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Las sábanas sucias.

InriInri Gonzalo de Berceo s.XIII
editado diciembre 2012 en Negra
¿Y ahora me preguntas si alguna vez he amado? Si, padre, me he enamorado de muchas cosas a lo largo de mi vida, de un atardecer, de un momento preciso, de algún trabajo incluso, y de una única mujer.
En mi trabajo uno no puede hacer preguntas, padre, una vez sabes lo que necesita el cliente aceptas o declinas. Sin más. Y siempre intentamos que el trato sea mínimo, que no nos lleguemos a conocer nunca pero, con el paso del tiempo incluso aquellos que no se hablan entienden las necesidades del otro. Imagino que ese fue mi mayor problema.

Tenía un cliente habitual, un asiático, ni siquiera sé su nombre. Pero cada mes llegaba a mi oficina, me entregaba una fotografía rodeada por un lazo y se marchaba. Yo entendía que clase de trabajo necesitaba viendo el color del lazo, a veces era protección, otras veces compañía, a decir verdad había infinidad de colores y no siempre aceptaba sus encargos. Bueno, el caso es que una noche me entregó una fotografía de una mujer mayor, rondaría los sesenta años, parecía minusválida, no era una fotografía extraña. Sin embargo esta vez no había utilizado un lazo, sino un trozo de sábana viejo, gastado, y amarillento. Había escrita una dirección en el reverso de la fotografía, no entendí el mensaje.

Me preparé para cualquier encargo, llevaba condones, armas de fuego con silenciador, esponjas, velas perfumadas… Todo lo que se me ocurría entraba en el maletero del coche. Con mucho orden, claro, no podía arriesgarme a que alguna bella policía me encontrase las pistolas bajo las pollas de plástico. No, todo iba bien escondido.
Cuando llegué a la dirección me encontré una casa de piedra vieja, sin pintar, con las ventanas de madera marchita y los cristales rotos. El jardín era de barro y maleza, no había portal, ni timbre al que llamar.
Entré con una pistola en el bolsillo y una esponja en la mano. Llegué a la puerta de la casa y la abrí con cuidado, muy despacio, asomando mi cabeza lentamente y valorando cualquier peligro que se encontrase dentro.
La casa en sí era un peligro, las paredes estaban agujereadas y el techo rugía aplastado por su propio peso.
Olía a gato mojado y heces, el aire había espesado tanto que se acumulaba en mi cabeza y me incitaba al desmayo. Cuanto más entraba en aquella pocilga peor olía.

La casa terminaba con una puerta de color rojo, parecía haber sido pintada con sangre podrida, y a los insectos parecía encantarles.
La opción de darle un baño a aquella pobre señora parecía tan surrealista que utilicé la esponja para sujetar el pomo de esa puerta envenenada y abrirla lentamente. Estaba atascada y chirriaba como un millón de gatos agonizando.
Dentro, el aire que podía pesar tanto como un niño peleaba con salir y respirar aire fresco. Me resulta imposible describir el sabor de aquel aroma. Pero incluso los insectos escapaban ante aquel fantasma de mugre y descomposición que vivía en el ambiente.

Yo mismo tras abrir la puerta escapé sosteniendo mil arcadas en lo más alto de mi garganta, respiré el aire sucio del resto de la casa y me supo a las mil maravillas.
Pensé en marcharme por supuesto, pero la curiosidad me rugía en el estómago y me incitaba a seguir fisgoneando.
Cogí mucho aire, aguanté la respiración y me adentré decidido en aquella habitación.
Dentro estaba la mujer desnuda, en estado de descomposición, con su piel negra y magullada llena de heridas provocadas por los insectos más golosos. Había sido desangrada previamente, y puesta sobre una cama con las sábanas sucias, de color amarillento, que incitaban a salir corriendo.
La pobre mujer se encontraba abierta en canal desde la vagina al ombligo, y dentro de ella había una bolsa con miles de billetes grandes.
¡Puto chino! Menuda puta forma de hacerme un regalo.

El caso, padre, es que cogí aquel dinero y lo puse en el asiento trasero del coche, no me cabía en el maletero y no pensaba con claridad. No lo escondí bien y apareció ella.
La policía más hermosa que te puedas imaginar, con uno de esos ridículos uniformes que cuadriculan su figura y las hace sentir poderosas.
Quería follármela padre, incluso hacerle el amor. Quería sentir sus caricias bajo el chorro de la ducha y levantarme con ella al día siguiente. No quería escapar padre, quería tener una oportunidad de conocerla.
Me hizo parar el coche a un lado de la carretera y bajar la ventanilla. Ella pudo oler perfectamente aquel dinero y empezó a vomitar de forma incontrolable. Me salpicó la cara, el volante y la puerta con los restos de su cena. Tenía que ayudarla padre, necesitaba ayuda.
Salí del coche y la abracé con fuerza, olí su pelo, y me dejé enamorar. Ella notó la pistola bajo mis pantalones, sacó sus esposas y me dejé atrapar. No la he vuelto a ver, padre. No creo que venga a visitarme.

Comentarios

  • PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2012
    Mira, luces y sombras en tu relato.

    Me ha gustado mucho la idea del código de color alrededor de la fotografía. Es un detalle lírico que se cuela con lenguaje seco y su originalidad lo hace verosímil, ya que no parece que estás repitiendo lo que has visto/leído por ahí.

    También te digo que algo no encaja. El sicario/gigoló -mezcla curiosa- podría entender que debe asesinar a quién debía seducir. No sé qué cliente querría arriesgarse así. Suponía que el código de color estaba previamente acordado pero de repente aparece un signo que no se entiende... de todos modos, decido pasar por alto este detalle y sigo la historia.

    Ya sé que es necesario lograr transmitir la atmósfera nauseabunda de la descomposición del cadáver. Pero a mi juicio repites muchas veces lo que el lector debe sentir pero no sé... algo falla. Es como si llegaras y me dijeras: "huele mal, muy mal, peor que lo nunca hayas olido". Pero yo, como lector, no me pongo en situación, así, de repente. Pero sobre todo, no era tan relevante en realidad. Una pincelada eficaz hubiera bastado.

    En este párrafo hay una frase que me chirría: "Yo mismo tras abrir la puerta escapé sosteniendo mil arcadas en lo más alto de mi garganta, respiré el aire sucio del resto de la casa y me supo a las mil maravillas. " Primero, esa repetición ahí, no. Segundo, este lenguaje tan lírico está fuera de lugar en este relato. Has soltado las riendas de las frases frías en un mal momento. Justamente en este ambiente macabro es donde la frialdad del tipo debe reflejarse en el tono narrativo.

    Hecho de menos un poco más de humor negro. Sarcasmo que denigre al cadáver, por ejemplo. Que nos haga ver al personaje como un tipo repulsivo.

    Hay detalles muy escabrosos de la mutilación del cadáver. De hecho, lo de la raja vagina-ombligo y el relleno de billetes es lo que peor "olía" en todo el relato. Tiene fuerza y lo has llevado bien a mi modo de ver.

    El final no lo entiendo. No lo entiendo como conclusión necesaria del relato. Podía haber sucedido después de robar una joyería, después de saltarse un semáforo o de piropear a la agente de forma obscena. Hace que todos los detalles escabrosos y enigmáticos anteriores queden en humo. Creo que debes hilarlo todo.

    Debo decir que el relato lo empecé sin ganas y me fue llevando hasta su final, así que, en general, algo tendrá que funciona.
  • PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2012
    Ops. Ahora que repaso...

    "Hecho de menos" -> "Echo de menos".

    Que estamos en un foro de literatura. :p
  • InriInri Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado diciembre 2012
    Perplejo escribió : »
    Mira, luces y sombras en tu relato.

    Me ha gustado mucho la idea del código de color alrededor de la fotografía. Es un detalle lírico que se cuela con lenguaje seco y su originalidad lo hace verosímil, ya que no parece que estás repitiendo lo que has visto/leído por ahí.

    También te digo que algo no encaja. El sicario/gigoló -mezcla curiosa- podría entender que debe asesinar a quién debía seducir. No sé qué cliente querría arriesgarse así. Suponía que el código de color estaba previamente acordado pero de repente aparece un signo que no se entiende... de todos modos, decido pasar por alto este detalle y sigo la historia.

    Ya sé que es necesario lograr transmitir la atmósfera nauseabunda de la descomposición del cadáver. Pero a mi juicio repites muchas veces lo que el lector debe sentir pero no sé... algo falla. Es como si llegaras y me dijeras: "huele mal, muy mal, peor que lo nunca hayas olido". Pero yo, como lector, no me pongo en situación, así, de repente. Pero sobre todo, no era tan relevante en realidad. Una pincelada eficaz hubiera bastado.

    En este párrafo hay una frase que me chirría: "Yo mismo tras abrir la puerta escapé sosteniendo mil arcadas en lo más alto de mi garganta, respiré el aire sucio del resto de la casa y me supo a las mil maravillas. " Primero, esa repetición ahí, no. Segundo, este lenguaje tan lírico está fuera de lugar en este relato. Has soltado las riendas de las frases frías en un mal momento. Justamente en este ambiente macabro es donde la frialdad del tipo debe reflejarse en el tono narrativo.

    Hecho de menos un poco más de humor negro. Sarcasmo que denigre al cadáver, por ejemplo. Que nos haga ver al personaje como un tipo repulsivo.

    Hay detalles muy escabrosos de la mutilación del cadáver. De hecho, lo de la raja vagina-ombligo y el relleno de billetes es lo que peor "olía" en todo el relato. Tiene fuerza y lo has llevado bien a mi modo de ver.

    El final no lo entiendo. No lo entiendo como conclusión necesaria del relato. Podía haber sucedido después de robar una joyería, después de saltarse un semáforo o de piropear a la agente de forma obscena. Hace que todos los detalles escabrosos y enigmáticos anteriores queden en humo. Creo que debes hilarlo todo.

    Debo decir que el relato lo empecé sin ganas y me fue llevando hasta su final, así que, en general, algo tendrá que funciona.

    Me has vuelto a pillar, querido amigo. Tienes mucha razón en todo lo que has dicho pero lo del final ha sido sobresaliente.
    Esta historia la he escrito en muy poco tiempo, y la he ido inventando sobre la marcha, de hecho, nada de lo que ocurre estaba planeado.
    En una idea principal, el personaje cuidaba a la mujer se enamorada de ella y ocurría algo sórdido, pero al seguir escribiendo esa idea se fue quedando fuera.
    Cuando llegué al final del cuento, me di cuenta de que el personaje no había sentido amor, y en la primera frase decía claramente que se había enamorado. Así que me saqué de la manga lo de la mujer policía que ya había nombrado anteriormente en el cuento, evidentemente me has pillado. :p

    Sobre lo de decir al lector lo que debe pensar, es cierto, me encantaría saber crear atmósferas y que el lector se sumerja en ellas sin que yo le diga nada. Pero reconozco que no sé hacerlo. Seguiré intentándolo, pero no sé hacerlo.

    Y respecto a lo del humor negro, había pensado en algo pero entre que la historia era ya muy larga y lo mucho que se me insultó por llamar fea a una viva, no quise montar otro circo en esta historia.

    En fin amigo, me ha encantado la crítica, me ha ayudado mucho y tengo ganas de volver a escribir para mejorar esos detalles. Así da gusto que te lean :D
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