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STAR WARS (Mi humilde homenaje) Relato libre -Preludio.

DarsayDarsay Pedro Abad s.XII
editado abril 2013 en Ciencia Ficción
He de confesar algo, STAR WARS cambió mi vida para siempre. No es que sea una saga de gran profundidad moral, simplemente cumple su misión, entretener, mi generación cambió con Lucas.

Esto no es un plagio, es un humilde homenaje de este servidor a George Lucas y a ese universo que cobró vida en el verano del 77. Sí, lo reconozco, soy un friki de star wars :D Sé que no estaré a la altura, así que si hay algún fan, tened compasión!!! Iré subiendo la historia poco a poco. Un saludo a todos, y Que La Fuerza Os Acompañe! ;)

:D:D:D


Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana…

La Forja del Odio


Nuevamente, la galaxia está en peligro.
Son momentos de incertidumbre y miedo, pues
los Señores Sith, Revan y Malak,
atacan cruelmente los mundos de la República
sin mostrar compasión alguna.


Tras la destrucción de Telos,
y agobiados por las, aparentemente, infinitas fuerzas invasoras,
el Consejo Jedi planea una arriesgada maniobra
para detener al antiguo héroe de las Guerras Mandalorianas, y así, asestar un duro golpe a tan peligroso enemigo.


Mientras, un Caballero Jedi debe abandonar el austero mundo de Iridonia,
a fin de regresar a Dantooine y entregar unas alarmantes noticias
acerca de la guerra, pero el destino le tenía
preparado un nuevo rumbo…


Preludio


Sus pasos le llevaban de regreso a su nave en aquella fría noche. Las oscuras montañas se recortaban a lo lejos bajo un cielo estrellado y dos lunas, arcos luminosos de gran belleza, resplandecían tímidamente.
Había visitado muchos mundos, y a pesar de las impresionantes construcciones de muchos de ellos, obras arquitectónicas de inigualable talento, nada le enardecía más el corazón que ver los despliegues de sencilla majestuosidad de la Naturaleza.
Una revoltosa brisa agitó su túnica y alborotó su largo cabello trenzado, oscuro como sus ojos. Giró la cabeza una última vez y observó el paisaje. Los profundos cañones rocosos se extendían ante su vista, y hacia Poniente, fluía en forma de media luna el lago ácido donde conoció a Kiya, una hermosa zabrak de profundos ojos anaranjados, que terminó convirtiéndose en una de sus más leales amigas. Y en algo más.
¿Por qué tuviste que hacerlo? Después de lo que vivimos…
Entonces llegaron aquellas visiones oníricas, aquellos trances, aquel rostro impreso en su memoria.
Los sueños habían comenzado poco después de aterrizar en aquel planeta, al principio esporádicamente, pero luego llenaron la totalidad de sus descansos. Nunca recordaba qué había soñado, lo único que quedaba era aquel inocente semblante azul, aquellos ojos tristes, aquellos labios pronunciando una palabra: Nanel.
No sabía qué significaba, y algo en lo más recóndito de su ser le instaba a descubrirlo con urgencia, pero…
¿Por qué?, pensó. Sin embargo no había tiempo para preocuparse de ello, antes tenía que solucionar lo que le había traído allí en un principio, y la información que tenía debía llegar con urgencia al Consejo, la vida de muchos corría peligro.

Su transporte esperaba a menos de doscientos metros de su posición, pero se detuvo. La misión era vital y le apremiaba ser completada con éxito, cuanto antes, pero se detuvo. No había tiempo que perder, pero aún así se paró en seco. Una electrizante sensación sacudió todo su organismo, y a cada segundo que pasaba, se hacía más y más acentuada. Cerró los ojos.
Algo iba mal.
Inspiró profundamente y se sumergió en la Fuerza, sintiendo su Voluntad, armonizándose con ella.
Varios susurrantes chasquidos resonaron en su mente, pisadas de cuerpos invisibles, rodeándole.
Era una emboscada.
Los chasquidos hicieron eco de sus premoniciones y lo alertaron. La empuñadura plateada de su sable saltó de su cinto y apareció en su mano diestra, y a una velocidad sobrehumana, una brillante hoja de luz áurea inundó la negra noche y detuvo tres proyectiles. Un cuarto y un quinto atravesaron la defensa, impactando en su nuca y su espalda.
¡No!
Su pensamiento se fue oscureciendo a medida que las fuertes drogas hacían su efecto. Recurrió a su entrenamiento, recurrió a la Fuerza, pero en vano. Entonces lo supo, habían fabricado aquella sustancia única y exclusivamente para atraparlo a él, para coger a un…
__ Ya eres nuestro, Jedi –fue lo último que escuchó.

Seis siluetas desactivaron sus campos de sigilo y se acercaron al cuerpo caído. Sonrieron.
__ Lynko estará satisfecho –dijo uno de ellos –nos pagará bien.
__ Al final no hubo que matarlo. No parece tan peligroso ahora, ¿eh? –una rasgada voz femenina emergió a través de su casco.
__ Ya basta de cháchara. Ponedle la banda neural. No quiero que se despierte antes de que lo metamos en la jaula de supresión –dijo otra de las figuras, más alta que el resto.
Todos iban embutidos en alguna clase de armadura completa y reflectante.
Dos de ellos cogieron al hombre abatido y se encaminaron en dirección opuesta, siguiendo al resto de sus compañeros. El líder del grupo se quedó rezagado y tecleó varios comandos en el brazalete derecho de la armadura, luego desapareció. Segundos después, a escasos doscientos metros de allí, una nave estalló en mil pedazos, lanzando una deflagración que iluminó como un nuevo amanecer aquella remota región.

Una sinuosa sombra corría velozmente a través del oscuro y escabroso terreno. Saltó ágilmente a una formación rocosa y siguió corriendo como si la vida le fuera en ello. Y así podría ser. Su amor iba a marcharse para siempre. Había cometido un error, había juzgado mal sus lealtades y sus propios sentimientos. Traicionó lo que estaba floreciendo entre ellos, lo vio en sus ojos. Ahora, después de la crisis emocional inicial, decidió enfrentarse a sus miedos, lo eligió a él. Pero debía darse prisa.
A menos de medio kilómetro, las luces de una nave resplandecieron en su corazón con la purificadora sensación de esperanza. Los motores estaban encendiéndose.
Aún hay tiempo, pensó llena de júbilo.
En ese momento, el cielo se cubrió de llamas cuando el transporte detonó, explotando con una fuerza demoledora. La ardiente onda expansiva la arrojó varios metros hacia atrás, chocando de espaldas contra las piedras. El estampido que tronó con la potencia de cien tormentas le destrozó los tímpanos, sus ojos desorbitados no podían dejar de mirar con sumo terror y brillantes por las lágrimas el violento fuego que consumía los restos del pequeño transporte, y su alma, destrozada, se negaba a creerlo.
__ ¡Varus! –gritó Kiya.
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