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Peregrinaje de un Rey (4)

Alejandra Correas VázquezAlejandra Correas Vázquez Gonzalo de Berceo s.XIII
editado noviembre 2015 en Histórica
PEREGRINAJE DE UN REY
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(4)

Por Alejandra Correas Vázquez

REINO ASOCIADO
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Hombre de élite, Don José Antonio defiende su Curaquía como un Reino Asociado con plenos derechos. Su Alteza Deiqui expone ante el tribunal que “no permite pulperías” (vinerías) en la nación diaguita que él gobierna. Combate además “con sumo rigor la ociosidad, la vagancia y la ebriedad”. Funda una plaza y organiza un Mercado (todavía subsisten en Córdoba como sobrevivencia de un pasado que aún pervive).

Son además “norte de su gobierno la virtud, la justicia y la ética”… Cada palabra del príncipe Don José Antonio, hace gala de su cultura refinada. Sus descendientes serán tan cultos como él, al punto de dotar a Córdoba con figuras relevantes en nuestro tiempo, como el profesor Rojas de Villafañe, el cual es quien nos entrega la documentación sobre su principesco antepasado.

El príncipe Deiqui ostenta un sello inconfundible que le ha sido prefijado. La dignidad de su estirpe. Político de raza, de aquéllos que pueden convocar conciencias y volcar decisiones. Con él se presenta, camina, lucha y vence.

Acostumbrado a gobernar desde el nacimiento, desde la cuna, exigirá con argumentos válidos el cumplimiento del Derecho Español y su jurisprudencia, que había sido violado. Es él, don José Antonio, uno de los últimos reyes indoamericanos reconocido por un tribunal colonial. Un rey de legítimas raíces, de tronco original autóctono.

Fue el suyo, uno de los momentos finales donde los pueblos dormidos de la Pachamama, hicieron sentir el peso y el vigor de su brillante pasado.
Para él, hombre rico y de alcurnia, esa caminata impresionante atravesando valles, sierras, salinas, bosques, pampas, altiplanos. Paredes rocosas cortadas a pique. Quebradas hundidas. Infinitas poblaciones desde Córdoba hasta el Alto Perú... Esa caminata representaba un encuentro con la historia. Un acto notable, más que un esfuerzo sorprendente. Era un reto con la vida y una superación sobre sí mismo.

También nos habla de su talento como dirigente de masas. Su espectacular convocatoria y su magistral entrada en Charcas, acompañado por aquella multitud silenciosa que lo acompañaba—pacifista y legalista— nos lo muestra de cuerpo entero. Aparte de sus derechos legalmente asentados en sus escritos y su oratoria, está su fuerza anímica y esa capacidad política, que no se desvió ni por un momento de su contexto y contenido real : hacer respetar “Las Leyes Diaguitas.”

O sea, el sistema de orden para su pueblo. La confirmación de sus derechos para continuar con el equilibrio, el trabajo y el crecimiento. Y presentóse allí, ante el poderoso y máximo tribunal, acompañado por una manifestación multitudinaria de gentes, completamente pacifista. Logrando con ello hacer respetar en su persona dinástica, el carolingio “Fuero de los Nobles”.

EL MONARCA
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Avanzó por los caminos como un Rey, seguido por un séquito. Fue recibido por una multitud que lo aguardaba ovacionándolo en la Plaza de Armas frente a la Real Audiencia, para verlo entrar por los grandes y ostentosos pórticos del supremo tribunal.

Llegó hablando en latín, recitando leyes, expresándose con oratoria, buscando un interlocutor válido.

Y Charcas los recompensó. …¡Siguió siendo Rey! …El único. La única casa reinante que tuvo su asiento en Córdoba : La Deiqui.

Murió en 1800 como un monarca, con todos los honores. Le sucedió el príncipe Don Juan de Dios Villafañe Deiqui.

En 1881 se repartió el Mayorazgo. Sus herederos formaron parte de la ciudadanía cultural de Córdoba. Su descendiente, el profesor Rojas de Villafañe, nos rescató finalmente su memoria.
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