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El Misterio de Fosteret

FredyDFredyD Anónimo s.XI
editado abril 2014 en Fantástica
Hola, aquí estoy de nuevo intentando saber si esta corrección de mi relato tiene una mejor aceptación que el anterior, espero en verdad que los pequeños cambios que le he dado sea mas interesante, y menos aburrido. La verdad es que no se que tanto lo he mejorado, supongo que le debe faltar algo, mas aquí esta, espero que comenten que tal les ha parecido y que fallas tiene. :)



El hombre de la capa negra avanzaba con paso apresurado por el pequeño poblado, su rostro no se podía apreciar por la capucha que llevaba puesto, su respiración entrecortada y la cojera en su pie izquierdo delataban que había pasado por algún tipo de percance hace no mucho tiempo, sus botas desgastadas llenas de polvo denotaban que venía de lejos. Se dirigía hacia una taberna bastante atestada de gente a juzgar por el ruido en el interior, risas estridentes tanto de hombres como mujeres, el choque metálico de jarras repletas de cerveza y el crujir de huesos de algún pleito, la noche carecía del amparo de la luna y apenas unas estrellas alumbraban el pequeño pueblo, un par de granjeros pasaron junto al hombre y lo miraron con recelo. El sujeto encapuchado empujo la vieja puerta de roble que chirrió al abrirse, mas el ruido no distrajo a los clientes quienes absortos en sus conversaciones apenas notaron la presencia del extraño, este se dirigió hacia la barra en donde se encontraba el tabernero con cara de pocos amigos y era, probablemente, la única persona que se había fijado en su presencia, el desconocido se sentó en un banco y apoyó los codos en la barra exhalando un profundo suspiro.

— ¿Que te sirvo? —Preguntó el cantinero acercándose con desprecio mientras alzaba una de sus prominentes cejas —.

—Una cerveza, nada mas eso—Fue la fría respuesta del extraño—.

El tabernero volteó hacia un barril, lo destapó y vertió el liquido espumoso en una jarra de madera de aspecto desgastado, se giró hacia el extraño y asentó con desdén la bebida frente al sujeto quien se quedó inmóvil por unos instantes, parecía estar contemplando meticulosamente la bebida, acercó la jarra a donde parecía estar su nariz y aspiró un par de veces como comprobando algo, no pasó mucho tiempo cuando el hombre retiró su capucha y el tabernero pudo apreciar su adusto rostro, el desordenado cabello negro que le llegaba hasta los hombros, de mirada profunda, ojos marrones, la barba bien rasurada, con una notable cicatriz en la barbilla, su seriedad era absoluta, mas su rostro inspiraba cierta tranquilidad inquebrantable, lo cual le daba la apariencia de ser un hombre sabio. El hombre agarró la jarra y la vació en un santiamén, la depositó en la barra y volvió a quedarse en blanco mirando a la nada por unos minutos, en cuanto se recuperó, dirigió su vista hacia el desconfiado tabernero, mirándolo con fijeza, lo cual puso nervioso al rechoncho personaje. En un intento de sonar amable el extraño le habló torciendo la boca en un muy mal intento de sonrisa amigable.

—Me han dicho que un poco más al este se encuentra una montaña de gran altura. ¿Qué tan cierta es esta información?

— ¿Que pregunta es esa, forastero? —El tabernero frunció el ceño, poniéndose más intrigado y nervioso— ¿Quién te ha dicho eso?

—De buena fuente he sido informado sobre una gran elevación donde se esconden grandes secretos, no quieras hacerte el que no sabes —Dijo tajante el desconocido mientras su mal intento de sonrisa desaparecía y apoyaba los puños en la barra— Necesito saber qué es lo resguarda ese lugar. ¿Esconde gloria o desgracia?, ¿riqueza o plagas?, ¡vamos dime!

—No necesitas saber nada, forastero, es una montaña común y corriente como cualquier otra —El tabernero parecía cada vez mas irritado y nervioso, su irritación aumentó en cuanto vio que el extraño esbozaba otro tipo de sonrisa, la cual no encajaba con su aspecto— Los extraños no son queridos en estas tierras, no gastaré mi tiempo en tus tonterías.

—Pensaba que los taberneros eran personas ávidas para soltar noticias al primero que les preguntase, ¿o me equivoco? —El extraño soltó una ligera risa—.

—Te has equivocado de lugar y cantinero, aquí se sirven bebidas, no chismes, eso déjaselo a las viejas —El hombre habló en voz bastante alta pero nadie en la taberna pareció notarlo por el ruido y la confusión del lugar— Ahora vete y déjame en...

El tabernero no pudo completar su frase ya que se percató en un movimiento del extraño que apenas pudo percibir, solo vio que la mano se movió y desapareció debido a la extrema velocidad del movimiento, lo único que sintió fue como los dedos del forastero le rosaban la nariz y el bigote, o al menos esa fue su impresión. Esto no sucedió en un poco mas de una milésima de segundo, en cuanto el hombre quiso reaccionar la mano ya había vuelto a su posición inicial, el tabernero comenzó a sentirse mareado, cansado y no podía pensar con claridad, la vista se le volvió borrosa, la desesperación y el miedo absolutos lo embargaron y aun así no se atrevía a expresar una sola palabra de auxilio. En medio de toda su confusión escuchó la voz del forastero, fuerte y clara.

—Vamos, cantinero, dime, ¿que hay en la cima de Fosteret que no quieres decir?

—No debo decirlo, nadie habla de eso —El tabernero estaba asustado, pero no hablo muy fuerte, algo le decía que no debía alzar la voz demasiado— Es un lugar peligroso, no enviaría allí ni a mis enemigos.

—No soy enemigo, tampoco amigo, y no temas por lo que pueda pasar, al final dudo que te afecte en algo, solo iré yo, y si no vuelvo, es mi problema —Intentó convencerlo el extranjero— Dímelo de una vez si quieres dormir bien esta noche.

—Está bien, está bien, mas te vale que no lo lamentes cuando veas a la muerte cerca y el terror haga te tiemblen las rodillas hasta que mueras y más te vale aún si es que no me curas de este extraño malestar —En su ceguera el cantinero percibió apenas un asentimiento de cabeza por parte del desconocido— Bien, en torno a esa montaña giran historias escabrosas que ningún ser de este mundo hubiera podido imaginar si es que no fueran cierto, es por eso que los habitantes de este reino nos guardamos de hablar de este tema y sobre todo con extranjeros que creen que subir montañas es un vulgar deporte, en esa montaña se encuentran seres abominables, hijos de las tinieblas, encerrados en esa montaña ya que alguna magia arcaica les impide abandonar el lugar, es la única razón por la que el mundo no está devastado por el mal. La historia dice que en la cima hay una gruta en donde mora la criatura más terrible de todas, hijo del mismísimo rey demonio, si es que en realidad esa antigua deidad de la desolación existe, aquí le decimos Forferdelig, el Terror, nadie sabe que apariencia tiene, aunque los ancianos aseguran que es en parte descendencia humana, en fin nadie que ha ido ha vuelto y nadie que valla tendrá la oportunidad de llegar ni a la mitad, los peligros abundan como golondrinas en verano, es todo lo que se, ahora devuélveme la vista.

—Se paciente, en unos minutos más, tu visión volverá, créeme —El extranjero le pasó la mano por los ojos—.

—Dime, forastero, ¿quién diantre eres? —El tabernero se dio cuenta en ese momento que su vista iba mejorando y su mente se despejaba poco a poco— Debes decírmelo a cambio de mi información, me la debes.

—Parece justo —El sujeto asintió— Mi nombre es Mer, soy de el reino vecino, más al norte, se podría decir que soy un mercenario, no tengo un jefe, así que trabajo al servicio de quien me ofrezca la mejor paga, mas esta misión a Fosteret no es por trabajo, es algo, hum... personal, es todo.

El Extraño se levantó, depositó tres monedas de plata en la barra, dio media vuelta y se fue dejando al tabernero con muchas dudas aun. ¿Qué hacia fuera de su patria un Dalen? ya que los norteños eran muy conocidos por su poco interés hacia los viajes largos, además sentía una enorme curiosidad por el pasado de el extraño individuo, ¿un mercenario en esas tierras? los mercenarios no eran de buena fama en Hul, además no se le ocurría ninguna razón para que un mercenario fuera hacia Fosteret, en todo caso, tal vez nunca lo sabría.

Un caballo de negro pelaje descansaba inmóvil atado a un enfermizo y viejo árbol, su crin blanca apenas se distinguía ya que no había luna esa noche, el animal era realmente grande y majestuoso pero a la vez aterrador, se podría decir que era un típico caballo con algún don especial, como salido de alguna historia de entes demoníacos. De pronto de la oscuridad surgió una sombra aun más negra, parecía que la sombra cojeaba un poco del pie izquierdo, el individuo se acercó al magnífico animal y le palmeo el hocico, luego de un salto lo montó, el animal profirió un estridente relincho que le hubiera helado la sangre a cualquiera que paseara ya sea solo o acompañado por esos parajes y salió galopando perdiéndose en la penumbra junto a su singular jinete. Una inmensa masa negra se distinguía al este, a kilómetros del lugar, ese era su destino, el lugar aterrador del que todos huían, Fosteret, la montaña escabrosa.
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