AMANECER PÚRPURA
Cansado de dar vueltas en la cama se levantó otra vez. No conseguía dormirse. Se dirigió, en el piso completamente a oscuras, a la cocina para beber un vaso de agua. Tragó ávidamente el agua, haciendo tanto ruido con la garganta que parecía haber tragado peladillas sin masticar. Volvió a la cama y se acostó. Esta vez se quedó dormido.
Se despertó con las amígdalas inflamadas, intentando tragar la saliva gelatinosa que no había conseguido hacer pasar a través de su garganta en toda la noche. Con dificultad para respirar, posó los pies en la alfombra, buscó sus zapatillas sin encontrarlas y se puso en pie. Carraspeó dirigiéndose al baño. Una vez allí, inclinó su cabeza sobre el retrete y escupió la mixtura flemática, que cayó pesadamente en el agua estancada. Pestañeó varias veces antes de advertir el color purpúreo de sus esputos. Se asustó, pero rápidamente se dio cuenta de que no se trataba de sangre. No le dio demasiada importancia. Con su escasa lucidez a aquellas horas de la madrugada, pensó que se debería al vino de la cena. Cogió el cepillo de dientes y le aplicó pasta. Adormilado mientras se lavaba los dientes, no se percató de que la saliva morada había empezado a teñir el agua de la taza del váter, convirtiéndola en un zumo de moras con tropezones marrones. Se secó la boca con la toalla de manos. De reojo vio el agua emponzoñada. Bajó la tapa y tiró de la cisterna. En el mismo instante que el agua limpia se precipitaba por las pulidas paredes cerámicas, los esputos burbujearon violentamente y tres polillas salieron volando. Oyó extrañado el zumbido que producían en su cautiverio, encerradas bajo la tapa. Abrió para ver de dónde provenía el ruido. Las polillas, de un intenso color púrpura, volaron por todo el piso. Fue justo después de este susto cuando empezó a sentirse mal. La dificultad para tragar y respirar devino en insuficiencia respiratoria. Cayó al suelo, luchando frenéticamente por inhalar un poco de aire. De su boca brotaba espuma morada. La espuma eclosionaba como si de huevos se tratara. Las burbujas explotaban en repugnantes gusanos rosáceos. Pronto el suelo se cubrió de larvas gelatinosas del grosor de un hilo de lana, y de muy diversas longitudes. Poco duraba el estado larvario de los inmundos seres. Retorciéndose en el suelo, en pocos segundos formaban un capullo a su alrededor, y de la pupa, en cuestión de segundos, volaba una gigantesca polilla púrpura.
Cuando entró el equipo de fumigadores el piso estaba repleto de polillas. Revoloteaban excitadas, uniendo sus abdómenes, esparciendo huevos por doquier. El suelo desprendía un nauseabundo olor acre. Una espesa capa de mucosidad púrpura hacía difícil el avance. Un vecino había llamado a la policía, alertado por el olor y el ruido. Al no obtener respuesta a las llamadas, los agentes abrieron la puerta y quedaron espantados. Llamaron inmediatamente después a la empresa de desinsectación. Los empleados, bien pertrechados con monos protectores y mascarillas, avanzaban con sus mochilas cargadas del insecticida más potente del que mercado. Poco a poco fueron ganando terreno al asqueroso y zumbante enjambre, mientras la capa de inmundicia en el suelo seguía creciendo. Parecía moverse la superficie, repleta de polillas moribundas, de larvas retorciéndose, como lamentando no poder llegar a metamorfosearse nunca en horrible mariposa. Los trabajadores habían despejado prácticamente todo el piso, dando muerte a la mayoría de las apestosas alevillas moradas. Sólo les quedaba por fumigar el baño. Allí, envuelto en un manto viviente de larvas alimentándose, reposaba el cadáver, convertido ya en un esqueleto impregnado de moco violáceo. Uno de los operarios continúo con la poco grata faena de exterminar la plaga, mientras el otro iba en busca de los agentes de policía, que estaban esperando en el establecimiento de abajo.
Cuando el juez llegó retiraron lo que quedaba del cuerpo. Todo el personal tuvo que hacer uso de máscaras integrales para no sucumbir a las náuseas producidas por el terrible hedor que emanaba del suelo, mezclado ahora con los potentes productos químicos utilizados para acabar con el enjambre. La policía estuvo investigando varias horas. No pudieron aclarar las circunstancias del suceso. Tan solo hallaron varios paquetes, con sellos de mensajería extranjera, llenos de peladillas.
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Comentarios
Dios valga al país de donde salieron esos peladillos xD
No creo que se deba argumentar poca credibilidad en este texto, yo siempre que leo algo creo en las palabras del autor para disfrutar más de su creación. Ahora, que logre disfrutarla ya es otro tema.