Quedó sudoroso, agotado, mirando al techo mientras exhalaba el humo del consabido cigarrillo del después. Estaba satisfecho de toda una noche de lujuria.
—¡Fantástica, maravillosa, alucinante...!, ¿no te parece?
—...No sé que decirte...
—¡¿Cómo?!, ¿qué quieres decir?
—Pues, que no me he enterado de nada.
Recordó —perplejo— el dineral que gastó en mariscos (ostras, percebes y caviar) y champagne (Dom Pérignon, bien frío), el trabajo minucioso de distribuir velitas por el suelo (lo había visto en las películas americanas) y seleccionar una música de ambiente romántico (Fran Sinatra, Julio Iglesias y algo de “Los Panchos”), el traslado suave hasta el dormitorio (“El lago de los cisnes”) asida por la cintura y por los labios, el lento desnudar con corazón desbocado y las mil y una posturas de amar (repaso del Camasutra y unos vídeos pornográficos) ejercitadas en un alarde de fuerza, habilidad y equilibrio y, ya al final, gritos rotorcidos de locura y de placer recorriendo espacios siderales. ...La miró con rostro enfurecido.
—¿Que no te has enterado de nada? — inquirió, indignado—, ¡pues hay que estar más atenta, coño!, ...¡y estar en el joder!
Comentarios
Pero, tu nombre me ha hecho detenerme y me alegro de haber leído este relato porque supera el humor. Sacudes, con el látigo de la ironía, una conducta masculina y lo que en ella subyace: prepotencia,orgullo,vanidad, egoísmo, endiosamiento, etc.
Y todo eso con gracia, pues, a pesar de presentarnos una conducta y un tipo reprobable, me arranca una sonrisa.
Saludos.
Lo has descrito con tanta gracia que no he podido dejar de reírme, a pesar de lo que subyace entre líneas.Un buen ejemplo de que el sentido del humor aligera la percepción de las cosas desagradables.
Mi felicitación.
Un abrazo.