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Las cinco bodas

LegendarioLegendario Fernando de Rojas s.XV
editado febrero 2015 en Otros
Se acerca el momento en el que mis hijos, adultos principiantes, tendrán que enfrentarse al casi obligado trámite de encontrar pareja. No es que esto sea una obligación, pero el instinto, la experiencia humana, y nuestra ignorancia religiosa, nos dicen que debemos reproducirnos y tener hijos, así como criarlos de una manera estable y agradable. Creo que la familia, base de nuestra forma social presente, integrada por un padre conocido, reconocido y presente, y una madre bien dispuesta, es una estupenda plataforma de lanzamiento para los nuevos seres humanos bajo nuestra responsabilidad.

Pero, ¿somos responsables al integrar una familia? No se puede ser responsable con los hijos, ni como padre ni como madre, si no somos responsables a la hora de integrarnos como pareja. ¿Qué le digo a mis hijos? ¿Qué puedo decirles sobre cómo se debe amarrar y garantizar una pareja cuyo objetivo sea el de procrear seres felices y de provecho?

Pues bien, existen cinco tipos de boda muy diferentes entre sí. Se puede optar por una, por varias o por todas. No son necesariamente excluyentes, pero la vida, en retrospectiva, a veces nos hace ver que algunas de ellas fueron más un estorbo que una bendición.

La primera boda es ante la ley. Un juez asignado por el Estado nos registra como burocrática pareja, para los efectos de responsabilidad común entre nosotros y los futuros hijos. Habrá sanciones legales si nuestro comportamiento no es el esperado por los diputados que fríamente diseñaron nuestro matrimonio.

La segunda boda es ante la Iglesia, institución que argumenta poseer la delegación oficial de Dios para bendecir la unión. ¿Será? Pero como existen tantas instituciones oficiales de diferente religión, me pregunto, ¿cuál será la buena? ¿Y Dios estará presente si nos equivocamos de Iglesia?

La tercera boda es ante la sociedad, ese implacable juez de miles de cabezas que nos califica con ligereza egoísta, y a quien damos la cara normalmente por medio de cursis participaciones impresas con nuestras iniciales y corazoncitos, y de un banquete-baile-pastel, convertido en un ritual inevitable, a veces más caro de lo que debería ser. Si la felicidad y la perdurabilidad de la pareja estuviesen directamente relacionadas con el costo del banquete......

La cuarta boda es ante Dios. Los que creemos en Dios, sabemos que no pertenece a ninguna Iglesia. Él es único, y los que argumentan ser sus verdaderos delegados jamás han podido mostrar papeles oficiales que los acrediten. Así que la pareja bien puede casarse en el campo, en la banqueta, o en el parque, pues lo que a Dios le interesa es un verdadero compromiso, no sanciones legales, no certificados de Iglesia, no comilonas o bailes innecesarios ante la gente que nos rodea.

Pero la quinta boda es la única a la que verdaderamente deberíamos enfrentarnos: la boda entre uno y su pareja. La boda en la que me comprometo, para siempre, a ser compañero eterno, fiel y honorable; a ser padre de mis hijos hasta las últimas consecuencias; a enfrentar los retos de la infidelidad, de la rutina, de los momentos difíciles, de los éxitos enajenantes, de la vejez y de la muerte.

No necesito al juez, ni al cura, ni a la sociedad, ni siquiera a Dios, para adquirir un compromiso con el ser más importante que la vida me brinda: mi compañera. No necesito el amarre de papeles, ni los riesgos de sanciones para vivir junto a quien yo elegí un día para compartir toda mi ruta.

Les digo, entonces, a mis hijos: escojan bien a su pareja. Mediten mucho antes de comprometerse. Cásense como les venga en gana, pero, por encima de todo, comprométanse con su pareja e hijos. Yo lo hice y he sido muy feliz.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado febrero 2015
    La última es la mejor:)
  • LegendarioLegendario Fernando de Rojas s.XV
    editado febrero 2015
    amparo bonilla escribió : »
    La última es la mejor:)

    Además es la más sencilla, al no involucrar curas, jueces o abogados. Como un día me dijo mi hijo mayor cuando le pregunté si nunca se iba a casar con su pareja (de muchos años): no tengo ninguna necesidad de involucrar al estado o a la iglesia en mis asuntos familiares.
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