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El cocodrilo

DukdosDukdos Pedro Abad s.XII
editado junio 2016 en Narrativa
Cuando empezaba a molestar más de la cuenta mi madre me decía. - ¡Anda hijo, vete a ver como va el cocodrilo!
Estaba de vacaciones, era Navidad y se refería a que fuera hasta la confitería que estaba un poco más allá del portal de la casa donde vivía, para que mirara el cocodrilo de tostado turrón de Cádiz que todos los años presidia el escaparate en esas fechas y parecía marcar el inexorable paso de las fiestas con su continuo menguar.
Yo, cosa rara, me marchaba sin rechistar y mi madre debía pensar que me seguiría quedando atontado, mirando el escaparate, durante un buen rato, de la misma manera que hacía cuando era más pequeño. En aquella época tenía para mí un irresistible atractivo el colorido escaparate navideño de la confitería, con su gran cocodrilo rodeado de peladillas, mazapanes, polvorones, los conocidos turrones especiales de doña Fe y un bonito Belén con muchas figuras y unos Reyes Magos que avanzaban, día a día en dirección al portal, sorteando todo tipo de dulces; todo ello adornado con parpadeantes luces de colores y mucho espumillón. Era verdad que todavía me pasaba bastante tiempo delante de la confitería, pero ahora lo que me mantenía pegado a la luna del escaparate era la esperanza de ver a cualquiera de las jóvenes dependientas de la confitería encaramarse, en una pequeña escalera que las obligaba a estirarse, para limpiar o alcanzar algo de la parte alta de las estanterías. Ahora pienso que, en su momento, debería haberle agradecido a doña Fe su manía por la limpieza y su afición a colocar tan altas las cajas de bombones o incluso las bandejas con las pastas.
Se debe tener en cuenta, para entender de lo que hablo, que los hechos narrados se desarrollan a mediados de los años 60; cuando estaba en pleno auge la revolución desatada en la forma de vestir por Mary Quant y su minifalda, moda a la que incluso había sucumbido doña Fe a la hora de elegir los nuevos uniformes de sus trabajadoras; mientras que yo era un niño impresionable que empezaba a sufrir los rigores de la llegada de la pubertad.
Supongo que mi madre nunca llegó a sospechar que su afición por mandarme a ver el cocodrilo fuera, finalmente, tan determinante a la hora de iniciar mis primeros estudios sobre la entrepierna femenina.

Comentarios

  • evilaroevilaro Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado mayo 2016
    Dukdos:




    Entretenido...


    Saludos


    Emilio
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado junio 2016
    Mas entretenido que mandarlos al parque a ver si está lloviendo, :)
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