Un hombre invidente, imperfecto decía él; imperfecto como la noche sin estrellas, que le vió caer una vez en un abismo de dolor considerado.
Angustia horrible, infinita -sentía aquel hombre- pero luego oyo una voz que le sonaba celestial y cuyo susurro penetró tan hondo...¡Era su madre! lo llamaba para que su dolor se difuminase en su pobre corazón, hecho pedazos por lo que él había sufrido con la pérdida de la vista y la agonía de vivir atrapado en la absoluta oscuridad. Pero entonces sucedió: una luz roja enfocó su cara, notó su calor, pero no quemaba...Sabía que algo le estaba dando. Luz celestial -pensó- ¡Igual podré ver!
Entonces se despertó, recordó el sueño rompiendo a llorar porque no veía que si veía. Entonces lo descubrió: ¡ja ja ja!, se rió él, recordando el sueño.
Pero no sabía que no oía el piar matinal y el dulce murmullo del viento que deshoja los versos del poema, imitando así el sonido sordo de una pelota de goma al caer sobre el cristal de una ventana. Sintió algo increíble en su cuerpo y el erizo de color rosa le abrazó fuerte, pinchándole, haciéndole morir. Entre palabras agonizantes el hombre desapareció.
¡Lo has matado!
Sí, ha muerto.
Pero, no... hay... una nueva oportunidad. Su espíritu resurge, se transforma en un perro lazarillo
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Angustia horrible, infinita -sentía aquel hombre- pero luego oyo una voz que le sonaba celestial y cuyo susurro penetró tan hondo...¡Era su madre! lo llamaba para que su dolor se difuminase en su pobre corazón, hecho pedazos por lo que él había sufrido con la pérdida de la vista y la agonía de vivir atrapado en la absoluta oscuridad. Pero entonces sucedió: una luz roja enfocó su cara, notó su calor, pero no quemaba...Sabía que algo le estaba dando. Luz celestial -pensó- ¡Igual podré ver!
Entonces se despertó, recordó el sueño rompiendo a llorar porque no veía que si veía. Entonces lo descubrió: ¡ja ja ja!, se rió él, recordando el sueño.
Pero no sabía que no oía el piar matinal y el dulce murmullo del viento que deshoja los versos del poema, imitando así el sonido sordo de una pelota de goma al caer sobre el cristal de una ventana. Sintió algo increíble en su cuerpo y el erizo de color rosa le abrazó fuerte, pinchándole, haciéndole morir. Entre palabras agonizantes el hombre desapareció.
¡Lo has matado!
Sí, ha muerto.
Pero, no... hay... una nueva oportunidad. Su espíritu resurge, se transforma en un perro lazarillo
Pero qué le vamos a hacer, sigamos.
Gritó al vacío.
Me rindo, yo y mi lógica, mi lógica y yo no somos capaces de seguir este ritmo.