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Los deseos de Qutek

Sandra PantocratorSandra Pantocrator Gonzalo de Berceo s.XIII
editado febrero 2013 en Fantástica
Los deseos de Qutek

Qutek quería morir. Llevaba horas encerrado y hace tiempo se había quedado sin
aire, pero algo extraño sucedía pues por mucho que esperaba el paro cardíaco no
llegaba. Miraba preso del pánico a su alrededor como buscando una salida, inútil
tarea, lo había intentado demasiado tiempo ya. Le atormentaba aquélla enorme aula
empotrada en tierra y bloques de piedra tan grandes como cinco hombres juntos,
pinturas de sacrificios en las paredes y las urnas con órganos al lado del sarcófago.
Definitivamente necesitaba que parara todo aquello.

Quizás fueran días, semanas, Qutek no tenía hambre ni dolor físico, no comía pero sufría males espirituales como jamás había sospechado que existían. Y su cuerpo comenzaba a cambiar, lo notaba más rígido, los movimientos eran casi irrealizables ¡ah! Vapores subían alrededor suya, hedores pestilentes que no podía percibir porque Qutek tampoco tenía sentido alguno. Horas pasaban eternas a su lado, iba perdiendo movimiento a cada cacho de piel que le caía, su carne verdecía y tampoco podía seguir cantando durante las noches como antes había hecho para ahuyentar los malvados seres que solían invadir tumbas profanadas, su lengua era ahora carne podrida que empezaba a desplegarse del resto, cadáver.

Tenía bastante claro que no seguía con vida, pero los sacerdotes a los cuales había
atendido tantas veces durante miles de ceremonias nunca mencionaran tal desgracia,
quedar el alma inerte dentro de un recipiente inservible. Se daba tanto asco que
apenas osaba mirarse, aunque no eran sus ojos los que intentaban tal movimiento,
éstos eran inexistentes hace meses, ¿cuánto tiempo habría pasado? Estaba demolido
al lado del sepulcro, al fin cualquier intención de salir de aquélla pirámide se había
agotado. Los pensamientos volaban por la estancia, los jeroglíficos le resultaban
sumamente bellos, ¿qué importaba si estaba muerto o vivo si podía seguir con la
mente intacta? De un modo u otro le complacía no estar en algún lugar peor, estaba
seguro de haber pecado en demasía antes de acabar en aquella estancia, los religiosos
le advirtieron de un inframundo, donde el dios Anubis ejercía su poder. ¡Ah, no era
tan malo en realidad!

Pasó el tiempo, harmonía, jamás se había sentido más tranquilo ni relajado, lejos
de toda presión corporal, preocupación o molestia. Desde el momento que
desapareció el último pedazo carnoso de su cuerpo su existencia fue gloriosa, pensaba
sobre los problemas que rondaban la humanidad, ¡hasta lograba soluciones
satisfactorias! Cuán feliz fue, pasados miles de años, cuando notó que los huesos del
cuerpo ya olvidado se convertían en polvo. Cada partícula lo hacía más libre, ¿era
libre en aquella tumba, junto aquel féretro desconocido que tampoco le importaba?
Daba igual, pensaba, solo los vivientes deberían tener desasosiegos.

Qutek apenas soñaba con el tiempo ni desperdiciaba siglos imaginándose al nuevo
mundo, ¡oh! ¿no era consciente de los milenios? Sí se divertía analizando el mas
mínimo cambio en la atmósfera, los miles de insectos que entraron en la cripta o
dispersas voces que llegaban de muy, muy lejos en tantos lenguajes que, no obstante,
resultaban curiosamente fáciles de comprender. Ya nunca se cuestionaba porqué
estaba allí, la paz emanaba de su ánima. Siempre había querido justamente eso, pues,
Qutek había querido morir. Pero llegado al punto donde él creía que desde luego nada
volvería a perturbarle, las piedras comenzaron a caer sobre el polvo, el oro y sus tan
amadas escrituras sobre Horus y sus padres Osiris e Isis. ¡Qué enfurecimiento tan
atroz! Hombres gritaban a su alrededor, irreverentes, pensaba. A los primeros los
mató, no sabía ni bien cómo, pero cayeron de rodillas, con lágrimas sangrientas y
arena en los costados, pero entonces surgió la luz de un plano posterior...
¡no había contemplado fuego siendo él pura esencia! Le fascinó la llamita parpadeante pero no era éste un momento para perder la concentración. Toda calma acumulada desapareció en instantes, aire fresco entraba, ¡un pájaro amarillo revoloteaba por su cámara! Los mal
vestidos y extraños europeos lloraban confusos sus amigos perdidos, y Qutek
entendía cada palabra, un suplicio. No obstante al retirarse los fallecidos, empezaron
jaleos, risas casi diabólicas expulsadas por caras parecidas a gárgolas inmundas; los
intrusos estaban extasiados con las riquezas encontradas. Y el fantasmagórico Qutek
exhausto, por primera vez en incontable período.

La sensación era con creces peor que los momentos de la putrefacción, porque
notaba cómo perdía algo tan valioso como el silencio y equilibrio que ningún ser vivo
conocía. Estaba condenado, aseguraba para sí, no podría volver al ensueño
postmortem. ¡Ah, pero aún quedaba la mayor de las desgracias! Forzaron el
sarcófago, los ladrones de tumbas, y la caja tan hermosamente adornada, vacía, hizo
emitir un chillido agudísimo a uno. Hasta Qutek se estremeció sin físico, en los
primeros tiempos se preguntaba muchas veces quién estaría descansando allí, si
quizás aquella alma coexistía de alguna forma en el mismo espacio ¿pero vacío? ¡Qué
por los dioses podía hacer él junto a un ataúd vacío! Un miembro de la pandilla de
malhechores tiró sin intención alguna una de las urnas, palos recibió a continuación,
pero el recipiente estaba vacío también. Claro que había pasado mucho tiempo, pero alguna señal...algo tendría que haber, pensaba Qutek. Pero la idea vino como un relámpago a su conciencia ávida, los recuerdos funestos que se ocultaba desde su muerte. Y era la historia inimaginable de cómo había perecido.


Corrían los tiempos ancestrales de su amada Egipto, pocos años habían
transcurrido desde las primeras momificaciones y aún se desconfiaba del método
como de la práctica en sí. Qutek era un joven, noble y siniestro que buscaba
parecerse a los seres divinos que adoraba con fanatismo. Hechiceras tenían que
embrujarlo, para proporcionarle mayores poderes, aunque nada le producía efecto.
Hasta que una maga bella, exótica e incontrolable le hizo algo terrible, un
encantamiento que deterioró su salud, cayó enfermo. ¡Pero cuánto odiaba el proceso
de momificación, los bálsamos y órganos extraídos! Ordenó antes de su muerte
construir sus aposentos fúnebres como hacía todo buen señor egipcio, prohibió con
extraordinario poder de convención la práctica repudiada y fue dejado íntegro en su
ataúd, al perder la vida. Pero no le duró mucho la negrura exquisita de la extinción,
no. Sin memoria ya, con gesto reflejo e extraña conjuración de la maga, se levantó de
su muerte, confuso, y vivió cadavérico hasta que no pudo más, y espiritual sin reino
del cielo ni almas amigas hasta ese momento. ¡Qué dulce y amarga su maldición!
Deseaba más que nunca que hubiera un cielo, un infierno, donde perdurar sin
agitación al menos, en la eternidad. Salió por las brechas de piedra que crearan los
ladrones, al mundo exterior, primero feliz de ver el desierto que amaba, después
aterrorizado por innovaciones perversas para él, siniestras. Y vagó demasiado tiempo
sin rumbo, buscando fin, queriéndose inmolar en el sol, pero ya nada le hería en ese
estado, era inmortal. Inmortalidad, cualidad divina, ¿había conseguido al final de un
modo tan horrendo su propósito inicial? La tristeza aumentaba con tal reflexión. Sólo
deseaba ahora, morir. Pero Qutek siempre pedía lo que jamás se le debía conceder, si
por algún infortunio sin embargo, lograba lo anhelado, sufriría eternas desdichas.
¡Ah, pero el mundo está lleno de infortunios! Y Qutek lleno de deseos.

Comentarios

  • NeverwinterNeverwinter Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado febrero 2013
    Siempre me he preguntado qué pensaría un faraón si viera su momia, así que mola el rato que te has metido en la piel de uno de ellos, sobre todo con lo bien que escribes y describes.

    Es curioso, me encanta la historia antigua y clásica, y sólo Egipto es la parte que no me ha hecho perder magia cuanto más lo conocía. He visto parte de esa magia en tu relato.

    Un saludo.

    Me ha recordado esta canción, por cierto.
    https://www.youtube.com/watch?v=uJPCDJAOjPI
  • Sandra PantocratorSandra Pantocrator Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado febrero 2013
    La canción es genial :3 Ah...Egipto, mi relato comparado con la historia real solo es una fantasía. La auténtica majestad de la tierra del Nilo aún reside bajo la arena, ante el reflejo de Amón, y el abrazo de Isis e Osiris.

    Me alegro sobremanera que aún leas mis relatos :)
  • EduArdoREduArdoR San juan de la Cruz XVI
    editado febrero 2013
    Ha sido el que más me ha gustado de todos los tuyos.

    El lenguaje es sencillo ;) Al principio, mucha historia y pocos hechos. Luego la cosa se ha animado más :)
  • Sandra PantocratorSandra Pantocrator Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado febrero 2013
    Oh, EduArdoR, el que más te ha gustado? xD Siempre me cuesta imaginar qué relatos puedes gustar o no! Pero me sorprende que sea este...sea como fuere...muchas gracias por leerme :3
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado febrero 2013
    Que terrible,:eek: pero le dieron gusto en lo que quería, por eso hay que tener mucho cuidado en lo que se desea:rolleyes::)
  • EduArdoREduArdoR San juan de la Cruz XVI
    editado febrero 2013
    De los tuyos, la manera de ser escrito si, La temática puede mejorarse claro :p

    Pero me dijo Carolina que para evaluar si un relato era bueno o no, la temática es lo de menos :rolleyes:
  • Sandra PantocratorSandra Pantocrator Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado febrero 2013
    Estoy de acuerdo! A veces la técnica, el estilo, en fin...la manera de decir las cosas es bastante más importante que el tema en sí. ^^
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