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Que sea al mundo.



Él la miraba consternado, la abrazo tan fuerte como pudo, como quien quiere fundirse con su verdadero amor. Ella le correspondía, lo amaba.

-Te amo – dijo él- Soy tan afortunado en tenerte, soy tan feliz de tener tu amor.

Ella no dijo nada. Lo miró fijo a los ojos, como si examinará la situación, él no entendía que pasaba. Puso cara de desconcertado. Ella ahora tenía cara pensativa, se llevó la mano al mentón, como quien ingenia un plan maestro. Y de repente se iluminó, hizo un chasquido con los dedos, y le dijo:

-Ven… por aquí… vamos sígueme…- ella lo jalaba de la mano.

– ¿Pero a dónde vamos?

– ¡Ya veraz! Cállate y sígueme.

Jadeando se abrieron paso por un pequeño monte arbolado. Ella parecía ansiosa, como nunca antes él la había visto. Él no lograba comprender la urgencia.

– Ya casi llegamos.

De repente los árboles se habían terminado, tenían frente a ellos un pequeño claro. Lo llevo unos pasó más hacia adelante. Y ahí lo vio, estaban en la cima de un barranco, frente a ellos una pequeña cerca los separaba del borde. Más allá se extendía la ciudad, con todas sus luces, brillaba imponente en la oscura noche. Y ahí fue que sucedió:

– ¿Lo ves? – preguntó ella- Si nuestro amor ha de pertenecer a alguien, que sea al mundo. Yo no te pertenezco, ni tu a mí.

Lo miraba fijo, con los ojos brillantes, como los ojos de quien habla con pasión, con verdadera pasión, sintiendo cada palabra, cada sílaba. Estaban llenos de luz, temblaban de emoción. Ella continúo:

– Mi amor, al igual que el tuyo, es demasiado grande para nosotros dos, por eso sí hemos de sentirlo es para el mundo, y no para nosotros. Te corresponde, pero no te pertenece. No puedes encerrarlo y guardarlo. Pues él es libre, no puedes guardar un beso mío solo para ti, ni siquiera una palabra o una mirada… porque siempre habrá alguien más, alguien ahí, quizás viendo, quizás escuchando, quizás sintiendo. He incluso cuando pienses que estemos solos en una habitación haciendo el amor con verdadero sentimiento, como solo tú sabes hacérmelo, habrá alguien más, uno o varios, al rededor. Sintiendo nuestra locura, nuestra vibración, nuestro amor. Eso se contagia, se propaga por el mundo y no hay nada que tú puedas hacer para evitarlo. Por eso, sí esto, nuestro amor, ha de pertenecer a alguien que sea al mundo, le es al mundo y aún más le es al universo. Te amo, y nuestro amor no es solo para ti, sino también para nosotros, para ellos, para el mundo. Te amo, para ti, para mí, para todos.


Las estrellas brillaron más fuerte esa noche y la brisa parecía más suave. En cuanto a ellos… ¡Ah! Hicieron el amor toda la noche, fue tan fuerte que incluso yo pude sentirlo, estando a miles de kilómetros de distancia.


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