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El album

NorteNorte Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
editado abril 2014 en Negra
El album

"Que tanta weá", se dijo el hombre, mientras atravesaba con el destornillador la carne de aquella pobre muchacha que atendía la botillería. Sabía que los fines de mes eran días propicios para asaltar aquellos antros dispensadores de maldad, desinhibidores de la bajeza del ser humano, bebidas destructoras de neuronas y motivantes de imbecilidad zombística. La chica quedó sentada en una caja de cervezas vacías, desangrándose y en shock, mientras él se echaba los billetes y las monedas de 500 dentro de la camisa entreabierta, no había tiempo para guaradarlos en los bolsillos, ni había planificado traer una bolsa siquiera. Al ojo calculó los billetes que serían unas 200 lucas lo obtenido, 200 lucas con los cuales podría apaciguar el hambre familiar, la falta de mercaderías, luz, agua, y por sobretodas las cosas, comprar por fín aquel album del mundial que su hijo tanto anhelaba. A sus 5 años, el pequeño ya se sabia de memoria los nombres de los futbolistas mas conocidos: Neymar, Messi, Luisito Suarez (¿quien mierda le puso "Luisito" a Suarez?), siendo Gary Medel su máximo ídolo. Ya tenía las láminas, solo faltaba el album.


Extracto de "Relatos de desesperación".

Comentarios

  • NorteNorte Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado abril 2014
    Apenas comprobó que aquel maldito delincuente ya no estaba en la botillería, la chica se atrevío a dar unos pasos. La sangre se le escapaba del muslo como un chorro de petroleo, ensuciándole por completo el jeans nuevo, el mismo con el que saldría en grupo con sus amigos después de la pega. Si bién había sido solo un corte superficial el aplicado por ese hombre de barba aterradora a estas alturas para ella, había sido lo suficientemente eficaz como para dejarla paralizada, mientras su sangre rojiza y oscura (nunca se la había imaginado así), empezaba a manchar el piso plástico del local.

    Atinó a buscar el celular en sus bolsillos, lentamente, evitando todo movimiento brusco ante tan dolorosa lesión de su pierna. El 133 respondío de inmediato, a los segundos llegarían los pacos y se desataría las olas de sapos, se decía a si misma. Pensó en el dinero robado. Solo ahí se percató que el criminal no se había llevado todo, y que en el fondo falso habían guardados otros 200 mil pesos, para el pago del arriendo que su jefe había encargado realizar por si llegaba el dueño.

    Contra todo dolor, arrastró la pierna hasta la caja y rápidamente se guardó en su monedero los billetes. Total, el asaltante se había llevado todo y con esa plata podría pagar justito un par de meses del aráncel de su carrera. Algo así como una sonrisa se podría decir que surgío de su boca, al entender uno de los dichos que utilizaba su abuelo ya fallecido: A río revuelto, ganancia de pescadores.


    Extracto de "Relatos de desesperación".
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