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Déborah y Nicholai - Per Ardua Ad Astra (Capítulo XI)

KarenVKarenV Fernando de Rojas s.XV
editado noviembre 2012 en Ciencia Ficción
-Alza la vista una de estas noches.Verás dos puntos luminosos un tanto cerca (eso en la esfera celeste, claro), que, imagino que son Venus y Júpiter. Bien, pues que no absorban tu atención, pues hay muchas constelaciones que ver, como por ejemplo, Perseo. La estrella más brillante de esta constelación, se llama Algol, o en árabe Ras-al-Gul. Así dicho no te sonará a nada. Pero, si te digo que es la cabeza de la Gorgona, la cosa cambia. En concreto, dicha estrella es el ojo de la Medusa, β-Persei.

Mi hermano Álvaro y yo nos encontrábamos sumergidos en una de nuestras insaciables conversaciones sobre astronomía en su habitación, contigua a la mía. Cuando no podía dormir, pegaba en la puerta y le rogaba algo nuevo para aprender o soñar.

-Algol, tiene una peculiaridad, y es que es de magnitud variable. Esto a los antiguos, les traía de cabeza, pues para ellos las estrellas eran puntos fijos en el cielo. Y eso de que las cosas cambiaran a su parecer, no les hacía mucha gracia, de ahí que lo relacionaran con el Diablo (que es lo que significa en árabe, la cabeza del demonio). Lo que nos lleva, a la paradoja de Algol. Resulta, que esa variación del brillo, se achacaba a la existencia de eclipses entre estrellas (en este caso, las de aquella parte del Universo). Claro que cuando tienes dos estrellas cerca, suelen intercambiar materia entre ellas. ¿Por qué es esto importante? Sabrás que las estrellas tienen ciclos de vida. Y estos se cumplen a rajatabla. Pues en el caso de Algol y su compañera, no. La estrella primaria, de mayor masa (la cual debería haber vivido menos), era la mas vieja. En cambio, la secundaria, le pasaba justo lo contrario.-Le oía tumbada con los ojos cerrados mientras intentaba visualizarlo todo en mi mente- ¿Por qué? Por ese intercambio de materia. La estrella que ahora es pequeña era en realidad mayor y la que ahora es mayor era menos masiva. Lo que ocurrió fue que la estrella ahora secundaria, antes masiva, comenzó a crecer como consecuencia natural de su evolución y al estar tan cerca de la ahora principal, y antes pequeña, comenzó a transferirle masa y con esto le dio la capacidad de hacerse más brillante; la que perdió masa al final quedó menos brillante.

Entonces´yo tenía catorce años y el diecisiete, ya encaminado a los dieciocho.

-¿No dices nada? -me preguntó -¿Es que no te ha gustado?
-No es éso. Sólo intentaba imaginarlo. -En realidad no quería admitir que él se encontraba en el nivel 7 cuando yo apenas rozaba el 2.-Algún día te llevaré allí.
-¿A dónde?
-A Algol. Construiré una nave. Blanca, como Perla de Mar. -Una leve sonrisa se dibujó ante la ingenua declaración.
-¿Sabes cuál es un buen nombre para una nave? Pegassus. Así se llamaba la nave de un Doctor. ¿Te he contado esa historia?-Negué con la cabeza.-Entonces tendremos que ponerle remedio. En una dimensión muy, muy lejana...

Mi hermano no llegó jamás a contarme la historia del Doctor. Varios hombres con uniformes y armados irrumpieron en la habitación. Derrumbaron la puerta con violencia y pisotearon con descuido todas nuestras maquetas espaciales. Arrestaron a Álvaro y a mí de una bofetada me lanzaron contra la cama. Lo último que le vi hacer fue intentar protegerme, justo antes de que la puerta se cerrara dejándome atrapada dentro. Lo último que mis retinas grabaron fue un logotipo. El de la ISS.

-Compañera, despierte. Está gritando en sueños.

Me incorporé de un impulso. Acto seguido me froté los ojos con el dorso de la mano y reconocí a mi emisor. Se trataba de un médico que también había sido arrastrado a la guerra. En contra de su voluntad, como la mayoría que permanecíamos en aquel campamento.

-No sé qué estaría soñando, pero por lo que parece era horrible.

Salí a tantas al exterior. Ya era bien entrada la noche, aunque los dos satélites daban una luminosidad desconocida en el planeta Tierra. Encendí un cigarrillo detrás de otro y fumé con una desesperación inusual. Una lluvia de estrellas se acontecía pero no podía disfrutarla. Ahora, no.

El médico también salió del campamento y se encontró con Steel Panther y su peculiar semblante engreído.
-¿Cuántas bajas han sido desde el mediodía?
-Apenas insignificantes, señor. Soldados rasos, nada más.- Advertí cómo el médico apretaba los dientes.

El fornido idiota reanudó la marcha satisfecho. Mi compañero apretó el puño y se internó de nuevo maldiciendo a diestro y siniestro.

-Insignificantes. Eso es lo que somos ahora. Per Ardua ad Astra- susurré.
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"We are lost in Space and the time is our".
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