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Apología de la fabada

LegendarioLegendario Fernando de Rojas s.XV
editado julio 2015 en Humorística
Cuentan los anales del Olimpo, que una tarde, Zeus, aburrido de néctar, de ambrosía, de maná y de otros rutinarios alimentos divinos, encargó a Minerva –diosa de la sabiduría- que bajase con los humanos a buscar un nuevo platillo que deleitase plenamente su divino paladar.

Minerva quiso satisfacer a Zeus, y por ello visitó -con esa específica misión- todas las regiones, reinos, ciudades y aldeas humanas, esperando encontrar en alguna de ellas un manjar que pudiese satisfacer al exigente paladar de Zeus.

En esa gira culinaria visitó Esparta, Corinto, Lidia, Doria,#Focia,#Beocia, Ática Acaya,#Arcadia,#Argólida,#Laconia, Mesenia, Troya, Eólia,#y Jonia.

Y algún tiempo después, cuando Minerva se encontraba frustrada por no haber podido encontrar en ninguno de los reinos conocidos aquel manjar que el divino Zeus requería, un Viento Circunstancial la llevó al territorio de los Astures.

Estos abominables y malolientes seres humanos, habitantes de una lejana región innombrada, eran criaturas salvajes, burdas, despreocupadas, indecentes, decepcionantes, pero…

…de repente Minerva, atravesando una aldea de esa primitiva región, percibió un olor mágico que salía de una inmunda cocina.

Su divino olfato se dio cuenta enseguida de que ahí estaba la gran solución al olímpico y culinario problema del aburrimiento de los dioses por comer siempre lo mismo.

Entró en aquella pocilga y vio a una anciana combinando las fabas con trozos de morcilla, de chorizo y de tocino. Le pidió que le permitiese probar aquel inesperado potaje, y con sólo un bocado, Minerva supo que la fabada sería para siempre el mejor de los alimentos olímpicos.

Unos días después, Minerva presentó en el Olimpo aquel primitivo platillo. Al principio, todos los dioses desconfiaban de su apariencia, pero el olfato les decía otra cosa. Una por una, todas las deidades olímpicas fueron llevando a la boca las fabas, la morcilla, el chorizo y el tocino, y en cuestión de tres minutos, Minerva tuvo que ordenar a los cocineros que preparasen más y más raciones de aquel magnífico guisado.

Desde aquel día, cada vez que se celebra algo importante en el Olimpo, los banquetes de Zeus tienen como platillo principal a la fabada.
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