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El hombre invisible (Tercera parte y final)

Solrac ZerimarSolrac Zerimar Pedro Abad s.XII
editado septiembre 2015 en Otros
...Tratando de olvidar esas sensaciones fue que siguió con su paseo, con el tamborileo de los miles de pies que acompañaban sus pasos, como el perfecto soundtrack de su solitaria película. Llegando al parque forestal, sintió una extraña sensación en su interior, esa que le solía ocurrir cuando algo inesperado estaba por suceder, y al instante vio cual era la causa de ese sentimiento.

-Estoy segura que querías escapar.- le dijo ella con una maliciosa pero divertida sonrisa.

Al mirarla todos los recuerdos de ella llegaron a su cabeza y sin saber que decir él le devolvió la sonrisa con timidez. Ella había sido compañera de colegio, pero en esa época colegial nunca conversaron mucho, fue después de salir que comenzó una relación más cercana, llegando a una sincera y duradera amistad.

Esteban siempre había sido callado, un poco tímido en realidad, pero al contrario de eso su relación con Milena siempre se había caracterizado por largas conversaciones, pasando desde lo más profundo hasta llegar a las banalidades comunes y corrientes del día a día. Ella, al igual que sus más cercanos amigos era los únicos a los cuales Esteban había recurrido para divertirse de manera real. No como en muchas otras ocasiones, en las que solamente era uno más que intentaba mimetizarse en un grupo para tratar de pasarlo bien, pero en lo profundo de si mismo quería era escapar de esas conversaciones sin importancia, de esos manojos de risas falsas, de esas caretas de simpatía que muchos vestían los Viernes en la noche, pero con el paso de las horas lentamente caían para dar paso al verdadero rostro, ese que aparece después de unas cuantas copas nocturnas y que muchos con vergüenza recuerdan a la mañana siguiente.

-Oye ven para acá y siéntate, hoy no te escaparas de mí, tal vez no te vea nunca más.- le dijo ella golpeando con sus manos el banco en el que estaba, sacando a Esteban de sus reflexiones.

-Tu no cambias sigues siendo igual de expresivo como siempre.- le decía ella mientras le besaba la mejilla.

¿Y cómo esa tu vida?, cuéntame que haces por el mundo Esteban, mira que tu y yo sabemos que las coincidencias no existen y tu eres el último ser al que esperaba ver, pero sin dudas el único que elegiría para estar hoy.- le dijo.

- Acá estamos paseando, disfrutando una calmada caminata por este gigantesco hormiguero, ¿y tú qué haces acá? lo último que supe de ti es que habías viajado al extranjero.- Respondió Esteban

-Correcto llegue hace un par de meses, y ahora vengo a morir en mi país. - le dijo ella, con esa manera tan especial que tenia para hablar, casi como si la muerte fuera una palabras sin mayor importancia, y acto seguido encendió un cigarro.

Luego de escucharla hablar durante largos minutos, le pidió un cigarro (lo que acababa de escuchar ameritaba un poco de tabaco). Él sabía que nada de lo que dijera haría cambiar la situación, la conocía bastante bien como para saber que hablaba enserio.

-¿Y cómo piensas matarte mujer? Y lo más importante ¿Por qué motivo?, no actúas como creo que un suicida lo haría.

-¿Vez ese edificio? – le dijo ella mientras apuntaba a la colosal mole que era el costanera, mientras con sus brazos hacia como que volaba.

-Y no pongas esa cara de aflicción si la que va a morir soy yo y lo más probable es que ni siquiera sienta dolor cayendo de esa altura. Además no entiendo eso de que “no actúo como un suicida”, ¿Cómo se supone que debo actuar? caminar con la mirada perdida, llorando en las sombras, gritando como una demente…Estás loco, la muerte no necesariamente debe ser algo triste.

El silencio se adueño por unos momentos de ellos dos. Lo sorprendente era que él se veía más complicado que ella con esta situación y como la conocía tanto, no había nada que pudiera hacer para evitarlo y la abrazo por un momento.

Ella lo miró mientras le explicaba que no se sintiera mal, que era una decisión que estaba pensada hace mucho rato, y que al contrario de los suicidas ella no lo hacía para escapar de nada. No dejaba nada más que su propia vida y ella era la dueña de sí misma, y durante todos estos años había disfrutado bastante y ahora a los 38 años consideraba que era un buen momento para irse, no tenía hijos, sus padres habían muerto hace tiempo, no contaba con hermanos, era ella y su vida.

-Tal vez estoy loca, pero que quieres que haga es lo que deseo. Uno actualmente no piensa en la vejez, de hecho es una lejana palabra como para tomar en cuenta, en mi caso no es así, y al pasar los años todo cambia, y cuando la vejez te atrapa se suele caer en los recuerdos del pasado glorioso de nuestras vidas. Tú sabes que probablemente esa inocente nostalgia puede transformarse en un cruel recuerdo que martilla en tu cabeza, como una implacable señal de lo cerca que esta la muerte, esa que se siente en tu cama cuando ya es necesario que alguien te levante, que alguien te lleve al baño, o que simplemente te alimente...No crees que ese momento encierra una tremenda y devastadora realidad, que te mantiene atrapado esa extraña melancolía, en las que sueñas con tu hermoso pasado, mientras minuto a minuto te vas consumiendo día tras día, hasta que finalmente mueras mucho más tarde de lo querías realmente..
Suena muy terrible, casi una caricatura, pero sabes que mis palabras no escapan de la verdad y todo esto se grafica en el clásico cliché “Todo tiempo pasado fue mejor”.
Lo extraño de la vida, es que uno vive su presente pensando en el futuro cercano, y cuando ese futuro se transforma en vejez, uno recurre al pasado para hacer más llevadero ese proceso... Y yo lo que menos quiero es irme sufriendo postrada en una cama, producto de lo implacable que pueda llegar a ser esa melancolía y en este momento soy yo quien decidiré mi futuro, y para mi la muerte es lo que quiero. Y no porque mi vida sea un calvario, al contrario he disfrutado mucho, viaje por el mundo, me realice como persona, creo que soy feliz, no tengo nada de que quejarme…Me siento muy bien, no tengo más ambiciones en mi vida. Además probablemente ni siquiera me dé cuenta que muero; nadie sabe con qué me encontrare después de la muerte. Lo trágico para ti es que no te lo podré contar, yo estaré mas allá, posiblemente en otro lugar- y haciendo con los dedos el signo de entrecomillas remata diciendo: “nunca olvides que la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma”. Y te lo dice una sicóloga con un máster hecho en Alemania. Y comienza a correr por el forestal y entre risas grita: ¡estoy locaaa!

Esteban la mira, y esas carcajadas son tan hermosas, suenan tan sinceras que lo invitan a reír a él también y corre tras ella.

Y bajo esas rojizas nubes crepusculares, ellos seguían su caminata, llena de risas, conversaciones, recuerdos. Tal como era siempre que ellos se encontraban. Hasta que finalmente llegaron a los pies del gigantesco coloso que era el edificio costanera. Ambos se quedaron mirando por unos largos segundos en total silencio. Se abrazaron como nunca, sintiendo latir sus corazones. Ella con una sonrisa y los ojos empañados y él, con un gigantesco nudo que aparte de oprimir su garganta, también lo hacía con su alma. Y con un beso en su mejilla ella se despidió y se adentro al edificio.

Después de unos minutos fue que Esteban dejo las afueras del Costanera y se perdió entre las calles aledañas, sin saber si estaba triste o alegre, no sabía que sentir; pero con el avanzar de las cuadras poco a poco la alegría ganaba la batalla, después de todo lo que conversaron, Milena parecía tener un conocimiento y control absoluto de su vida, mucho más de lo que él mismo creía tener de la propia.
Con las sirenas sonando calles arriba fue que cerca de Santa Lucia Esteban tomó el bus para ir a su casa, y así terminar este extraño pero inolvidable cumpleaños.



Ahora con la ciudad a sus pies y el viento golpeando su rostro Esteban recordaba aquel especial día, en el que miles de cosas pasaron por su cabeza, desde recuerdos infantiles hasta fantasmagóricas visiones, rematadas con su encuentro con esa hermosa muerte, esa que se reía a carcajadas de la vida, ese resuelto ser con el cual él converso esa perfecta tarde...Hace exactamente un año atrás.
Gracias a la lluvia que comenzaba a empaparlo fue que salió de sus pensamientos y decidió dejas las laderas del cerro para ir a su casa. Esa casa que se había armado hace menos de un año, cuando salió sin importarle nada más que él mismo. Sin saber si fueron los demás los que se hicieron invisibles para él o fue él quien lo hizo para ellos...Pero daba lo mismo, finalmente en este lugar y bajo este aguacero, Esteban era feliz.


Fin

Comentarios

  • Solrac ZerimarSolrac Zerimar Pedro Abad s.XII
    editado septiembre 2015
    Espero sus criticas y comentarios.
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado septiembre 2015
    Sino quieres ser tan invisible, nosotros también esperamos que leas y comentes, de lo contrario nadie se mosquea en esta soledad:)
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