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Granero, nido de amor

PavelPavlovichPavelPavlovich Anónimo s.XI
editado marzo 2012 en Erótica
¡Saludos! Tras pasar mucho tiempo sin poder entrar al foro, vuelvo con otro relato.
En realidad, no es una historia en sí misa, sino una parte de otra historia más extensa, pero por el momento sólo publicaré esto.

Disfruten y, por supuesto, hagan críticas (constructivas, eso sí).

Gracias por la lectura.

[OCULTAR]Enterró la cara en su pelo. Olía a perfumes, a deseo. Mientras una mano insaciable trataba de abarcar toda la espalda, la otra acariciaba los labios. La chica daba pequeños mordisquitos a los dedos, que intentaban entrar en la boca, y sonreía.
Por fin el chico encontró el cordón que dejaría a la vista la desnudez de su amada, pero, en lugar de tirar de él, se enfrascó en recorrer a besos el cuello de la joven. Escuchaba su respiración agitada, pues la oreja quedaba a la altura de la boca que, entreabierta, dejaba escapar ligeros gemidos y un jadeo constante. Mientras tanto, la chica exploraba el torso de su joven amante, apretaba sus fuertes brazos, acariciaba su musculada espalda.
En algún momento, el chico cayó de rodillas. Sin levantar el vestido, comenzó a acariciar las piernas de la joven. La parte inferior, aunque delgada, mostraba unos gemelos fuertes, mientras que los muslos eran generosos, terminando en las anchas caderas.
Cuando las manos llegaron a la zona más alta, la chica no pudo contenerse y dejó caer el vestido. Su amante, aún de rodillas, quedó un poco sorprendido al encontrarse de repente con la zona más íntima de la mujer. Al igual que en la cabeza, el vello allí abajo era de un color castaño claro, casi rubio, y rizado.
Al alzar la vista, pudo observar que la muchacha tenía los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, con la boca aún entreabierta y la respiración agitada. El chico llevó sus manos a las nalgas de la joven, mientras que las de esta acariciaban los senos y los pezones, ya de por sí endurecidos.
Volvió a dirigir su atención hacia la entrepierna de la chica. Una gotita espesa caía por el muslo izquierdo. Acercó su boca hacia allí, pudiendo comprobar que el líquido tenía un sabor salado que a él le pareció el más dulce de los manjares.
Sin saber muy bien lo que hacer, comenzó a besar tan delicada zona de la anatomía femenina. Al mismo tiempo, observaba las reacciones de la muchacha, atento a las zonas que le ofrecían más placer. Mientras pasaba la lengua por un concreto lugar de la parte más superior, el espasmo de placer que recorrió el cuerpo de su chica fue tal que esta se dejó caer sobre un montón de paja y apoyó la espalda contra la pared. Encorvó su espalda varias veces, dejando escapar gritos de placer y apretando con fuerza sus senos.
Tras unos instantes durante los que el chico no supo que hacer, los escalofríos dejaron de atacar a la joven, quien seguía con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, apoyada sobre la pared.
Los gritos dejaron paso a un jadeo constante, y este, a una respiración que comenzó siendo agitada y terminó por ser relajada. Una vez tranquila, la chica abrió los ojos, miró a su amado y sonrió.
-No sab…
Se abalanzó hacia él, lo calló poniendo el dedo índice sobre los labios y cubrió a besos el torso desnudo. El chicó se tumbó sobre el suelo del granero, y acariciaba el pelo de su amada.
Cuando no quedaba un centímetro de piel que los labios hubiesen tocado, la chica deshizo el nudo que mantenía el pantalón largo en su sitio. Luego, apartó los calzones, dejando a la vista el miembro, que se alzaba duro, reclamando una atención que hasta ahora no le había sido dada.
Por un instante, la chica no supo que hacer, pues nunca había yacido con un hombre, y se quedó quita, mirando el miembro y su vello negro y rizado.
Después de tragar saliva, se sentó sobre el chico y, entre ambos, consiguieron que sus dos partes se acoplasen. A partir de ahí, la naturaleza les guio.
Como por instinto, la joven comenzó a moverse rítmicamente, arriba y abajo, cerrando las piernas. Regresó el jadeo, regresó la respiración agitada, regresaron los gemidos.
Por su parte, el chico acariciaba los muslos de su amada y, en ocasiones, cuando los escalofríos recorrían su espalda, se aferraba a ellos con tanta fuerza que llegó a hacerle sangrar, como pudieron comprobar más tarde.
La muchacha se tumbó sobre el pecho del hombre, tratando de recuperar el aliento. El pelo cubría el rostro del joven, quien tomó suavemente a la chica de la barbilla y la besó con pasión.
Le lengua de la chica se asomó tímidamente a la boca de su amante y llegó a tocar la lengua de éste, para retirarse rápidamente.
En el momento de separar sus labios, la muchacha se demoró un instante, agarrando con los dientes el labio inferior de su hombre.
Éste decidió que era el momento de cambiar los papeles, por lo que agarró a la chica de la cintura y la dejó contra el suelo.
La muchacha le dirigió una sonrisa pícara que hizo que su amante suspirase de placer.
Viéndola allí, desnuda, contra el suelo lleno de paja; sonriendo maliciosamente, con el pelo revuelto cayendo sobre el rostro. Los ojos le brillaban y el pecho se agitaba al compás de la respiración acelerada. La piel de los senos, pequeños mas duros y turgentes, era blanca, nívea, como la del resto de su cuerpo, y creaba un extraño contraste con el color de los erectos pezones, rosado.
El vientre plano daba paso a un sexo que mostraba sin pudor, con las piernas abiertas, solícita, dispuesta, ofreciendo una fruta que nadie había probado jamás.
Por un instante, dio gracias a los dioses por permitirle vivir ese momento, y los maldijo por no poder vivirlo día a día. Pero no era momento para dioses.
Volvió a penetrar a la joven. Primero, despacio, buscando la postura idónea. Una vez ésta fue encontrada, las embestidas fueron aumentando en intensidad y rapidez. Con cada una de ellas, la chica dejaba escapar gritos de placer. Se mesaba el cabello, pellizcaba sus pezones o llevaba una mano al torso del amante.
Ambos llegaron al clímax en el mismo instante.
Él, ahogó un grito, su espalda se encorvó y se le erizó el vello de todo el cuerpo. Cerró las manos con tal fuerza que, al abrirlas, tenía heridas en las palmas.
Ella, que estaba tumbada, se incorporó al alcanzar el placer. Con una mano se agarró al cuello de su amante y con la otra arañó de tal manera la espalda de éste que le causó varias heridas.
Besó el cuello del hombre, buscando sus labios, y, una vez los encontró, le besó con una pasión irrefrenable.
Ambos permanecieron así un instante, separados por escasos centímetros. Las respiraciones, ambas agitadas, se mezclaban. Ella seguía con una mano en la nuca de su hombre y con la otra dibujaba formas abstractas en la musculosa espalda. Mientras, él la abrazaba con fuerza, enterrando el rostro en el cabello revuelto, despeinado.
Sin dejar las caricias, los besos y las promesas que ambos sabían que nunca llegarían a cumplirse, se quedaron dormidos.
En aquel momento, ninguno sospechaba que esa no sería la única ocasión en la que dieran rienda suelta al amor que, desde niños, los había mantenido unidos, a pesar de todos los contratiempos pasados.
[/OCULTAR]

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado marzo 2012
    Mucho lo erótica, me gustó, espero la continuación de estos amantes;):):p
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