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Violación.

editado marzo 2013 en Erótica
Violación.

Entré en aquel salón rodeado de estatuas femeninas. Damasquinados y yeserías arabigoandaluzas en las paredes y grandes lámparas de araña en los techos. Había cuadros con escenas mitológicas de centauros y cíclopes. Ilión ardía devastada en un cuadro. A la luz de las velas la estancia fosforecía de un rabioso granate, pero en los grandes sillones de terciopelo verde los cojines de seda amarillos y azules lo cubrían todo. Yo estaba desnudo, mis cuerpo de atleta de veinte años destilaba como una clepsidra olor a sándalo y a tigre, como en una mezcla híbrida de impuras sustancias y aromas balsámicos. Jarrones de cristal labrado guardaban líquidos verdes y ámbares, ¿vino, absenta, Te?. Caí en un sueño en el que yo era un Apolo de una belleza débil, mala, y sublime. Mi torso de luna y nácar competía con la plata de los candelabros magníficos. En mi sueño mordía una flor, una extraña amapola roja y violeta. Y entre volutas de vapor voluptuoso del fumadero de opio aparecieron las náyades desnudas. Las Venus de mi sueño llevaban tatuado un sapo en el pecho derecho, y una orquídea en el izquierdo. Estaban aceitosas, incluso la mulata, que fulgía de aceitunos ámbares. Pronto empezaron a tocarme, a acariciarme. Me rozaron los pies desnudos con la punta de los pezones, otras me agarraban de los hombros, y la más traviesa, de profundos ojos luciféricos y verdes, me agarró la verga de hombre, para introducirsela en la boca. Me quemaba vivo allí mismo, me estaban desollando vivo con una sabiduría de embrujadas dementes. Me cabalgaron a pesar del pavor, cada roce era un suplicio, cada lengüetazo un tormento, me fustigaron como a un potro. Los latigazos que me concedían suponían terribles cosquillas, y mi angustia era espantosa. Pronto no les bastó el uso de sus labios y se introdujeron mi miembro en sus vaginas. Una lluvia púrpura cruzó por mis pupilas, ardiente y desagradable, con asco. Me moría, quería escapar de aquella furibunda violación, pero mi cuerpo, laxo y endeble, no respondía a mis deseos. Me sentía tan lacerado y sucio en cada lamida y en cada movimiento que deseaba la muerte. La angustia en todo mi ser escarbaba profundos laberintos. La tortura duró horas y horas hasta que derretido eyaculé mi muerte decenas de veces. ¿cuánto duró aquello?, pasaron por mi mente veinte espantosos súcubos, hieráticos, bellos y terribles, ¿horas, días?, cuando salí de mi sueño estaba maltrecho como en una paliza.
(Eso es lo que tu quisieras, Francisquito). Jua Jua Jua. Cuidado con la gorda.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado enero 2013
    Me imagino que seria el sueño de cualquier mancebo en plenas facultades:)
  • Sandra PantocratorSandra Pantocrator Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado marzo 2013
    Peores pesadillas he tenido! Mmm... aunque afirmar el gusto sin argumento es poco profesional y menos adecuado, diré que me gusta cómo escribes. Mucha adjetivación, contenido culto y un vocabulario muy rico... No, no es difícil argumentarlo en realidad... :3
  • TrasgoTrasgo Fernando de Rojas s.XV
    editado marzo 2013
    Me quedo solo con la "riqueza" del vocabulario...

    Saludos
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