Ahí nos encontrábamos, 20 hombres aproximadamente, frente al enemigo. Un ancho terreno (tierra de nadie lo llamábamos), llena de vidrios rotos y basura nos separaba. A nuestras espaldas los fuertes ruidos se mezclaban formando ritmos y armonías a los que ya estábamos acostumbrados. El nervio habitaba en el ambiente, encogiendo nuestros pechos. Algunos hablaban de batallas antiguas, otros fumaban. Cualquier actividad que nos desconcentrara serviría. Tome un trago de mi vaso desechable. El líquido no quitaría la sed pero esperábamos que no diera confianza. Luego ocurrió. Un grupo de jóvenes confiados dieron el primer paso hacia delante. Principiantes eran. Cualquier hombre experimentado sabría que la posibilidad de victoria cuando se va primero es baja. Fuimos avanzando en cascada, en grupos de 2 o más, adentrando en la tierra de nadie. Era importante pensar en la táctica. Un rechazo enemigo significaría la perdida, el fin. Almas perdedoras ya deambulaban por el terreno, condenadas a aceptar el rechazo hasta el final. ¡¡Granade!! . La batalla tomaba fuerza. De pronto se me nublo la vista, sentí como el calor subía por mi cabeza y perdí el control de mis articulaciones. Mi estomago no aguanto y vomite. Mis compañeros me arrastraron hacia un lugar seguro, pero ya había perdido la conciencia.
Desperté al día siguiente en mi cama. Me dolía la cabeza y mi boca aun contenía el asqueroso sabor de la noche anterior. Me levante. ¿Cuánto tiempo me darían esta vez? ¿2 semanas? ¿O tal vez 3? No sabia, pero seguro que iba ser mucho tiempo; Era quinto fin de semana consecutivo que llegaba ebrio a mi casa.
Comentarios
Disculpa.Tal vez carezco de sentido del humor.
Saludos
Notable.
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