Me explico:
Hace un tiempo me tomé la molestia y tuve la satisfacción de escribir un libro que aunque seguramente no merezca las páginas en que quedó impreso, me sirvió de alivio. De él remití un par de ejemplares a sendos académicos de la Lengua y a unas cuantas editoriales que por supuesto lo desestimaron, algunas ni siquiera respondieron al ofrecimiento. Lo suponía, así que no me sorprende ni decepciona, es más, las amables respuestas que tuve me sirvieron de aliento, en parte eran una pobre compensación por el esfuerzo. No presté más atención al libro hasta que lo envié al Premio Planeta, una satisfacción más que me di, tener algo con qué poder concursar. Por si alguien lo duda, no gané. Tampoco lo esperaba: soñé. Transcurrido un tiempo de todo aquello sucedieron circunstancias que me despertaron del letargo en que andaba sumido.
Por un lado, uno de los académicos se tomó la molestia de enviarme una carta indicándome que se había leído el libro y lo había hecho con gran agrado. Mera cortesía que agradecí convencido de que no era cierto. Pese a ello conservo la carta con entrañable afecto junto a la documentación que guardo del libro (ISBN, registro, etc.), aunque después de leerme su última novela no supe bien cómo había de sentirme cuando leí alguna frase mía entre las suyas, y cuando vi reproducida, aunque ambientada de otra manera, una situación que sirve de arranque para mi libro, y que también lo hace en el suyo: un encuentro casual que desencadena la trama. Resulta halagador (prefiero verlo así) que mis palabras hayan merecido el crédito suficiente de alguien con más de veinte novelas a sus espaldas y que me han hecho disfrutar sobremanera, pero ahora me pregunto cuántas páginas he leído suyas que no lo son. Así le he retirado el pedestal a mi único y venerado lector, donde le aupé después de leer (…). Aún así continuo apreciando sus conocimientos y la habilidad narrativa que demuestra, aunque a veces sea de copia y pega, en cada una de las páginas que me han llevado a rincones inhóspitos del mundo, del hombre y del alma.
Por otra parte, una de las editoriales que rechazó mi texto, publicó poco después de hacerlo un libro (que aún no he leído) de un conocido periodista con un título sospechosamente similar al mío, casualidades que resultan en un suma y sigue muy sospechoso, aunque quizá sea paranoia mía, y esté viendo fantasmas donde apenas se vislumbra alguna tenue sombra. No sé, pero si es cierto, creo que al menos deberían reconocérnoslo. Muchos somos principiantes y difícilmente llegaremos a algo en la literatura. Independientemente de eso no me parece correcto tomar ideas ajenas y hacerlas propias sin más.
Por todo ello decidí publicar el libro en Bubok y en Lulú, aunque sé que su negocio se basa en los propios autores y en venderles libros a ellos más que en servir de librería virtual. No está el país para ir comprando libros cuando comer ya es a veces suficiente desafío, así que únicamente me va a servir para darle un empujón a mi orgullo. Aún así, sea.
Comentarios
Un saludo.