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La hermana de roberto

ENEASENEAS Pedro Abad s.XII
editado junio 2015 en Narrativa
A mi amigo Roberto sus padres lo habían echado de casa y se había tenido que ir a vivir al apartamento de su hermana. De eso hacía dos semanas.

Una tarde que yo paseaba a mi perro y que casualmente pasaba frente al apartamento de su hermana, fui a hacerle una visita a mi amigo Roberto.

Roberto se alegró mucho de verme. Nos tomemos algo y estuvimos charlando de nuestras cosas durante un rato. A la media hora entró su hermana en el apartamento. Roberto me la presentó. Se llamaba Raquel, tenía veintisiete años y era profesora de Biología en un Instituto.

Raquel se sentó con nosotros en el sofá y estuvimos charlando durante unos minutos. Después agarró su bolso y salió del comedor hacia el interior del apartamento.

Al rato entró otra vez en el comedor. Se había cambiado de ropa y olía a gel de ducha. Se sentó a mi lado, cruzó las piernas y me preguntó a qué me dedicaba.

Un rato después, su hermano Roberto se levantó del sofá y le pidió a su hermana dinero para ir a comprar pan Bimbo y Coca-Cola.

Yo aproveché el tiempo que estuvo fuera para conocer un poco mejor a su hermana Raquel. Me cayó muy bien Raquel. Y cuando ella me dijo que no tenía novio, pensé que estaría bien intentar algo serio con ella.

Roberto regresó, y estuvimos charlando los tres durante un rato más. Después Raquel dijo que había quedado con alguien y se marchó.

Entonces yo le dije a Roberto que su hermana me había gustado mucho, que me gustaría tener algo serio con su hermana…
—Olvídate de eso, Carlos —me interrumpió bruscamente Roberto—. Mi hermana solo sirve para una cosa. Te lo digo yo, que la conozco bien. En las dos semanas que llevo viviendo aquí, la he visto entrar y salir con más de diez tíos.
Yo no entendía como Roberto podía hablar así de su hermana, dándome a entender que era una chica promiscua. Como me dio un poco de asco su actitud, no continué con el tema. Al rato, cogí a mi perro y me despedí de Roberto.

Yo conocía a Roberto y sabía que lo que había dicho sobre su hermana era mentira.

Acababa de terminar de cenar, cuando sonó mi teléfono móvil. Lo cogí, miré la pantalla y vi que era el número de Roberto.
—Dime, Roberto —dije. Pero no era Roberto.
—¿Carlos…? —dijo una voz femenina.
Me sonaba esa voz femenina.
—¿Sí…?
—Soy Raquel, la hermana de Roberto, Jijijijí—dijo riéndose con timidez.
—Ah, sí, dime, Raquel.
—¿Tienes algo que hacer esta noche…?
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