Es la una de la tarde en el Perú, en Lima hay un sol radiante y un calor aun soportable. Anuncio de un verano intenso que esta por empezar.
Aquí el trabajo de Papá Noel es el peor considerado. Un tipo con ropa roja, relleno de esponjas con un saco lleno de sabrá Dios que cosas. Una barba postiza enorme y esa risa que tiene que lanzar periódicamente ese JO JO JO que más parece una queja. En medio del sol y el calor inclemente. Acosado por los niños que lo jalan y le piden cosas.
Pobre tipo, ese papá Noel.
Es lo primero que se me ocurre escribir acerca de la Navidad, tenerle lastima a alguien. Alguien que soporta aquel disfraz y aquellas cosas “propias de la Navidad”.
A una amiga le dije que la Navidad era para mí: recuerdos emotivos de niñez, conflictos de adolescente y falta de tiempo de adulto.
Mi primer recuerdo navideño tiene relación con la existencia de papá Noel.
Mis padres se reunían con mis tíos paternos y maternos, se juntaban seis o siete familias completas en un solo lugar. Alrededor de sesenta personas incluyendo la abuela y algunos tíos abuelos ancianos que aparecían por expresa invitación de la abuela.
Al llegar las doce de la noche, los tíos apagaban las luces y hacían pasar los sacos llenos de juguetes hasta cerca del árbol y el nacimiento. Luego se encendían las luces y nos decían a los más pequeños que “ya había pasado papá Noel dejando los regalos”. Todos los niños quedaban a la expectativa de que regalos habían recibido. Uno de los tíos iba llamando a cada niño o niña por su nombre y le entregaba sus regalos. Cuantos sentimientos se agolpaban en nuestros pequeños cuerpos; emoción, sorpresa, alegría, desencanto y envidia. Luego del reparto inmediatamente nos poníamos a jugar.
Después una de mis hermanas me contaría un secreto: “papa Noel no trae los regalos los trae papá, en realidad a cada niño los regalos se los compra su papá. Eso de apagar las luces es una gran mentira”
Eso como primer recuerdo, casi todos los tíos que participaban en esas reuniones ya no están. Solo están sus viudas ya ancianas.
Algunas veces me reuní con algunos primos e hicimos eso, pero los niños ahora creen cada vez menos en papa Noel. Los regalos se dejan debajo del árbol y se abren después de la llegada de Navidad.
Otro recuerdo de la infancia es el pavo.
A la casa de mis Padres, que es enorme, llegaba de algún lugar remoto un pavo enjaulado a fines de octubre.
En aquella casa en cierto lugar se criaban patos, gallinas, cuyes y conejos. Se habilitaba un lugar para aquella ave. Un animal extraño de plumaje negro, con la cabeza llena de verrugas. Cuando alguna persona cerca de su corral hablaba fuerte el pegaba un grito más fuerte. Ave extraña, que se lucia mostrando sus plumas negras, el color de su cabeza cambiaba a un rojo intenso.
Dos o tres veces a la semana se le daban pecanas y nueces mezcladas con el maíz para que su carne sea más agradable. Eso me decía la señora que le daba de comer.
Un veintitrés de diciembre, tendría algo de ocho años, fui testigo de la “ejecución” del pavo, antes no tengo recuerdos de un evento similar. Es probable que no me dejaran ver aquel sangriento ritual. Quizás los que lean esto se escandalicen pero eran costumbres.
La señora avanzó al corral seguida de mis hermanos mayores y yo. Uno de mis hermanos con un vaso no muy grande lleno de pisco. La señora entró al corral donde se encontraba el pavo e hizo como quien le iba dar de comer. Sin forzarlo lo tomó suavemente para que no aletee. Luego y rápidamente le abrió el pico, mi hermano mayor le iba dando el licor al pobre pavo.
Terminada aquella operación, soltaron al pavo en la huerta, en unos minutos el animal no se podía mantener en pie, la señora tomó con calma al ave, le amarró las patas y las alas. Con una cuerda lo suspendió en un árbol de níspero que ya no existe y rápidamente lo degolló.
Años después le pregunté a mi Madre porque se hacía todo ese preámbulo para sacrificar a un animal. Ella me dijo: “que era para preservar el gusto de la carne”. Según ella el pavo es un animal muy colérico y matarlo violentamente malograba su delicada carne.
Ahora voy a un supermercado, compro un pavo congelado y se acabaron los rituales. Aunque debo confesar que la carne del pavo de mi casa era diez veces más agradable, que la carne que me venden en los supermercados.
En mi adolescencia, mi preocupación era saber qué hacer con lo que me darían por la Navidad. A los trece o catorce dos tíos me dieron dinero, me compré una casaca de cuero “de segunda”. Parecía un motociclista, pero sin motocicleta.
Las navidades de adolescencia, están relacionadas con ir a la playa con los primos y primas. Jugar a “la botella borracha”, el primer beso a una prima. Los primeros tímidos tragos, tratando de encontrarle un sentido a dicho evento. Ya no como un simple reparto de regalos, sino como compartir un momento agradable en grupo.
En la universidad, quizás por los libros, quizás por mi estado de soltero, quizás por los estudios, la Navidad no tenía mucho sentido para mí. Los recuerdos que tengo son de la emoción de mis Padres al sentarse con todos sus hijos y compartir un momento juntos. La Navidad en aquellos años me deprimía bastante, por la pobreza que veía en las calles.
Con mis primeros trabajos eventuales, que aquí se conocen como: “cachuelos” ya con dinero propio sentí la primera emoción de obsequiar un regalo por la navidad.
La emoción y la tristeza de no poder obsequiar algo mejor, la emoción y la tristeza de no obsequiar a más niños aparte de los de mi familia.
Sin darme cuenta cada navidad dejó de ser una fiesta para compartir y se convirtió en un evento angustiante. Una carrera para comprar algo para todos los demás. No me daba cuenta que lo único que quería era sentirme aliviado porque todos estén contentos por navidad.
Mi familia “envejeció” los niños crecieron, yo me casé y mis prioridades cambiaron.
Desde los primeros días de diciembre empiezan los brindis, los saludos y “los saluditos”, los abrazos y “los abracitos”. Tener que compartir con gente que te agrada y con gente que no te agrada. En el trabajo y en la familia. Es la hipocresía navideña, inevitable como todo evento social.
Hoy es veinticuatro, se acabaron los brindis en la oficina, ayer se acabaron. Los obsequios navideños ya están listos, como todas las navidades de casado estaré con mi esposa y mi hija en la casa de mi suegra.
Inicié este texto, compadeciéndome por el trabajo de papá Noel, creo que debemos compadecernos de nosotros mismos por convertir esta fiesta religiosa en un festín de consumo, banalidad y emociones engañosas.
Espero que reciban esta navidad en paz, en paz con ustedes mismos. Lo demás viene de complemento.
Un abrazo
Comentarios
Era una época bonita pues todavía creiamos no en el papa noel,sino en el niño Dios, que nos traía algún regalito, nunca lo que queriamos, pero al destapar los regalos éramos felices.:p
No nos reuniamos las familias, pues aparte de mi madre, hacía atrás no conocí ni tios ni nada, asi que sólo éramos mis hermanos y mi mamá, pero eso si todo el barrio se volcaba a la casa a bailar y a comer.:)
Ya adulta y con mis hijos, la tradicción de la natilla y los buñuelos es lo único que me gusta en estas fechas, pues los regalos y todo ese comercio que se despliega no lo tengo en cuenta, más con ellos grandes, cuando eran pequeños si me gustaba empacarles los regalos y esconderlos para que ellos los buscaran y era divertido verlos desempacar y verles sus caritas felices de ver que se les regalaba lo que pedian y que no le paraban bolas sino a los juguetes, pues la ropa para ello era poco importante.:rolleyes:
Asi que en estos momentos con ellos lejos, cada uno trabajando y ocupados, estas fiestas pasan sin novedad, por ahí hacemos un poco de bulla en la casa de mis hermanos, que si la natilla, buñuelos, la cena, pero puedo pasar de todo eso sin problema y mejor me voy a bailar a alguna viejoteca con mi pareja y asi pasa todo, sin muchos aspavientos.
Pero no deja de parecerme muy bonito, cuando en las demás familias se reunen todos en estas fechas, por lo menos que sea un motivo y no se pierda la tradicción, de por lo menos una vez al año reunirsen, festejar y pasarla contentos, los que pueden y tienen con qué:rolleyes:
Como que me extendí un poquitín, Feliz Navidad para tí Juancho y que el próximo año sigamos deleitándonos con tus escritos:):):p:p:D
En mi sentir, la Navidad es una festividad religiosa y para quien así lo perciba será motivo de especial celebración. A estos no les importará que el pavo venga plastificado o vivito y coleando. Eso solo es consecuencia de la evolución de los tiempos, el espiritu permanece.
Tal vez el problema resida en la poderosa influencia del cine y de la televisión, de esos anuncios y películas que muestran esta celebración como una especie de consumismo atroz de comida, regalos, besos, abrazos, confeti, sonrisas y botellas de champan que a tantos hartan y que otros muchos aspiran alcanzar sin fundamento o sin poder. Yo pienso que no pasa nada, que no es malo que los comerciantes quieran aprovechar la ocasión que se les brinda para vender sus productos. Los consumidores tambien somos suficientemente adultos para cogerlos o dejarlos, para no perder el norte, al igual que lo somos durante el resto del año.
En mi caso este día es un día de paz, así que con independencia de todo lo demás, del consumismo voraz, de los que están, de los que no están o no han podido estar y de los que se fueron para siempre, hago un paréntesis y disfruto una vez más, de esa calidez entrañable y recogimiento que ofrece un momento fascinante y mágico, de paso que esparzo un poquito de ilusión a mis hijos y otras cosas que me reservo.
FELIZ NAVIDAD, JUANCHO, fabuloso escritor que he tenido la ocasión de encontrar en este foro.
Me ha gustado cómo has conseguido plasmar esa evolución que transcurre en nuestro pensamiento, de la niñez a la madurez, ese cambio en la percepción del mundo que nos rodea.
Te deso un feliz y sereno año nuevo, junto con tu familia.
El consumismo, el mercadeo, el materialismo vienen de cientos de años atrás, pero algo luminoso se filtra, entre los velos oscuros, una luz te anuncia el camino, dejar atrás la basura, para seguir navegando, de cara a la brisa fría que nos acaricia, con rumbo a las islas afortunadas...
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Bonitas palabras.
Felices fiestas!
Amparo
Me alegra haberte hecho recordar tus navidades.
Un abrazo y también espero que el nuevo año sea de lo mejor.
Claudine
Estoy de acuerdo contigo en todo excepto en que me digas: “fabuloso escritor”.
Desde aquí te doy un gran abrazo y sigue deleitándonos con tus textos sinceros y delicados.
Shaianti
Gracias por tus comentarios.
Un gran abrazo y el mismo deseo para usted y las personas que ama.
Cielito
Siempre que tienes un niño cerca le vas dejando ejemplos. El niño todo lo capta y todo lo aprende.
Mi texto al final habla de paz, pero de paz interior, la que muchas veces nos falta y nos hace cometer grandes errores.
Un abrazo
Tienes la habilidad de recrear un pasado con dignidad, muy distinto a las celebraciones actuales, aunque siempre están las miradas de los niños que ponen su sana inocencia en las fiestas, salvándolas de nuestros desvaríos.
Que en el 2012 , sigas contándonos vivencias de tu país para hacernos más universales de espíritu y poder reconocernos como hermanos en un mundo diverso.
Un abrazo.
Un abrazo a todos y que la Navidad sirva para reflexionar acerca de nuestros anhelos, carencias y egoísmos.
Felicidades para ti y tu familia:):rolleyes2: