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Fragmento olvidado por ahí...

MoniqueCortazarMoniqueCortazar Gonzalo de Berceo s.XIII
editado enero 2012 en Erótica
Flavia recorrió lenta pero estruendosamente el pasillo. Se hizo notar con los pasos descalzos pero firmes sobre el parqué, jugando con la textura de las paredes empapeladas, seduciendo con el vaivén y el rebote de sus firmezas y de sus curvas ocultas bajo el traje. Cuando ya había atravesado un poco más de la mitad, apareció Nicanor en el otro extremo del pasillo. Flavia simuló sorpresa y se metió por la puerta que tenía más a mano. Ya estaba jugando. La apoyó sin cerrarla. Nicanor empujó la puerta al segundo y apagó la luz en un movimiento que coincidió con el trancazo de la cerradura al trabar. Se lanzó con experiencia sobre el cuello de Flavia, que le devolvió un abrazo en la cintura y un beso en la comisura. Un haz de luz se filtraba por debajo de la puerta sin obtener sombras. Se golpearon sin dolor y sin ruido, contra los azulejos y las canillas y el espejo. Estaban en el baño.
Jamás se soltaron, todo lo contrario, se prensaron las membranas, se pellizcaron, se rasguñaron y se estrujaron las sustancias.
Jadearon en mutuo secreto y se manotearon torpemente los uniformes de jefe y de empleada. Los besos no coincidían pero no importaba. Ella gemía entre susurros como parte del guión, él le preguntaba si quería ser su puta, ella le gemía la respuesta, pero él le tapaba los labios con los dedos y le volvía a preguntar para otra vez no permitirle contestar.
Sin liberarle la boca, la tomó del cabello sin cepillar y le exprimió el cuello hasta dejarle su marca, una nueva.
Flavia se subió coreográficamente la blusa negra que Nicanor pretendía desabrochar y de un movimiento, su pecho se fundió con el vientre de él.
Hervían las pieles mientras él lograba quitarse el pantalón.
Nicanor mordía, no besaba. Los lunares de Flavia eran aplastados por la presión del abdomen flácido de Nicanor y se chocaban con sus poros húmedos y arrugados que las intentaban absorber. El cabello a medio soltar le llegaba hasta la mitad de la espalda, justo donde empezaban a germinar las primeras gotas de sudor. Ya no estaba jugando.

El bigote de Nicanor le pinchaba la unión del pecho y se paseaba circulando las cumbres que parecían no apunarlo, ahí donde debía estar el corpiño y no había nada.
Le apretó la cabeza contra su ser y en la oscuridad se divirtió imaginándole los ojos negros y fornidos del extraño aquel. La barba le cerró el candado a modo de piercing y en pleno descenso se adueñó del vientre jadeante. Le excitó jugar con la posibilidad de que ese hombre no fuera Nicanor, si no otro, ese que se le bordó a la memoria o algún otro tan extraño como él. Alguno que no fuera “un cacerola”.
Los besos la ahogaban y quería gritar, pero era jueves de silencio y se conformó con morderse el labio y apretarle la espalda, donde transpiraban las alas verdes del tatuaje viejo que lo acreditaba como habitante de La Glorieta. La invadió un éxtasis similar al que había tenido hacía un rato con la embriaguez carnívora.
Las ropas ya eran deshechos, extremidades incómodas, como resacas de una metamorfosis malograda.

En la penumbra, las miradas se nublaron pero supieron acompañar el subibaja en que se habían convertido sus caderas y algo de sus ropas pendientes.
Nicanor parecía preguntar. Flavia le decía que sí, deseando que no, no aún. El explotaría, ella se apuraría por alcanzarlo. Ella querrá explotar también. No querrá sobrevivir y tener que justificarse como siempre.
Lo alcanzó a la carrera y le devolvió un Sí tardío pero legítimo, interpretado en falsete áspero, por cada “puta” que Nicanor había susurrado; y formaron una nueva palabra que detonaron juntos en un dueto agónico, ronco, agridulce y sin daños colaterales tangibles.
Ese jueves de silencio que ya no lo esperaba y que la encontró comiendo a escondidas y con el pelo levemente enredado, fue el primero y único que lo alcanzaron y la única ocasión que se sintió llena, saciada y, por dos eternos segundos, le pareció quererlo.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado enero 2012
    Estuvo bueno este fragmento olvidado, aunque se me hace que no era el que esperaba Flavia, me dió la impresión que Nicanor no era:eek::):):p
  • Musa del SolMusa del Sol Anónimo s.XI
    editado enero 2012
    Dan ganas de leer más, muy buen fragmento. Se logra sentir el éxtasis de la escena de arrebato.
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