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Angel de cristal

SaraIdsSaraIds Pedro Abad s.XII
editado febrero 2013 en Romántica
RESUMEN:

Ethan es frio, viene de una familia rica. No le importa nadie, o al menos eso es lo que creen de él, el único en quien confia es Santiago, su único y mejor amigo. Ethan siempre consigue lo que quiere; odia la hipocresía, las mentiras y la avaricia que rodean la alta sociedad en la que vive. Pero las cosas cambian cuando conoce a Krystal, una chica que lo vuelven loco desde que la conoció; aunque claro el no lo piensa admitir. Krystal ama a su familia, es lo que más le importa, lo que lamenta es que no va a poder pasar el tiempo suficiente con ellos. Krystal tiene un secreto, secreto que no piensa compartir.

¿Pero que pasara cuando Ethan descubra el secreto de Krystal, y que no tiene tanto tiempo como el creía?¿Qué pasara cuando sepa que para algunos el destino esta marcado desde el día de su nacimiento? ¿Quá pasara cuando sepa que el ser rico no te aleja del dolor y el pasado te sigue?

Comentarios

  • SaraIdsSaraIds Pedro Abad s.XII
    editado febrero 2013
    —Dime, ¿cómo me dejé convencer de venir a esta estúpida fiesta? —preguntó mirando a un chico que estaba a su lado.

    —Vamos no es tan malo, deja de ser tan aguafiestas Ethan—contestó su amigo, un chico de cabello castaño con reflejos dorados y ojos azul celeste, vestido con un traje negro de etiqueta. Era alto y acuerpado.

    —¡Oh! , claro no será tan malo —satirizó él—. Aquí sólo hay cabezas huecas y personas hipócritas. Odio la alta sociedad de la que se vanaglorian estos idiotas, Tiago.

    —A veces puedes ser tan amargado —definitivamente cuando a su amigo le daba por aburrirse, le amargaba la vida a todos, suspiró con cansancio—. Además hay chicas lindas, tú siempre te diviertes con ellas, tal vez te enamores —dijo el sonriendo.

    —No me hagas reír por favor —exclamó sin poder aguantar grandes carcajadas—. Sabes que éstas,sólo sirven para divertirme por una noche. Nunca voy a enamorarme y menos de una vanidosa.

    —Llegara el día en que te arrepentirás de tus palabras —objetó con seriedad.

    —El hecho de que tú seas un tonto enamorado, no significa que los demás lo estén.

    —¡Ah!, sí Claudia, mi linda Claudia —dijo con ojos enamorados y una sonrisa—. Pero cambiando de tema, la razón por la que te convencí de venir es: porque quiero presentarte a mi hermano y hermana. Hoy por fin los veré, han estado tan ocupados con la mudanza que no han venido a vernos.

    —Es cierto ¿por qué se mudaron desde Tokio a Londres?

    —Porque Jasón van empezar unos negocios, y no va a tener tiempo para ella. No le gusta dejarla sola, así que decidió que lo mejor era que estuviera cerca de su familia, ósea nosotros —explicó con una gran sonrisa.

    —Está muy feliz ¿cierto?—preguntó, Tiago asintió alegre.

    Ethan tenía el cabello miel y ojos verdes eléctricos. Vestía, al igual que su amigo, un traje negro, sólo que sin corbata y la chaqueta desabotonada. Hace diecisiete años que nació en una familia rica y avariciosa, a la cual no le expresaba el más mínimo aprecio, simplemente porque no lo sentía. En cambio sí lo hacía a la familia de su amigo, que al igual que la suya poseían muchos millones, pero no se dejaban llevar por ellos, eran humildes, y eso fue suficiente para que se ganaran su cariño.

    Creció prácticamente solo. Sus padres siempre ocupados con sus negocios, lo dejaron a cargo de niñeras, choferes, guardaespaldas y maestros. Se acostumbró a valerse por sí mismo, nunca conoció lo que es un abrazo materno. Por eso, también, le tenía tanto afecto a la familia de su amigo, podían tener una gran fortuna, pero eran muy unidos.

    Siempre conseguía lo que quería, sin importar el medio. Podía odiar a los “niños ricos”, los de la alta sociedad —porque eran bastante caprichosos—, pero no por esto dejaba de ser uno ellos. Era egoísta en su medida y malgeniado, serio como nadie —exceptuando cuando se encontraba con la familia de Tiago, en verdad aquellos sobrinitos que tenía eran irresistibles—, destilaba sarcasmo por cada poro de su cuerpo.

    Sabía muy bien lo bien parecido que era, y no dudaba en usarlo. La seriedad y misterio que desprendía lograba que las chicas se derritieran por él. Mas, nunca se había enamorado y no pensaba hacerlo.

    Por otro lado Tiago, para los cercanos, Santiago en el acta de nacimiento. Era todo lo contrario a Ethan, su personalidad era alegre y desbordaba carisma por donde iba. Lo más importante para él era su familia, su característica principal era ser fiel a sus amigos. Odiaba la traición, a su punto de vista eso era imperdonable.

    El hecho que Ethan aún no cumpliera su mayoría de edad, no le impedía ser amigos, como tampoco que sus personalidades fueran tan opuestas. Quizás una de las cosas que más se diferenciaban era que Tiago estaba completamente enamorado de Claudia.

    —Me aburro —dijo Ethan, mientras tomaba la copa que le ofrecía el mesero.

    —¡Vamos!, ¿por qué no sales a bailar con una chica?

    —No tengo ganas, mejor me voy a caminar por ahí, nos vemos más tarde.

    —Claro.

    Caminó por el amplio salón sin tener un destino fijo. Prefirió el balcón para al menos tener una vista del cielo. Se llevó la copa a la boca, y vio que en frente de la gran mansión paraba una limosina negra, “más vejetes ricos”, pensó para sí.

    Observó que de ésta se bajaba un joven alto y de cabello negro, ayudó a bajar a una chica más joven. La copa resbaló de sus manos, pero no le importó. Se quedó viendo fijo aquella chica. Tenía el cabello negro y brillante con unos mechones azules, lo llevaba un poco debajo de los hombros, era liso y con ligeras ondulaciones en las puntas. Conforme iban caminando hacia la entrada, podía distinguir mejor su rostro. Él solo tenía ojos para aquella niña. Su piel era blanca y pálida, pero no por esto dejaba de ser brillante, su figura frágil y delicada con unas no muy exageradas curvas. Caminaba con gracia y distinción, cuando pudo ver un poco mejor su rostro se quedo prendado, su nariz era recta y pequeña, sus labios rosados, sus pestañas largas y espesas sombreaban sus ojos.

    Ella paró en mitad del camino y se lo quedó viendo fijo. Sus ojos eran azul zafiro y conforme llegaban a la pupila se aclaraban hasta llegar a un azul celeste y combinaba a la perfección con su vestido azul, que le llegaba hasta las rodillas. Escuchó que la llamaban y siguió su camino.

    Ethan se quedó con la boca abierta no podía existir tanta perfección. Esa chica por el sólo hecho de estar en la fiesta, debía ser un chica vacía y vanidosa, se convenció de eso, una buena “victima”´.

    Esperó un momento afuera y decidió entrar, e invitarla a bailar, no se le resistiría.

    Cuando la vio se le acercó, estaba sola, carraspeó para llamar su atención; cuando la chica se volteó, se lo quedó viendo fijo en muda pregunta.

    —¿Bailas? —preguntó extendiéndole la mano.

    —No —dijo ella en tono cortante, dio media vuelta y se fue.

    Ethan quedó en shock, nadie nunca, jamás y menos una chica lo había rechazado de esa forma, eso era el colmo. Él siempre conseguía lo que quería. Y ella no sería la excepción.

    La buscó de nuevo y pudo reconocerla junto a la mesa de bocadillos charlando con alguien. Se acercó y cuando vio que la dejaban sola fue su oportunidad. Llegó a ella por detrás y la abrazó por la cintura. Ella se sorprendió, pero antes de que se diera la vuelta le habló al oído.

    —¿Bailas? —Su voz sonó aterciopelad y seductora, lo que le causó un pequeño estremecimiento a la chica, él se rió de medio lado, no se resistiría.

    —¡No! —Se sorprendió cuando escuchó una nueva negativa de parte de la chica, frunció su entrecejo, y la arrastró a la pista de baile—. Suéltame —dijo ella molesta.

    Le dio media vuelta y ella dejó las manos en el pecho del. Intentó empujarlo, pero fue en vano, él era mucho más fuerte y alto; ella a duras penas le llegaba a los hombros. Ethan tomó sus manos con cuidado para no hacerle daño; puso una en su hombro y la otra entre la suya, mientras que él ponía una en su cintura.

    —Qué no entiendes un ¡no! ¿Te presto un diccionario?, a menos que no sepas leer, en ese caso te explico que significa. —Él la ignoró simplemente—. Dentro de la gramática tradicional, "no" se clasifica como un adverbio de modo, una negativa. —Pero el chico no le hacía caso—. ¿Necesitas que te lo explique con plastilina?

    —Por lo menos tienes cerebro, otras chicas en este lugar no habrían dicho eso —dijo él mirándola burlonamente. Ella se molestó por eso.

    —No me compares con estas plásticas. —Él se quedó viéndola boquiabierto.

    —¿Cuál es tu nombre?

    —¿No sabes que es de mala educación preguntar un nombre sin decir antes el tuyo? —interrogó altanera.

    —Mi nombre es Ethan, ¿y el tuyo?

    —No te importa, dije que era de mala educación, no que te diría mi nombre.

    —¿Siempre eres tan maleducada? No se supone que deberías ser linda, educada y asentir a todo lo que te digan.

    —Si quieres a alguien así, vete a charlar con una cabecita hueca, que aquí abundan —contestó sin dejar la altanería—. Y no. Sólo cuando me obligan a hacer algo que no quiero o estoy con gente desagradable.

    —¿Me consideras desagradable?

    —Sí y mucho. —Él dio un suspiro no iba a ser fácil hablar con ella—. Porque no me dejas en paz.

    —Me agradas —dijo simplemente.

    —Por favor, eso ni tú te lo crees.

    —¡Vaya ya se conocieron! —exclamó una voz alegre desde atrás. Voltearon sus rostros e Ethan reconoció a Tiago.

    —¿A qué te refieres?, ¿la conoces? —La chica se soltó como pudo y abrazó a Tiago ante la confundida mirada del chico de ojos verdes; éste le correspondió el abrazo.

    —Claro —dijo contento—. Ella es...
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado febrero 2013
    ... y se estrelló por primera vez, está entretenido:)
  • SaraIdsSaraIds Pedro Abad s.XII
    editado febrero 2013
    n.n
  • SaraIdsSaraIds Pedro Abad s.XII
    editado febrero 2013
    —Claro —dijo contento—. Ella es Krystal, mi hermana. —Ethan quedó sorprendido, aunque no lo demostró ¿esa chica era la hermana de su mejor amigo? ¡¡No se parecían en nada!! Pero Santiago no mentía, él nunca mentiría con algo así—. Krystal, Ethan es mi mejor amigo.

    —Hermano, tienes mal gusto para escoger a tus amigos —añadió la chica con decepción.

    —Pues, hace un rato no te parecía malo mi amigo, mientras bailaban —le contestó Tiago con una sonrisa.

    —Es porque él me obligó a hacerlo, yo no quería —repuso con un pucherito, mientras lo abrazaba—. Incluso me sedujo —Tiago le lanzó una mirada a su mejor amigo que él perfectamente entendió

    —¡¡¡No!!! quiero que vuelvas a hacer eso —sentenció molesto, por si acaso no entendió su mirada.

    —Como digas —suspiró el de ojos verdes, sin inmutarse por el tono de su amigo. Krystal le lanzó una mirada burlona.

    —¡¡¡Tía Krystal!!!

    —¡¡¡Tía Krystal!!! — A penas pudo entender lo que decía.

    —Tía, tía, tía.

    Escucharon aquellos gritos, pero antes de que pudieran hacer algo, un niño y dos niñas se habían abalanzado contra Krystal, que yacía en el suelo aplastada por los pequeños de diferentes edades.

    —¡Oh qué bien que regresaste! —gritó una niña de unos siete años, cabello rubio y ojos celestes, como los de Tiago.

    —Y la mejor parte, es que vas a quedarte —dijo otro de nueve años con el cabello rojizo y ojos celestes.

    —¡Eh! ¡Súper que te quedes, tía Krystal! —Se le entendió a una pequeña de cuatro años en su lenguaje infantil. Tenía el cabello castaño y cortito con sus ojos celestes.

    —Elizabeth, Nicolay dejen de aplastarla —los reprendió un niño de cabello miel y ojos celestes de unos doce años—. Ven aquí Molly —cogió a la más pequeña en sus brazos.

    —Pero yo quiero quedarme con mi tía, no seas malo Adrián. —Los presentes debieron traducir mentalmente lo que la niña dijo, al tiempo que estiraba sus bracitos a la chica. Tiago ayudaba a su hermana a levantarse.

    —¡Cuánto han crecido desde la última vez que los vi! —exclamó con una enorme y encantadora sonrisa—. Mira Adrian, tú también has crecido muchísimo, como los he extrañado a todos. —Los abrazó fuertemente.

    —Tú también has crecido Krystal —contestó Adrian, el más grande, con una sonrisa, raro en él. Usualmente estaba muy serio y cómo no estar serio, si tenía que cuidar de su hermanita Molly y sus dos primitos Elizabeth y Nicolay, que también eran hermanos—. ¿Dónde está Jasón? ¿No vino contigo? Aún no lo veo.

    —Debe estar por ahí —respondió tomando a Molly en sus brazos y le hacía cosquillas consiguiendo que riera.

    —No es justo, le tienes preferencia porque es más pequeña. No es justo, no es justo —alegó Elizabeth molesta.

    —Vamos Lizzie, sabes que a ti no te puedo cargar. Estás muy grande —la calmó con una sonrisa.

    —Igual, exijo el mismo trato que Molly y Nicolay me apoya, verdad hermano. —Él se la quedó viendo como si estuviera loca, Elizabeth se enojó y se cruzó de brazos mientras refunfuñaba cosas como “la vida es injusta”, “incluso mi hermano me da la espalda” “nadie me quiere” y todo con gesto teatral. Pero viendo que nadie le hacía caso, tomó la segunda opción; cogió a su hermano por la oreja y se la jaló—. ¿Verdad que tú me apoyas hermano?

    —¡Auch!, sí te apoyo, te apoyo, pero por favor suéltame.

    —No. Repite después de mí. —Lizzie se aclaró la garganta mientras su hermano seguía quejándose—. Exigimos el mismo trato que Molly, el derecho a la igualdad, cumplan nuestras demandas o mi oreja será arrancada. —Todos la vieron sorprendidos ¿de dónde rayos esa niña había sacado aquellas ideas?

    —Exigimos el mismo trato que Molly, el derecho a la igualdad, cumplan nuestras demandas o mi oreja será ¡¿qué?! Ni loco no pienso repetir eso y ahora suéltame que me duele. —Lizzie accedió a soltarlo debido a las quejas y el hecho que su padre se acercaba.

    —Que aguafiestas eres —le dijo bajito ya que su padre estaba frente a ella y la miraba con gesto reprobatorio.

    —Elizabeth Abiatti —la llamó por su nombre completo, eso sólo significaba una cosa: castigo sin salir a jugar por quién sabe cuánto tiempo, y clases extras—. ¿Qué rayos crees que estás haciendo?

    Sólo tenía una opción: su cara de “perrito recién nacido y abandonado bajo la lluvia” , junto sus manos, miró al piso y empezó a mover su pie en forma circular.

    —Es que yo…

    —Tú nada, no uses ese tono conmigo jovencita, sabes que eso no funciona. Castigada por un mes sin salir y clases extras —sentenció imponente.

    —Pero… papá un mes no es justo —dijo mirándolo.

    —Yo decido que es justo y que no. Tú te lo ganaste, eso te va a enseñar. —Un carraspeo de todos los presentes lo hizo voltear, sus ojos se iluminaron al ver a su “pequeña” hermana—. Krystal, llegaste, no te había visto —dijo abrazándola tan fuerte que la pobre ya se estaba poniendo azul.

    —Sebastián, se está poniendo azul —le dijo Tiago con una risita nerviosa, éste la soltó de inmediato.

    —¡Pero mira cómo has crecido! ¿Por qué no nos dijiste? Ese tonto de Jasón sólo te quiere para él. Debió dejarnos ir a recogerlos a al aeropuerto, ¿por cierto dónde está ese egoísta? —Krystal rió, no importaba cuanto tiempo pasara, ni cuántos hijos tuviera iba a seguir peleando con Jasón.

    Fijó su vista en su hermano y se dio cuenta de cuánto los extrañaba. Él, a sus veinticinco años, seguía como siempre. Su cabello castaño rojizo y ojos celestes, al igual que sus hijos. Su rostro, usualmente estaba serio, producto de haber tenido hijos a muy temprana edad, a los dieciséis para ser exactos nació Nicolay. Además se tuvo que encargar de sus dos hijos prácticamente solo, porque la madre de ellos murió de cáncer hace ya dos años.

    Aquel acontecimiento fue muy triste para todos, Krystal realmente le tenía aprecio. A pesar que tuvo a sus niños a temprana edad, los amaba, y nunca le importó lo que dijeran. Sebastián quedó destrozado, pero salió adelante por sus hijos, él era admirable frente a sus ojos. Sonrió y distinguió que Eliot se acercaba.

    —Hola peque —dijo quien llegó con una sonrisa.

    —¿Nunca dejaras de llamarme “peque” aunque cumpla cuarenta? —preguntó sonriente.

    —No. Para mí siempre serás pequeña sin importar cuantos años tengas —contestó quien tenía el mismo tono de cabello que Sebastián. La abrazó y ella pudo sentir la fuerza de su hermano de treinta años —Jasón es un envidioso, egoísta; no nos dejo recogerlos —refunfuñó molesto. Krystal se rió en verdad, sus hermanos nunca cambiarían ¡Pobre Jasón! Lo que le esperaba.

    —¿Qué? ¿Soy un qué? —Se escuchó una voz a sus espaldas. Todos voltearon y se encontraron con Jasón, un joven de 23 años con el cabello negro y ojos miel casi dorados.

    —Un egoísta y envidioso. La quieres para ti solo, también es nuestra hermana, ¿sabes? —cuestionó Sebastián.

    —Cierto —lo apoyó Eliot.

    —Media hermana en realidad —replicó burlonamente Jasón, causándole molestia a los tres hermanos. Krystal llevó una mano a su cara y dio un suspiro, esos siempre eran así. Prefirió intervenir antes de que comenzaran una pelea verbal por quien tenía más derecho sobre ella.

    —A mis ojos los cuatro son mis hermanos por igual. ¿No creen que ya están muy grandecitos para pelearse por eso?

    —No —contestaron al unísono.

    —Por lo menos se ponen de acuerdo en algo. —Se miraron y volcaron los ojos. Krystal rió—. Será mejor que nos vayamos, los niños se están quedando dormidos.

    Voltearon y vieron que efectivamente Lizzie y Nico apenas se podían mantener en pie, mientras que Molly ya se había quedado dormida en brazos de su hermano que se veía cansado, pero contento.

    Eliot cargó a su hija. Jasón tomó en brazos a Lizzie, ya que si no lo hacía, caería al suelo, y Sebastián agarró a Nico.

    —Gracias —dijo Sebastián con una media sonrisa, dirigida a Jasón, mientras caminaban hacia la salida.

    —Sabes que siguen siendo mis sobrinos, los quiero; y a ustedes los considero mis hermanos, no me importa que no tengamos el mismo padre —añadió el moreno a quienes lo acompañaban. Jasón caminaba hacia la salida, algunas chicas los seguían de vista mientras reían nerviosas, les quiño un ojo y miró de nuevo al frente—. Las peleas sólo son un juego al que estamos acostumbrados y Krystal también lo sabe. Nos sigue la corriente. Tú también lo sabes, ¿verdad Eliot?

    —Claro, somos familia después de todo —contestó sonriendo.

    Ethan, quien se mantuvo al margen de todo, nunca había visto a aquella familia tan feliz. No importaba si su padre no era el mismo, se querían por igual, eso era algo que admiraba de ellos: su unidad. Además ahora se reafirmaba al conocer a Jasón.

    Se dirigieron a la limosina negra que Ethan vio. Subieron todos y recostaron a los pequeños lo mejor posible, cosa que no fue difícil, considerando lo amplia que era…

    Después de un rato, llegaron a un barrio tranquilo. Las mansiones eran enormes y los jardines perfectamente arreglados, se detuvieron frente a una casa blanca con un amplio jardín y una cerca de madera. Se lograba apreciar un enorme roble. Ethan nunca había entrado ahí. Ethan nunca estuvo en ese lugar, aquella casa había estado en venta, y la acondicionaron para eso.

    —¿Qué? —preguntó Ethan, confundido.

    —Aquí van a vivir Jasón y Krystal. Eliot dijo que había una casa en venta y Jasón la compró para que estuviéramos cerca—contestó Santiago que estaba a su lado—. Vamos a quedarnos a dormir aquí, ya que los niños cuando despierten van a querer verla.

    —¿No es lo mismo dormir aquí que en sus respectivas casas? —cuestionó, cruzándose de brazos. A veces Tiago le parecía exagerado—. Está en medio de las suyas.

    —Si no quieres dormir aquí—añadió con cara triste, Tiago—, podemos irnos a mi casa

    —No, está bien. Tú quieres estar aquí, además, no quiero ver a mis padres hoy y hace rato que no ves a tus hermanos, no importa.

    —Genial.—Una enorme sonrisa se formo en su rostro.
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado febrero 2013
    Te sigo los pasos, cuentas bien:)
  • SaraIdsSaraIds Pedro Abad s.XII
    editado febrero 2013
    “Tres sombras pequeñas corrían por los pasillos desiertos de aquella base, asustados porque los podrían descubrir.

    —Corran —ordenó uno, a otros dos que se encontraban en el mismo lugar.

    —Ya no puedo más, estoy cansada —suspiró la más pequeña de las tres. Era la voz de una niña.

    —No te quedes atrás —ordenó

    El estridente ruido de la alarma los lastimó. Se asustaron, eso sólo significaba una cosa:

    —¡¡Nos descubrieron!!

    —¡No! —gritó asustada.

    —¡¡Deténganse!! — Se escuchó en las cercanías.

    Pero, no hicieron caso así que… sacó un arma enorme y disparó sin dudar. Le dio en el hombro a la primera sombra que había hablado”


    —¡No! —Se levantó asustada, vio a Lizzie y Molly dormidas a su lado, suerte que tenían el sueño pesado y no se despertaron. Dio un suspiro cansado; tal vez querer dormir con ellas no había sido buena idea.

    Las acobijó mejor, para que no les diera frio. Bajó de la cama y salió de la habitación con pasos suaves, y se encaminó a la cocina.

    Aquella casa era inmensa y el lugar a donde iban estaba en el primer piso, no quiso prender la luz, no se demoraría mucho. Se sirvió agua en un vaso. Pero cuando se dispuso a beber su contenido…

    —¿Qué haces aquí? —Se asustó y el vaso resbaló de sus manos, haciendo un sórdido ruido. Se volteó y vio a Ethan.

    —¿Qué? ¿Acaso no puedo estar en mi propia casa? —reclamó molesta.

    —No dije eso, sólo que deberías estar dormida.

    —Pues, no tengo que darte cuentas de lo que hago o dejo de hacer. —Él dio un suspiro, mientras ella se agachaba para recoger los vidrios rotos.

    —No deberías hacer eso, te cortarás.

    —¿Y eso a ti te importa? —preguntó de mala gana sin mirarlo.

    —¿Qué hacen aquí? —Se escuchó una voz a sus espaldas mientras prendía la luz. Ambos chicos voltearon—. No lo hagas, te cortarás. Lo haré yo —añadió cuando vio el vaso roto que Krystal pretendía recoger. Ella se hizo a un lado—. ¿Otra vez?

    —Lo siento —musitó ella con algo de arrepentimiento.

    —Sabes que no es tu culpa —dijo tirando los vidrios a la basura—. Siéntense. —Señaló el amplio comedor. Ambos obedecieron y él se dirigió a la nevera, sacando un poco de leche para calentarla.

    —¿Por qué bajaste? —preguntó Ethan.

    —El ruido, pensé que habían sido los niños. —Abrió la despensa. Ethan quedó asombrado, estaba llena de galletas y dulces, debían haber de todos los sabores—. Sólo tengo galletas de chocolate. ¿Te gustan?

    El chico asintió sin salir del asombró de lo que vio.

    —Bien,coman —dijo poniéndoles un plato lleno de galletas y un vaso de leche caliente a cada uno.

    —Gracias —contestó él tomando un poco.

    —La leche caliente es lo mejor para dormir, papá siempre no daba cuando éramos pequeños.


    —¿Dónde está él?, no lo he visto. —Tenía curiosidad por saber el porqué de la actitud de la chica.

    —Él murió hace cinco años —contestó Krystal en voz baja, con una cara melancólica.

    —Lo siento, no…

    —No lo sabías —sonrió Jasón con tristeza.

    —¿Puedo preguntar algo?

    —Claro —dijo el de ojos miel.

    —Si murió hace cinco años, no se supone que tú. —Miró a Krystal—, debías quedar a cargo de Eliot, ya que es el mayor. —Jasón sonrió ante esa pregunta.

    —Verás —respondió con calma—. Eliot, Sebastián y Santiago son hermanos, y nosotros sus medio hermanos. Sé que es extraño porque yo soy mayor que Tiago y Krystal es más pequeña. Así que será mejor que te lo cuente desde el principio.

    >>Mi madre viene de una familia millonaria, y la obligaron a casarse con Ricardo, el padre de ellos para proteger su fortuna. —Hizo una mueca de desagrado—. Se casó y tuvieron a Elliot y Sebastián. Pero conoció a mi padre y se enamoró, podría decirse que le fue infiel a Ricardo —sonrió por eso—. Ella era demasiado liberal, y no le importó que pensaran o dijeran cuando me tuvo. Además Ricardo sabía que ella no estaba enamorada cuando se casaron. —Se detuvo un momento y continuó—. Aunque claro, no todo es color de rosa, hubieron muchos problemas y yo terminé viviendo con mi padre —suspiró con melancolía—. Y nació Santiago. Yo me quedaba en casa de mamá todas las tardes, por el trabajo de mi padre, así que me crié con ellos.

    >>Luego llegó Krystal, otro error. —Hizo el gesto de comillas con sus dedos—. Pensé que vendría vivir con nosotros, pero mi madre se negó rotundamente a separarse de ella. Por eso vivió con ellos. —Tomó una galleta y se la comió—. Cuando Janet, la madre de Adrián y Molly quedó embarazada, Ricardo puso el grito en el cielo —sonrió al recordarlo—. Eliot ya era mayor de edad, así que decidió irse a vivir con ella a un departamento que mamá compró a escondidas. Aprovechó el momento y se fue con todos los niños al mismo lugar —musitó débilmente, pero audible—. Ricardo les pasaba una mensualidad, la ahorraron e invirtieron bien, mi padre les ayudó y ahora tienen esa gran empresa en la que todos somos socios.

    >>Cuando mamá murió, Krystal tenía siete años. —Ethan miró a la mencionada y vio que sus ojos estaban perdidos—. Vino a vivir con nosotros, ya que papá pidió su custodia. Sebas ya tenía a Nicolay con un año, y Eliot se quedó a cargo de los demás.

    >>Papá tuvo que irse a Tokio, junto a nosotros. Pero aún así los ayudaba. —Se detuvo por varios segundos y prosiguió—. Finalmente, cuando él murió, yo obtuve la custodia de Krystal por ser hermano completo de sangre. Eliot no se molestó en quitármela, porque yo estaba en todo mi derecho —terminó de contar la larga historia.

    Krystal había permanecido callada y viendo un punto fijo, como si recordara todo. Ethan se mantuvo en silencio, escuchando.

    —El ser millonario, no te salva del dolor —musitó Krystal, Ethan la vio dándose cuenta que ella tenía toda la razón.

    —Bueno, hora de dormir —suspiró Jasón cambiando el tema.

    Cada uno se fue a sus respectivas habitaciones, para poder descansar. Ethan quedó pensando en lo que dijo Krystal: “El ser millonario, no te salva del dolor”. Recordó la mirada que había tenido cuando lo dijo y también al escuchar la historia, le dieron unas ganas increíbles de abrazarla y protegerla de todo.

    —No, qué rayos estoy pensando, sólo es una niña mimada. —Intentó convencerse de eso, pero prefirió dormir.
  • SaraIdsSaraIds Pedro Abad s.XII
    editado febrero 2013
    El sol empezó a herir sus ojos, pero no fue por esta razón que despertó. Sino que, fueron unos gritos y saltos que pegaban sus dos sobrinitas, sobre su cama.

    —Vamos despierta tía Krystal —dijo Lizzie entre salto y salto—. El sol brilla, los pajaritos cantan, y tú no te levantas. Además tenemos que hacer muchas cosas hoy —sentenció en el momento que la puerta de la habitación se abrió de un golpe.

    —No es justo. ¿Por qué ellas durmieron contigo y yo no? —reclamó Nicolay, subiendo a la cama y empezando a zarandearla para que despertara—. Vamos despierta, jugarás conmigo tiro al blanco en compensación.

    —Tengan piedad de mí, déjenme dormir 5 minutos más —contestó sin abrir los ojos.

    —¡¡No!! —gritaron unísono.

    —Son imposibles —dijo levantándose finalmente—. Pero primero necesito tiempo para un baño, ¿sí?

    —Te bañarás en la piscina —exigió Nicolay—. No hay tiempo que perder.

    —Nada de eso. Todos se van a bañar antes, empezando contigo Nicolay, Sebastián ya trajo tu ropa y la de Lizzie.

    —¡Ah!, eres un aguafiestas Adrian. Queremos jugar.

    —Lo harán después de que se bañen —ordenó para dirigirse a su hermana—. Ahora ven aquí Molly, mamá está abajo esperando.

    —No quiero —contestó con su idioma mal hablado. Adrian dio un suspiro, y la cargó, pese a las protestas de la pequeña.

    —¿Y qué? ¿No me vas a dar mi beso de buenos días? —Río Krystal.

    —Claro. —Le dio un beso en la mejilla y salió de la habitación con su hermanita.

    —Bueno, será mejor que obedezcamos —dijo Lizzie, y su hermano enarcó una ceja ¡ella jamás obedecía!—. Ya estoy castigada, no quiero que papá me castigue más.

    —¡Oh! es cierto —sonrió con burla su hermano.

    —No te rías, no es gracioso —rezongó bajando de la cama.

    —Claro que sí, te lo mereces por jalar mi oreja —dijo su hermano siguiéndola terminó de decir para seguirla—. Te esperamos abajo, Krystal. Y vamos a meternos a la piscina.

    Ella asintió y cuando los niños salieron de la habitación, cerrado la puerta tras de sí, decidió bañarse y ponerse su traje. Luego de estar alistarse, bajo a desayunar.

    —Buenos días dormilona —saludó Jasón.

    —Buenos días —respondió sentándose en la mesa.

    En el lugar ya se encontraban sus dos hermanos mayores junto a los niños. Jasón le dejó un plato con su desayuno, que se componía de huevos, tocino y jugo de naranja.

    —¡Hola! —Saludó alegremente Tiago, entrando junto con Ethan, ambos con sus trajes; una pantaloneta verde Tiago y una roja con llamas, Ethan.

    —Buenos días —contestó Ethan.

    —Vaya, parece que la noticia de la piscina se extendió, ¿no es así? —preguntó Jasón.

    —¿Cómo no nos íbamos a dar cuenta? Si Nicolay nos despertó gritando “piscina, piscina” —dijo Adrian molesto.

    —Vamos primo no seas amargado —rió Lizzie—. Dices que tienes 12, pareces de 40. Ni siquiera papá es tan serio.

    —No soy amargado —resopló de mala gana.

    —Como digas. —Se burló esta vez Nicolay.

    —Oye amigo, ¿por qué tan callado? —preguntó Tiago mirando a Ethan.

    —Tu familia se ve muy alegre —respondió casi en susurro.

    —Es que siempre quisimos que Jasón y Krystal vinieran a vivir aquí. “Lástima que sea en estas circunstancias” pensó para sí.

    Ethan permaneció en silencio, posó su mirada en Jasón y luego en Krystal.

    Después de un largo desayuno lleno de peleas y criticas, se dirigieron por la amplia sala. Atravesaron una puerta corrediza que daba a un jardín con una gran piscina, que tenía alrededor sillas. Además de una pared de arbustos, perfectamente podados, con cientos y cientos de claveles al frente. Un poco más allá, un gran árbol con hermosas flores blancas.

    —¡La bomba! —gritó Nicolay, y salió corriendo hacia la piscina para clavarse.

    —¡Nicolay, espera! —exclamó una hermosa mujer de cabello y ojos miel.

    —Janet, él no te va a hacer caso. Tiene la cabeza llena de agua —habló Sebastián.

    —Pero Sebastián, podría resbalarse y caerse y…

    —Créeme, no le pasara nada. Él nació para ser nadador —dijo viendo como su hijo daba un perfecto clavado—. ¿Lo ves?

    —¡Es mi turno! —gritó, esta vez, Lizzie.

    —No. Tú no. —La tomó por la cintura para que no hiciera lo mismo que su hermano.

    —Pero papá. —Se quejó.

    —Tú naciste para ser bailarina de ballet —le sonrió para calmarla—. Además todavía no olvido tu castigo.

    —No es justo.

    —Hermano por favor, ¿podrías olvidar el castigo de Lizzie por mí? —intercedió Krystal. Él la miró, pero antes de que pudiera decir algo, Jasón intercedió.

    —Sí, es cierto. Mira que castigarla justo el día que nosotros regresamos. Es cruel.

    —¡Ah!, está bien. Ve a jugar, pero no te claves como tu hermano.

    —¡¡Sí!! —gritó contenta.

    —Y ustedes dos —sentenció mirando a sus hermanos—. No se pongan del lado de ellos, se los voy a perdonar esta vez, pero…

    —Sí, sí, sí. Cómo digas, vamos mejor a meternos. — Krystal sonrío ante la victoria y lo jaló del brazo.

    —Vaya, lograron quitarle el castigo –musitó asombrado, Ethan.

    —Ethan, la apuesta —se burló Tiago.

    —Esto es un asco —contestó.




    Recordó esa mañana.

    —Oye, ¿no se supone que Elizabeth está castigada? —preguntó Ethan a su amigo.

    —Sí. ¿Por qué?

    —¿Sebastián la dejará meterse a la piscina?

    —¡Ah eso!, no te preocupes. Jasón y Krystal harán que le quite el castigo.

    —No lo creo, cuando Bastian decide algo no da su brazo a torcer y menos si se trata de un castigo de ellos.

    —¿Quieres apostar? Yo conozco mejor a mis hermanos. —Ethan titubeó un momento.

    —Claro, apostemos. Dudo mucho que ellos puedan contra el carácter de Sebastián.

    —Te arrepentirás de tus palabras.

    —Sí, claro, yo nunca me arrepiento.





    —Te lo dije.

    —Cállate —dijo dirigiéndose hacia donde Sebastián, que estaba al borde de la piscina.

    Caminaba como un condenado a muerte.

    —¿Qué apuesta? ¿Qué hará? — un interrogó Krystal a su hermano.

    —Sólo mira.

    —Sebastian, cuando sea mayor, quiero que te cases conmigo, para que así podamos criar juntos a nuestros pequeños —dijo en una voz mimosa acercándose a él.

    —¡¡¡Pero,¿qué?!!! —exclamó asombrado. Eso definitivamente era lo último que haría. ¿Cómo se le ocurría eso?—.¡Mocoso idiota quítate esas ideas de la cabeza! —le gritó al empujarlo a la piscina. Todos rieron a carcajadas, especialmente Tiago y Krystal.

    —Sinceramente, no me agrada la idea de tenerte como mamá —dijo Lizzie mirando a Ethan, cuando éste salió tosiendo agua—, y creo que Nicolay va a pensar como yo, ¿verdad hermano? —El pequeño asintió con seriedad.

    —Además, a mí no me gustaría tenerte como tío, tienes muy mal genio —se burló Adrian.

    —Sólo fue por una apuesta que hice con Santiago —contestó enojado, saliendo de la piscina—. ¿Contento? —preguntó a Santiago que estaba rojo y a punto de llorar de la risa.

    —Menos mal, porque no quiero que seas parte de mi familia —reía a carcajadas Krystal. Ethan se molestó por el comentario y la tomó de la cintura mojándola, causado que ella se estremeciera.

    —Claro que no, porque tú no me quieres como un hermano ¿verdad? —susurró con voz seductora al oído.

    Todos pusieron una cara de enojo, no les gustaba que Ethan le hiciera eso a Krystal. Pero antes de que pudiera reclamar algo, ya la había empujado a la piscina y Santiago también iba para allá.

    —¿Y ahora? ¿Quién se ríe de quién?

    —¡Eres un idiota! —gritó Krystal desde la piscina.

    —¡Uy! Menos mal, ya tenía ganas de golpearte por insinuártele a mi hermana —rió Santiago alegremente.

    —No te preocupes amigo, con tu hermana, ni a la esquina.

    —Bueno, ¿ quién quiere jugar con la pelota? —añadió Jasón.

    —¡¡Yo!! —gritaron los niños.

    Empezaron a pasarse la pelota, que quién sabe de dónde la había sacado Jasón. Krystal prefirió jugar a la pelota e ignorar a Ethan por salud mental.

    Al poco rato se les unieron Sebastián y Eliot junto a Janet. Ethan también lo hizo.

    Después de un día en la piscina lleno de juegos y risas, todos estaban exhaustos. Los niños estaban ya por dormirse, además al día siguiente tocaban clases.
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