Su Regazo
Durante un momento mágico, como arrancado de los cuentos sobre aquello que nunca llega a cumplirse nos encontramos nosotros dos, ella y yo mas lo único que me mantenía soñando y despierto al mismo tiempo era que al fin estábamos solos. La gente se desvaneció, por unos minutos fue como si la soledad decidiera entrar voluntariamente en el banquillo para limitarse a cavilar y conspirar en contra nuestra. Ella estaba sentada sobre la grada, yo me acerqué de puntillas hasta sus rodillas y las asalté del modo más decente que pude improvisar.
Mi cabeza de aguaceros se posó sosegada sobre su regazo, la voz que salía de mi boca era honda como si emanara de dentro, directamente del corazón. Hablamos claro pero de un modo distendido, nos pusimos serios pero también bromeamos. Agarré furtivamente sus frías manos e hice que pintaran acuarelas por mis mejillas, le confesé que me avivaba, que me aliviaba y que me reconfortaba, desde que la conocí no había hecho más que colorear en mi boca día tras día la alegría. Agarré con firmeza sus muñecas de muñeca, suaves y blancas como el marfil y, con un movimiento circular pasé sus palmas por todo el contorno de mi cara, de mi vida y de mi alma. Eléctricos se habrían rozado los dedos entrelazándose entre sí y danzando complicidad, pero en lugar de ello cayó la noche de la mano de sus palabras.
“Toni, no te enamores de mí que te haré daño.”
Entonces mi rostro se aferró a no desdibujarse
pese al chaparrón de aquel instante.
toni.
www.tonimarzal.blogspot.com
Comentarios