Capítulo 3
A la mañana siguiente, en comisaría, nos esperaba el resultado del análisis de la huella. Pertenecía a Bernardo Rojo, fichado por proxenetismo. Había compartido celda recientemente con Antonio Blanco. Actualmente con paradero desconocido.
-Bueno Juanita, vamos a dar un paseo.
-¿Algún lugar en concreto?
-Le haremos una visita a mi amigo “Peladilla”.
-¿Peladilla?
-El Peladilla es uno de mis confites. Antes hacía de chulo, seguro que sabe algo de Rojo.
-¿A qué esperamos?
Fuimos hacia el bar Galaxia, en el casco antiguo, el Peladilla pasaba allí la mayor parte del día. Efectivamente, cuando llegábamos pude verle en la terraza. Se lo estaba señalando a Juanita cuando nos vio llegar y se dio a la fuga internándose en el laberinto de callejuelas que forma el distrito. Corrimos en su persecución.
-Maldita sea Peladilla, no me hagas correr- grité mientras lo perseguía doblando esquina tras esquina.
El Peladilla estaba en forma y poco a poco fue sacándome ventaja, mientras, había dejado de oír los pasos de Juanita detrás de mi. Cuando al girar una de las esquinas lo vi desaparecer tras la siguiente, estuve seguro de que lo había perdido, ya que el callejón que había tomado desembocaba en una calle principal, pero cual fue mi sorpresa al encontrármelo parado con las manos en alto. Juanita estaba al otro lado del callejón apuntándole con su pistola.
-Joder Peladilla, te dije que no me hicieras correr- le dije dándole una colleja.
-¿Y qué esperabas Morales? Estaba tan tranquilo, tomándome un cubata, cuando de pronto aparecéis tú y Harryet la sucia señalándome con el dedo...
-Ella es la subinspectora Román para ti- le corté dándole otra colleja.
-¿Qué queréis? No me he metido en líos en mucho tiempo.
-Buscamos información.
-¿Y qué ofrecéis a cambio?
-No me toques los cojones Peladilla, puedo traerte muchos problemas y lo sabes.
-Joder, tan rácano como siempre Morales. Esta bien, ¿qué buscáis?
El Peladilla nos dio una dirección donde, según él, encontraríamos a Rojo. Le solté no sin antes advertirle que si volvía a huir de mi le metería una temporadita en la trena.
-¿Como supiste por donde iba a salir ese bicho?- le pregunté a mi compañera.
-Ya te dije que crecí en este barrio. Conozco estas calles como la palma de mi mano.
-Estás hecha una caja de sorpresas, compañera.
-No lo sabes tú bien, compañero.
Cuando llegamos a la dirección que nos dio el Peladilla encontramos la puerta entreabierta.
-Mala señal -le dije a Juanita mientras sacaba mi pistola. Ella me imitó y entramos.
-Bernardo Rojo, somos de la policía.
Nadie contestó a mi aviso. Toda la casa estaba revuelta, tenía toda la pinta de un robo. Revisamos la casa y encontramos a Rojo en su habitación. Estaba tumbado en la cama, le habían abierto un tercer ojo en mitad de la frente, calibre 9 mm.
-Joder, esto se complica.
-La víctima no presenta señales de violencia-nos dijo Sara después de inspeccionar el fiambre. -Aparte del agujero en la cabeza, claro, causado por una bala de 9 mm.
-¿Qué opinas? -pregunté a Juanita mientras se llevaban el cadáver y los de la científica peinaban la vivienda en busca de pruebas.
-El asesino entró en la vivienda, la cerradura no parece forzada así que; o bien tenía llave o es muy hábil con la ganzúa. Seguramente encontró a Rojo en la cama y lo despachó antes de que pudiera defenderse. Después registró la casa buscando algo, si lo encontró o no, debemos averiguarlo. También sería útil saber que buscaba, si lo averiguamos sabremos quién es el asesino.
-O al revés,-respondí -si averiguamos quien es el asesino, sabremos que buscaba. Ya llevamos dos cadáveres y aun estamos como al principio. Vamos a comisaría a repasar los archivos, a ver si los dos fiambres tienen algo más en común aparte de haber compartido celda.