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El nacimiento de una leyenda

Josep PareraJosep Parera Pedro Abad s.XII
editado enero 2013 en Fantástica
El nacimiento de una leyenda.

-Del’an, sabes muy bien que no deberíamos estar aquí.

Burke, agazapado entre las sombras, susurraba esperando no delatarles.

No hacía ni un mes que ambos habían cruzado el camino. Había sido un año duro, un año en el que habían soportado las palizas y el duro entrenamiento por la promesa de que aquello les endurecería, que les prepararía para la vida que les esperaba.

Un año y un mes más tarde se le había endurecido la piel, pero su espíritu estaba lejos de sentirse preparado.



Nadie sabía que estaban allí. Del’an le había dicho que deberían ir a Beet Town y arreglar el desagradable asunto de los hermanos Cranckell. Burke había aceptado riendo entre dientes creyendo que su compañero bromeaba y que se limitarían a dar un largo paseo.

Debió saber que Del’an no era amigo de las bromas.




Era su primera misión en solitario y ni siquiera era una misión de verdad. Si Derick, su capitán, llegaba a enterarse de que estaban allí, iban a meterse en un buen lío por no haber informado.

-Es Derick quien debería estar aquí. -Dijo Del’an. A veces, pensó Burke, su compañero parecía capaz de leer su mente con demasiada facilidad, y aquello no le gustó. No le gustó en absoluto.- Pero no lo está.




Del’an salió de detrás del arbusto desde el que habían estado observando el ir y venir de la gente que corría a casa al caer la noche. En esos instantes, la calle principal se encontraba desierta.

El joven pistolero se encaminó hacia ella sin vacilar. Burke no tuvo más remedio que seguirle. La mecha se había prendido; para bien o para mal, ya no había vuelta atrás.




Los hermanos Cranckell habían estado aterrorizando a los habitantes de Beet Town desde su llegada. Nadie estaba muy seguro de dónde provenían y nadie se atrevía a preguntar. Al llegar pidieron una reunión con el alcalde, pero el pueblo era demasiado insignificante como para necesitar uno. Entonces preguntaron por el hombre más influyente. Incluso en un lugar de mala muerte como ese, alguien siempre era más importante que los demás. Y en Beet Town todos los dedos señalaron a Jared Brooks quien, en su juventud, había sido un reputado contable de la Ciudadela. La edad y una salud delicada, le habían obligado a retirarse prematuramente a tierras menos húmedas. Era un hombre justo e inteligente; siempre dispuesto a echar una mano a quien pudiera necesitarla. Fue así como, en poco tiempo, pasó a controlar las escasas finanzas de Beet Town.




Los hermanos Cranckell fueron hasta su casa. No hablaron con nadie, ni siquiera cruzaron una fugaz mirada con aquellos que observaban atónitos su paso. Medio pueblo les vio atravesar la puerta verde y, unos segundos más tarde, todos escucharon el disparo que atravesó el cráneo del pobre Jared.

Nadie se enfrentó a ellos después de aquello.




Una muerte; una sola muerte había bastado para que dos hombres se hicieran con todo un pueblo.




Derick sabía de lo ocurrido, aunque, en esos momentos, tenía otras cosas de las que preocuparse. Llevaban semanas escuchando rumores sobre los extraños movimientos de los Cruces Negras al otro lado del Syan y tenía a la mayoría de sus hombres investigando el asunto. Beet Town tendría que esperar.

Pero la paciencia no era precisamente la mayor virtud del joven Conway.




Burke caminaba cinco pasos por detrás de su compañero. De ese modo podía tener otra perspectiva de lo que ocurría a su alrededor, por no mencionar que, cuanta más distancia había entre los dos, más difícil sería para un tirador acabar con ambos.




La calle permanecía sumida en un triste letargo. Del’an podía sentir el pesar en aquellos corazones que se refugiaban en sus casas. Lo sentía como si fuera propio, como podría sentirlo un padre al ver el dolor en los ojos de sus hijos. Así que, cuando escuchó el estallido de una carcajada, ronca y desagradable, surgir de aquel edificio que parecía observarle desde el final de la calle, se le encogió el corazón del mismo modo que le ocurría a todos y cada uno de los habitantes de Beet Town.

Sólo que él no era ningún granjero.




Burke escudriñaba con rápidas ojeadas todos y cada uno de los recovecos de la calle. Cualquier lugar sensible de ocultar un cañón era analizado minuciosamente. Al menos todo lo minuciosamente que un pistolero puede observar nada en plena noche. Y es que aquellos que habían logrado ver los ojos del sol no se sentían muy cómodos en la noche. Ver la luz hacía que las tinieblas fueran más profundas. Era el precio a pagar por conocer el rostro de su dios.

El pistolero sacó el revólver. Estaba nervioso y aquello nunca era un buen presagio. Una mano inquieta jamás debería empuñar un arma, había dicho Nathaniel, su instructor. Del’an no le prestó atención. Sus ojos, fieros como los de un halcón, no podían ver otra cosa que no fuera aquella casa que le retaba.

Burke se preguntaba qué iban a hacer si, al cruzar la puerta, descubrían que había más armas de las que esperaban. Podrían encargarse de dos hombres sin problemas; puede que incluso con tres o cuatros se las apañaran. En cualquier caso no era prudente cruzar una puerta sin saber que iban a encontrar al otro lado. Y, por los gritos que se escuchaban, era más que probable que se llevaran una desagradable sorpresa.

Para Del’an, sin embargo, el asunto era simple. Sabía que allí dentro había dos hombres armados que aterrorizaban a un honrado pueblo. Su mente les había juzgado y su corazón sentenciado. Para el pistolero, aquellos hombres ya estaban muertos, al igual que todo aquel que empuñara un arma para defenderlos. Y no pensaba caer, no podía caer. Él era la ley en Silia y la ley era implacable; nunca caía, nunca se rendía.




Llegó junto a la puerta y la abrió sin pensarlo dos veces y, al hacerlo, fue como si el tiempo se detuviera.




Los hermanos Cranckell habían convertido aquel lugar en una improvisada e ilegal taberna. En una de las mesas, rodeado de toneles llenos de alcohol (a juzgar por el olor que impregnaba la estancia), había un hombre de áspero bigote y mellada dentadura que no podía ser otro que Weth Cranckell. Sujetaba sobre su regazo a una chica medio desnuda. Era la primera vez que Del’an veía el pecho de una mujer, pero no fue aquello lo que llamó su atención. La chica mantenía una expresión neutra y vacía en su rostro, sólo era propia de aquel que ha perdido toda esperanza. Su cuerpo estaba allí, pero su alma la había abandonado en algún momento entre una violación y la siguiente. El revólver del hombre descansaba sobre la mesa junto a una jarra vacía. Que estuvieran ebrios sin duda era una ventaja.

Al otro extremo de la habitación, Marcus Cranckell yacía con otra chica. Del’an no alcanzó a verle la cara pues Marcus le había puesto boca abajo. Pero a él sí podía vérsela y en ella vio el rostro del mal.

Sentada en un rincón, una tercera chica sollozaba con la cabeza metida entre las rodillas.




Antes que pudieran darse cuenta de lo que estaba pasando, un primer disparo atravesó la sien derecha de Marcus. Su cuerpo cayó sin vida sobre la chica cuyos gritos parecieron acelerar el paso del tiempo.

Weth lanzó a su chica sobre el pistolero. Cogió el revólver e intentó ocultarse detrás de la mesa. Antes que pudiera hacerlo, Del’an disparó de nuevo. La bala pasó rozando a la chica rasgando su ropa interior y fue a alojarse en el pulmón del renegado. Weth cayó al suelo soltando el revólver y un reguero de sangre por la boca.

Burke apenas había cruzado el umbral de la puerta y todo había terminado.




Del’an ni siquiera prestó atención al agonizante cuerpo de Weth. No podía apartar la mirada de la chica que, arrodillada frente a él, le agradeció con sus lágrimas que los hubiera matado. Aquellas dos balas le habían devuelto el alma. Tal vez estuviera rota, y tal vez nunca se recuperara, pero un alma rota siempre era mejor que no tener ninguna.

Del’an, compungido, se arrodilló junto a ella y la abrazó.

Su nombre era Lena.

-Derick debió ocuparse de esto hace tiempo. -dijo.

-Había cosas más importantes, ya lo sabes. -Le recordó Burke.

-No para ella.

Comentarios

  • Josep PareraJosep Parera Pedro Abad s.XII
    editado enero 2013
    Os presento el primer relato del Spin off de mi nueva novela La Balada del Pistolero. (por supuesto están pensado para aquellos que ya hayan leído, al menos, la primera novela, aún así me apetecía compartirlo con todos vosotros:))

    PD: siento tener que poner esto en otro post pero no me cabía en el anterior:D

    PD2: altamente recomendable leerlo con Ennio Morricone de fondo. ;)
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado enero 2013
    Me gustan las historias de pistoleros, la letra si la pusiera un poquitin más grande sería mucho mejor:)
  • Josep PareraJosep Parera Pedro Abad s.XII
    editado enero 2013
    Si yo también lo pensé ayer, pero era tarde y esta mañana me he levantado con una gastrointeritis que ya no me hará falta hacer abdominales :D;)
  • Josep PareraJosep Parera Pedro Abad s.XII
    editado enero 2013
    Vale, lo siento chicos, será la fiebre, pero no encuentro el botón de editar. :(¿algún alma caritativa que se apiade de éste pobre enfermo?
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado enero 2013
    Pobrechito, al menos que sirva para algo:):p

    Y cuantas novelas has escrito:confused:
  • Josep PareraJosep Parera Pedro Abad s.XII
    editado enero 2013
    Publicadas tengo una (Peccatum) editada con sombra, una editorial pequeñita.

    Luego terminadas tengo la primera de la trilogía del pistolero terminada, la segunda parte esta a 3/4 de terminar.

    Y luego esta la niña de mis ojos, Blue in Green, novela que he reescrito 3 veces y que, actualmente, está estancada. (Me he metido en un berenjenal del que no sé cómo salir)
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado enero 2013
    En el foro tenemos un grupo de lectura para los escritores, a lo mejor te interese y promocionas allí para leerte este año, en cuanto a lo de editar, luegop de 15 minutos no puedes, cualquier cosa le escribes a Dimiga y ella te ayuda con lo que necesites.:)
  • Josep PareraJosep Parera Pedro Abad s.XII
    editado enero 2013
    Pues eso suena muy interesante. Una de las peores cosas de escribir es que no es fácil encontrar a alguien que te corrija y haga críticas constructivas.

    Cuando esté ya un poquitín mejor le echo una ojeada. :)
  • CheloChelo Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado enero 2013
    Me ha gustado mucho, no he leido La Balada del Pistolero, pero me gusta como esta escrito, como describes la acción y los personajes.
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