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Reflejos vitales 4a entrega

licomanuellicomanuel Pedro Abad s.XII
editado mayo 2015 en Narrativa
REFLEJOS VITALES



Semana 4


No conseguía separar los ojos del papel. No podía ser cierto. ¿Cómo podían saber aquello? Se diría que aquella nota la había escrito un amigo de la familia o alguien que le conocía, prácticamente un vecino pero estaba en territorio hostil. ¿O quizás no? De repente, comenzó a sumar posibles variables, diversas posibilidades. Extraña la forma en la que la mente humana trabaja, llegando a conclusiones que de otra forma parecerían propias de una película, pero eso era precisamente en lo que se habían convertido sus vidas, en un futuro film del que otra gente hablaría. Curiosa la circunstancia de la credibilidad, la gente solo se vería reconocida cuando su historia apareciera en la gran pantalla. Pero en su cabeza, sabía que aquello era cierto. Estaba atrapado en una casa grande hasta donde llegaba la vista, una masa cuadrada a juzgar por la forma de las habitaciones, donde la luz del sol no llegaba. La sequia era tal que los centinelas se consolaban con la triste luz de una bombilla de delgada cintura en cada una de las piezas. Todo tenía el aspecto de lo que precisamente era, viejo. Los pasillos, estrechos y sofocantes por el sonido continuo de los ventiladores, tan oscuros que no llevaban a ningún lado y amenazaban todos los días, como un matón, el escaso espíritu de torturadores y torturados hasta el punto de que los afectados accedían a extremar aun mas sus propios roles, los opresores metían cada vez más miedo y los oprimidos parecían cada vez mas pequeños.

John observo poco a poco el cambio operado pero, como siempre, no pudo decir nada. Era un hombre pegado a una boca porque, cada vez más, sentía que no tenía capacidad ninguna de decisión. Su vida se había escapado de su cuerpo para acabar siendo un halo de lo que fue, como la sombra que lo acompañaba en todas las direcciones. A veces se encontraba a sí mismo haciendo esfuerzos por mantenerse despierto, no en el sentido de quedarse dormido sino para no perder el hilo que lo unía a la consciencia. Sus ojos, de cualquier forma, seguían siendo los de un águila en pleno descenso cuando se trataba de presionar. Hejtrej podía dar fe de ello. Lo miraba entre ceja y ceja, decidido a no dejar traslucir ni un ápice de sus pensamientos, clavando su mirada en la suya para inducir a su propio cuerpo a no moverse, un sutil truco para ganar tiempo mental. El silencio rodeaba la escena. Los dos contendientes, sentados, frente a frente, sin moverse, sin hablar, esperando algún tipo de señal y dejando transcurrir el momento.

(Continua en parte 2)
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