La mañana siguiente fue muy difícil para todas.Ángela acompañó a Yulia a la estación de autobuses, pero yo no quise ir, ya que nunca me gustaron las despedidas. Preferí despedirla en su casa, como si no pasara nada, como si fuerámos a vernos al siguiente día...
Miré a Yuly, sin poder creer que la perdía; y sentí un nudo en la
garganta que me paralizaba y me impedía hablar.
- Te echaré de menos, flaquita.
Me acarició el cabello mientras lo decía y ya no pude evitar que las lágrimas salieran de mis ojos, ansiosas por escapar de mi interior.
- Te quiero, amiga - dije con un tono tan suave que casi ni yo
misma escuché. Pero, como bien se dice, a veces una mirada vale más que mil palabras.
Nos abrazamos llorando, sabiendo que, en realidad, ya nada sería igual.
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