el final porque tocaba tomar un tren que me llevaba al lugar donde entonces estudiaba. Hoy estoy casi seguro de que no la disfrutaría de la misma manera, quizás no la disfrutaría en absoluto.
Linda la evocación del pasado, amigo mío.
Un abrazo.
Nunca te olvidaré, ¡oh, Bar!
Con cariño de tu muchacha de ultramar.