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El primer capítulo de mi novela... es un regalo (parte I)

Amo_escritor_27Amo_escritor_27 Pedro Abad s.XII
editado julio 2014 en Erótica
Como pone en el título, creo que la mejor manera de darse conocer un escritor es regalando el primer capítulo de su novela. Espero que la disfrutéis lo mismo que la disfrute yo escribiéndola. :-D

Como parece que solo puedo escribir 10.000 caracteres, tendré que dividirlo en 6 páginas (son más de 57.000 carácteres, unas 12 páginas)
PRÓLOGO

La siguiente historia que voy a narrar, trato de plasmar en ella la eliminación y la descortesía de los viejos mitos, demonios y miedos que siempre han acompañado a este tipo de relaciones. Se trata sobre uno de los mayores placeres que experimenta el ser humano; el sexo. Mi intención es la de destapar una de las prácticas más antiguas del ser humano en ese terreno: alcanzar ese placer primitivo y lujurioso a través de la dominación. Sé lo que la gran mayoría estaréis pensando tumbados en vuestras camas, envueltos en el calor y suavidad de sus sábanas leyendo este prólogo. Quizás, de pie en un centro comercial, esperando que la mano de la autoridad del guarda de seguridad, no se pose sobre vuestros hombros. Algunos, con ansía, otros con pudor y la inmensa mayoría, simplemente, por la arcaica curiosidad.
Cuando una persona nos habla sobre estas prácticas sexuales, nuestra temerosa subconsciencia nos abruma con adjetivos con la misma tenebrosidad: Denigrante, humillante, depravación, junto con artilugios de la casta de fustas, correas, cadenas, sangre e inclusive, grupos góticos y, sorprendentemente, de la calaña de una secta satánica. ¿Cómo intentaré enterrar esta serie de estigmas? Comparándolos con otros estigmas. Serán los estigmas de la relación más estandarizada o la más arraigada en nuestros días: Su competidor el amor. Solo son tres: La reina indiscutible de sus relaciones es el matrimonio; la siguiente es la relación de pareja; y, la última, los amantes, renombrada en esta generación lujuriosa como follaamigo/a.
Esas comparaciones las iré haciendo a medida que ustedes, vayáis pasando de página, humedeciendo apaciblemente vuestros dedos índices en cada una de ellas. No pretendo que al terminar de leer mi obra, os hagáis practicantes de este tipo de relaciones. Mi propósito es bastante más humilde. Cuando oigáis a alguna persona cercana o lejana hacer mención sobre estas relaciones, sencillamente, que vuestras miradas no plasmen desprecio ni le prejuzguéis como un criminal del sexo o un psicópata sexual.
El personaje principal de esta novela será el encargado de ir sepultando todos estos estigmas, las comparaciones con su competidor el amor y el erotismo de este tipo de prácticas:
El BDSM.
El protagonista elegido para esta novela, es un personaje de otras categorías literarias, cinematográficas o poéticas. Su elegancia no pertenece al género de una novela erótico-romántica. Ha sido una apuesta arriesgada introducir la seducción de este personaje, dando algo nuevo al lector, rescatando ese personaje olvidado. Antes de comenzar, reservaré mis primeras letras para haceros dos preguntas, ambas, con la misma semántica pero a diferentes destinatarios; lo que se conoce como una pregunta espejo. Es simplemente una pregunta recíproca, simétrica, como los cristales de un espejo. Empezaré con los hombres para proseguir con el público femenino, el espejo.
¿Qué hombre no ha fantaseado alguna vez en su más tierna y placentera intimidad, con tener lo mismo que los antiguos emperadores romanos y los faraones? Me estoy refiriendo sin duda, al poder de la dominación. Un poder tan primitivo, tan salvaje que, parece que nuestra sociedad contemporánea ha olvidado o, no se atreve a hacerse con ese poder de antaño, de otros tiempos; una época que no nos concierne. Tal vez, puede deberse a que en nuestras ajetreadas vidas repletas de números y letras en nuestros aparatos electrónicos, no hay espacio suficiente para atraparnos en ella.
Ese poder siempre acompañado por su milenaria compañera la seducción y su longeva amiga la elegancia. Un poder que permitía a nuestros antepasados, poder elegir entre cualquier mujer de la aldea, poblado o de la villa, para que el Marqués de turno, empezase con ese ritual en su enorme castillo. Poder cumplir con cada una de vuestras fantasías más ocultas de nuestro ser, por muy morbosas o extremas que sean. No nos podemos olvidar del pilar básico de este tipo de relaciones: La fiel obediencia hacia la persona que nos está dominando. Una obediencia tan férrea que no podemos dirigirnos hacia ella simplemente como respeto, tiene otro nombre, otro rango: lealtad.
Es momento de lanzar la pregunta espejo. ¿Qué mujer nunca ha fantaseado con sentirse dominada por un hombre? ¿Cuáles de esas fantasías tan lubricantes que humedecen vuestros sueños nunca les han dado cobijo? Sentir como un hombre vuelve a sus principios más primarios, aislando por momentos el último grito del hombre del siglo XXI, la metrosexualidad. Hombres que no se preocupan si tiene su brazo izquierdo más definido que el derecho; hombres que expresan su masculinidad y virilidad con algo más que no sea levantando pesadas pesas entre máquinas de acero para asemejarse a los exánimes maniquís de cualquier tienda de moda.
Os hablo de esos hombres que aún, a día de hoy, no han renunciado a ella. Hombres que no tienen miedo de estrecharse con su testosterona, inclusive, de asfixiarla. Hacer que las mujeres que comparten su lecho, que se enredan entre sus sábanas, se sientan sucias, ultrajadas e incluso humilladas. Sientan de nuevo para algunas o por primera vez para otras, lo que la sociedad contemporánea les ha prohibido, les ha arrebatado durante todos esos años.
Ese anhelo no es otro que sentir algo diferente, salir del rutinario y monótono sexo de vuestros matrimonios o parejas. Tener ese sexo salvaje e indecente que a la gran mayoría de mujeres desean, fantasean; poder perder la noción del tiempo entre el aroma a sexo prohibido resbalando por vuestra vaporosa piel, desconociendo las arcanas intenciones de esos hombres. Tan solo, dejándoos llevar como la podrida madera de una balsa en el océano, sin rumbo, sin destino, pero, con una seguridad abrumadora al observar como en el timón están esos capitanes. Sentir como esas mujeres al estar bajo la sumisión de aquellos a quienes llamáis dominantes o Amos, volvéis a recrear la indecencia de las mujeres de antaño. Un sexo distinto e impredecible al arquetípico de la comercial pauta de las grandes compañías de la pornografía, siendo sus escenas tan simples y predecibles como el sota, caballo y rey de nuestra baraja ibérica.
Gozar del sexo sin tener que al terminar, dar explicaciones de lo sucedido, dicho o ultrajado, sin que una mujer no se sienta más humillada que la propia humillación del sexo con su dominante, desterrando durante esos momentos de anhelo los protocolos estandarizados por no sabemos quién. Un grupo de personas que de la noche a la mañana, tampoco sabemos en qué época, propusieron que a una mujer en la cama, su trato debería ser tan dulce y respetuoso como una princesa en el trono junto a su monárquico padre. Solamente se aceptaban los besos, acaricias y palabras hermosas. Me viene a la mente, ¿ese grupo de personas puede ser Hollywood?
Terminado de preguntar ambas preguntas, propondré un último argumento antes que os seduzca esta historia fantasiosa. Los pensamientos que he hecho mención en el prólogo, me imagino que serán que estas relaciones de BDSM se basan en el más pecaminoso vicio, siendo el sexo su única finalidad. Si me permitís, haré una última pregunta. ¿Qué porcentaje le dais al sexo en vuestra relación de pareja? Seguro que la media de vuestros pensamientos se acercarán a un 70-80%. Aquellos en los que mi porcentaje haya sido unánime con los vuestros, les responderé que su relación de amor es más pecaminosa y lasciva que una de BDSM. ¿El motivo? Solo nos hemos centrado en el porcentaje de amante. ¿Dónde os habéis olvidado el porcentaje de la compañera y amiga? Efectivamente, el porcentaje de sexo en una relación de pareja debería ser un 33%, siendo unísona al de la amistad y la compañera sentimental. ¿El 1% restante? Las divertidas y ardientes rencillas. En cambio, en una relación de dominación, el porcentaje no alcanza el 50%. ¿Qué relación es más lasciva y lujuriosa?
La protagonista de esta historia, fue una de las pocas afortunadas que pudo dar la espalda a esos prejuicios estandarizados por esta sociedad. Una sociedad que a las mujeres que tienen este tipo de sexo, observan vulnerablemente, cómo se las señalan con un trato vejatorio, infame, con adjetivos desdeñosos más humillantes que los usados en estas relaciones.

Comentarios

  • Amo_escritor_27Amo_escritor_27 Pedro Abad s.XII
    editado julio 2014
    Aunque no parezca erótica este primer capítulo que pondré, es un profundo romance en 13 capítulos (es como las películas, al principio no sale el argumento en sí, es solo para despistar o ir calentando a los espectadores... jajaja)
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado julio 2014
    No me gusta leer una parte y luego quedarme con ganas de más, cuando pueda leer el libro completo y comentarlo con el grupo de lectura, sería mucho mejor.:)
  • odmaldiodmaldi Fray Luis de León XVI
    editado julio 2014
    Es momento de lanzar la pregunta espejo. (1)¿Qué mujer nunca ha fantaseado con sentirse dominada por un hombre? ¿Cuáles de esas fantasías tan lubricantes que humedecen vuestros sueños nunca les han dado cobijo? Sentir como un hombre vuelve a sus principios más primarios, aislando por momentos el último grito del hombre del siglo XXI, (2)la metrosexualidad. Hombres que no se preocupan si tiene su brazo izquierdo más definido que el derecho; hombres que expresan su masculinidad y virilidad con algo más que no sea levantando pesadas pesas entre máquinas de acero para asemejarse a los exánimes maniquís de cualquier tienda de moda.
    Os hablo de esos hombres que aún, a día de hoy, no han renunciado a ella. (3)Hombres que no tienen miedo de estrecharse con su testosterona, inclusive, de asfixiarla. (4)Hacer que las mujeres que comparten su lecho, que se enredan entre sus sábanas, se sientan sucias, ultrajadas e incluso humilladas. Sientan de nuevo para algunas o por primera vez para otras, lo que la sociedad contemporánea les ha prohibido, les ha arrebatado durante todos esos años.
    En orden como lo he numerado en el texto de arriba:

    1. Yo. Yo nunca he fantaseado a ser dominada por un nombre. Me parece que el tema de la sexualidad de la mujer es más complicado de lo que el hombre imagina y a su vez, si un hombre decide escribir sobre ello, debiese hacerlo desde la perspectiva femenina y no de lo que cree que es la perspectiva femenina. De lo contrario, termina argumentanto justo lo que critica que hace la sociedad: establecerle a la mujer lo que debe y no debe sentir dentro de su sexualidad. A contrario de creencia popular de telenovelas y fantasias, me parece que nosotras las mujeres no buscamos "un macho que nos domine y sacie". Cada mujer decide qué hace y deja de hacer con su sexualidad, y nosotras debemos decidir y tener la libertad de decidir qué nos gusta y qué queremos hacer.

    2. La metrosexualidad la critica una sociedad machista. Escucho a más hombres criticando de "gay" a los hombres que deciden cuidarse, que a las mujeres. Para ser honesta, considero que ya era hora que los hombres cuidaran su físico. La fantasía de una sociedad machista es de pensar que la mujer es la que debe tardarse en el baño para arreglarse antes de salir, o la que siempre debe verse fresca, atractiva, hacer dieta y demás, mientras que a los hombres de "poder" siempre los ponen como caiga; no importa si son gordos, calvos, etc. Solo importa que sean "hombres" y destilen "tetosterona" solo porque no guardan su físico. Un hombre que se cuida, que tiene buena presencia, que cuida su físico, no es menos "viril" que uno que no lo hace. Sino ahí entramos en un conflicto de argumentación de una sociedad machista, puesto que de la mujer se exige justo eso. Sino, como mujer me veré obligada a dejarme de afeitar las axilas, piernas, y tanta cosa que se le impone a una, ya que eso me hace menos mujer y no destilo estrógeno si lo hago. Lo que me lleva al punto número 3.

    3. Repitiendo el número 2, un hombre que se cuida, cuida su imagen, hace ejercicio, huele rico, y viste bien no tiene menos tetosterona; no es menos hombre. Desde el punto de vista de una mujer, preferiría que los hombres lo practicaran más y así estarían al nivel de belleza de la mujer que persiguen.

    4. Una mujer con dignidad no busca sentirse ultrajada para disfrutar del buen sexo. La mentalidad o cultura del macho dominante/mujer sumisa ha metido esa idea que toda mujer buscamos sentirnos sucias en la cama. No, para nada. Las mujeres buscamos sentirnos amadas en la cama. Sino amadas, deseadas. Buscamos que nos respeten. No buscamos lo que en el porno se vive. El sexo no es como el porno. Que haya excepciones, claro que sí, pero no debe generalizarse a toda mujer. El sexo es cosa de dos, no es del hombre nada más cogiéndose a la mujer hasta explotarse los sesos y dejarla humillada. Eso ya es cuestión del estilo de libros de 50 Shades; propagan estereotipos que realmente no muestran la realidad de la sexualidad femenina. La sociedad ha impuesto fuera de nuestras camas, pero no dentro de nuestras habitaciones.

    Seguiré leyendo...


    Para los que buscan leer el relato completo:

    Parte 2
    Parte 3
    Parte 4
    Parte 5

    Más fácil así.
  • Amo_escritor_27Amo_escritor_27 Pedro Abad s.XII
    editado julio 2014
    Hola odmaldi. Me ha gustado tu comentario. Me gusta que la gente comente mi novela ;). Responderé a cada uno de los 4 puntos.

    1) Es totalmente cierto, pero, piénsalo de esta otra manera. Las mujeres que compren esta novela o cualquiera de esta temática, es por una simple razón. Es una de esas fantasías eróticas que reprimen en la soledad del silencio. Al igual que un lector de terror comprará un libro de Poe, Stephen King o Lovecraft. No se comprará un libro de Megan Maxwell o stephenie meyer.

    2) y 3) Uffff (así quiero empezar jajaja) Solo quería dar entender que el personaje de mi novela, no utiliza como seducción su bello rostro o su torneado y resistible cuerpo. Quizás no me supe explicar con toda soltura, pero, solo quería dar a entender esa idea.

    4) Podía poner simplemente esto: Igual que la 1).

    Muchas gracias por haber comentado, espero leer más comentarios.

    PD: Sé que los que habéis leído este capítulo completo, os habréis dado cuanta que quizás es algo díficil de leer y muy "enrebesado" el narrador. Es cierto. Estoy reeditando otra vez toda la novela (las 300 páginas... paciencia Miguel jaja) para simplificar su lectura.
  • Amo_escritor_27Amo_escritor_27 Pedro Abad s.XII
    editado julio 2014
    Se me olvidaba odmaldi, gracias por colocar los enlaces directos en este post jajaja. ;)
  • odmaldiodmaldi Fray Luis de León XVI
    editado julio 2014
    No lo había pensado de esa manera que lo propone; tal vez la audiencia que tiene en mente sí pertenece a un grupo de lectoras/lectores con 'fantasías eróticas que reprimen en la soledad del silencio'. Solo que, mantenga en mente que no necesariamente aplica esa idea para todos sus lectores. Por ejemplo, se lee terror por interés personal, sí, pero no para sentirse asustado sin poder dormir del miedo. Eso mismo daba a entender con lo que usted argumenta en su libro; no necesariamente se buscaría leer para sentirse que se libera esas 'fantasías eróticas.'
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