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Retrato de un asesino (Prólogo)

Eileen_Eileen_ Anónimo s.XI
editado marzo 2012 en Negra
Autor: Eileen_
Resumen: En la tranquila Ciudad Central se están cometiendo una serie de asesinatos cada vez más sádicos, el agente Glenn y sus compañeros tienen que pararle los pies antes de que haga daño a más personas. Empieza una lucha desesperada por descubrir la verdad y el tiempo juega en contra de los agentes. ¿Quien ganará la partida?

...............



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Dicen que cada persona tiene su vida, sea buena o mala. La mía es la peor de todas, mi nombre es Glenn Kintobor O'Hara y soy policía en la comisaría central de Ciudad Central. Cuando tengo tiempo y mi trabajo me lo permite me relajo sentado en mi butaca favorita escuchando a los Dropkick Murphys mientras la ciudad se muere lentamente.

En este relato contaré el que es y ha sido el caso más reconocido de toda mi carrera. La historia de cómo ayudé a capturar a uno de los asesinos en serie más sádicos que ha habido en la ciudad. Empecemos.

Era una fría mañana de invierno, en el cielo no había ni un pájaro ya que habían huido hacía un año. Eso tendría que haber hecho yo, huir bien lejos de esa maldita ciudad de tres millones de habitantes. Por la mañana recibí una llamada que alertaba de una pelea en un callejón. Había sucedido en el setecientos veinte de King Street, una calle regentada por prostitutas y drogadictos.

Los periodistas se aglomeraban a la entrada del callejón, esos malditos insensibles que siempre están sedientos de noticias malas para subir audiencia.

Entre varias bolsas de basura yacía el cuerpo de un chico joven, estaba bocabajo y con la cara volteada mirando hacia la pared. Sus ojos estaban abiertos y su expresión era de terror absoluto. El pobre parecía que había visto al mismísimo diablo y efectivamente era verdad.

— ¿En qué piensas? —Le dije a mi compañero.

Era Getxa Etxeberria Izara, un joven vasco de veintiséis años, tenía los ojos azules y el pelo rubio casi albino.

—Solo estaba pensando en lo que ha tenido que sufrir este chico antes de morir a manos de “ese”. Toda su vida truncada de la noche a la mañana.
—Sí, es una pena que muera gente tan joven.

Hace cuatro meses nuestro asesino empezó a matar cada fin de semana hasta que le cogió gusto y empezó a matar cada día, a veces dos en un mismo día. Ese salvaje se había cobrado hasta aquel día más de una treintena de vidas y en vez de ir a menos, iba a más. Había visto cadáveres despellejados, degollados, estrangulados e incluso clavados con grandes puntas imitando a Jesús. Parecía algo sacado de una película de terror tipo “Viernes 13” o “Halloween”.

Pero nuestro Jason particular era humano, tan humano como nosotros.

Comentarios

  • Eileen_Eileen_ Anónimo s.XI
    editado noviembre 2011
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    Cuando estábamos examinando el cadáver un agente de pelo castaño corrió hacia nosotros.

    —Señor, una mujer ha encontrado a otro chico muerto en otro callejón. —Dijo agotado y sudando de correr a toda prisa.
    — ¿Dónde?
    —A trescientos metros de aquí.

    Corrimos a toda prisa hasta llegar a una calle muy transitada a esas horas de la mañana, una señora mayor yacía en el suelo desmayada mientras que todos los agentes miraban con cara de asombro.

    —Ella lo encontró.
    —No dejéis que los tocapelotas esos de los periodistas pasen o habrá más víctimas. —Dije acalorado.

    Miré hacia la pared dónde estaba el chico colgado de dos grandes puntas, otra imitación de la muerte de Jesús. Sus ojos estaban abiertos y vacíos de vida como los demás.

    Se le veía mucha sangre en el pecho pero ya estaba seca. Pronto apareció el tipo más raro de toda la comisaría. Patrick Halland McDonelli conocido por todos como el "sangres”, veintitrés años, pelirrojo natural y delgado como un papel. Como su apodo indica es uno de los expertos en sangre.

    —Le han cortado el cuello. —Dijo mirando la mancha.
    — ¿No me jodas? —Le contestó Getxa mirándole de reojo.
    —Se lo han hecho mientras estaba colgado o sea que estaba vivo cuando lo clavaron a la pared.

    Como siempre cogió su cámara de muchos mega píxeles e hizo docenas de fotos de las manchas de sangre y del cadáver. Su mote también hace referencia a su pasión por las películas de serie B y gore.

    —Ese corte en forma de sonrisa significa que se está cachondeando de nosotros. —Expresó moviéndose de delante atrás.
    —El psicópata ese nos lleva mucha ventaja. No sé como coño vamos a pillarle, no hay ninguna prueba ni de pelo, ni sangre del cabrón ese ni nada.
    — ¿Y si es una tía?
    —Eso es improbable, para matar de esa manera a hombres seguramente más altos que ella tendría que medir más de dos metros y medio. —Le conté mi opinión.

    Se quedó callado unos momentos.

    —Quitad de ahí. Estáis pisando un charco de sangre.

    No nos habíamos dado cuenta que estábamos posados sobre un charco de sangre oscura. Nos quitamos e hizo más fotos.

    — ¿Seguro que te gusta tu trabajo? —Le pregunté.
    —Sí.

    Hacía dos meses que había llegado a la ciudad y entró a en nuestro equipo hacía dos semanas, desde que lo conocía siempre tenía la misma mala leche cada mañana, cada tarde y seguramente cada noche. No lo entendía.

    —Si te pasa algo puedes contármelo.
    —No. No es nada. —Giró los ojos hacia otro lado.
    —Seguro que es el agobio.
    —Es el agobio, es esta ciudad, es todo. Joder, esto es una mierda.

    Temía que tirara la cámara al suelo.

    —El trabajo este es así.
    —No es el puto trabajo, adoro el trabajo, la culpable es la ciudad. Me agobio como nunca lo he hecho, puede que pida el traslado.

    Se sentó en el suelo contra la pared y empezó a hiperventilar.

    —Pon la cabeza entre las piernas, es un ataque de ansiedad.

    Poco sabía de él pero comprendía que decirle adiós a tu tierra es terrible y más si dejas allí a lo que más quieres.

    —Te acostumbraras a esto, te lo puedo asegurar. Esta ciudad no está mal lo único es que es muy grande.
    —Será eso. Ya estoy mejor.

    El que mejor se había adaptado a la ciudad era Getxa, parecía que se sentía en casa.

    Después de descolgar el cadáver pudimos ver como tenía varios golpes en el pecho y en la cara. La brecha del cuello parecía haberla hecho con un cuchillo de caza con sierra. Los forenses se los llevaron al depósito de la comisaría.

    —Te veo luego.

    Tenía que hacer la peregrinación de todos los días. Cogí el coche y fui hasta el cementerio dónde descansa el amor de mi vida, murió en un incendió mientras dormía. Mi hijo Derek estaba de campamento cuando pasó y se salvó.

    Los árboles crujían y se movían culpa del viento, me dejé caer hasta tocar el frío mármol. Había derramado muchas lágrimas en aquella fría losa pero hoy solo quería relatarle todo lo que me había pasado esa mañana.

    Creo que no he contado lo más raro, desde que de pequeño me cayera de un columpio puedo ver las almas de los muertos que se quedaron entre la vida y la muerte.

    Ella estaba sentada a mi lado viendo su tumba.


  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado noviembre 2011
    Está muy bien e intrigoso, me gusta la historia que cuentas;):):p
  • Eileen_Eileen_ Anónimo s.XI
    editado noviembre 2011
    Abandoné el cementerio y fui a mi piso. Vivo en un ático en Connor Street, es el edificio más alto de todo el barrio.

    Cuando no tenía mucho dinero monté en mi casa un pequeño hostal donde los recién llegados se pueden quedar unas semanas, poca gente sabe que lo tengo. Es medio ilegal, para que nos vamos a engañar.

    Allí en aquel momento vivía Patrick “el sangres”. Entré con la llave y lo vi viendo la televisión.

    — ¿Estás mejor?
    —Sí, solo fue un ataque de ansiedad. Me suelen dar frecuentemente.
    —Pues me asustaste mucho, hijo. —Dije sonriendo.
    —Llevo toda mi vida allí y ahora por cosas del destino estoy aquí, siento que he dejado todo abandonado.
    —Todos nos sentimos así, ¿Por qué no le dices a tu madre que se venga?
    —No, ella nunca ha viajado. Se pondría mala solo de subirse a un avión.

    Pronto llegó Frederick, él también había llegado hacía menos de un año y le contraté para trabajar en mi “chiringuito”. Comida y alojamiento incluidos.

    —Había salido a comprar, ahora hago la comida.
    —Como quieras.

    Volvimos a hablar Pat y yo.

    —Si te digo la verdad no sabía ni que había otro continente. Gormdomhan.
    —Yo también me quedé como tu al oírlo y más si lo separas ya sabes lo que significa ¿no?
    —Mundo azul. ¿Fue colonia nuestra?
    —Me imagino que sí.

    El sexto continente del mundo: Gormdomhan. Si separas Gorm de Domhan se traduce como mundo azul en irlandés. Es más pequeño que América pero es parecido, después de que los irlandeses conquistaran las tierras, como siempre llegaron los españoles y se adueñaron de todo. Ciudad Central se quedó en manos irlandesas. Ahora los irlandeses que quedamos vivimos en el mayor barrio de toda la ciudad.

    La urbe está a cuatrocientos kilómetros de la costa japonesa y estamos totalmente metidos en el anillo de fuego.

    —¿Hace cuanto que no ves a tu hermana?

    Recalco que la hermana del sangres está casada con la mía, ella tiene veintinueve años y mi hermana cincuenta justos.

    —Hace poco, antes de venir aquí fui a Laoghaire para despedirme.
    —Dundalk no está mal, tiene pinta de tener buena calidad de vida. —Dije sonriendo.

    Pronto nos llamó Frederick y comimos tranquilos. Y felices, después de todo.
  • Eileen_Eileen_ Anónimo s.XI
    editado noviembre 2011
    Por la tarde recibimos una llamada de Getxa.

    —Ven a la central.
    — ¿Qué pasa? —Le pregunté.
    —Ese asesino cabrón nos ha dejado una “dedicatoria”.
    —Ahora vamos.
    —Hasta luego.

    Colgó, en ese momento pensé en Jack el Destripador y las cartas que mandó a la policía. ¿Qué había dejado ese psicópata en el cuerpo? Estaba ansioso solo de pensarlo.

    Salimos enseguida, cruzamos el pequeño parque y entramos a la moderna comisaría. El edificio de forma era redondo y miles de ventanas lo adornaban dándole un toque a lo película de ciencia ficción, tenía tres plantas y un sótano que era la morgue.

    Bajamos al mismo sótano y entramos, estaban Stephen, el médico forense, los ayudantes y Getxa.

    — ¿Qué ha hecho ese jodido loco?
    —Mirad esto.

    El hombre de pelo blanco descubrió el cuerpo del chico que estaba morado y ya olía a putrefacción, en el vientre tenía letras grabadas con alguna arma blanca, quizá un cúter. Estas rezaban:

    “Jaque mate”

    Si ese maldito psicópata quería cabrearme lo había conseguido.

    — ¿De qué murió? —Le pregunté al forense.
    —Eso es lo más raro de este caso, al examinarle el cuerpo no presentaba ninguna herida pero al abrirle la cabeza vi algo, simplemente el chico murió de un ataque cerebral.
    — ¿Es el que lo encontramos entre las bolsas de basura?
    —Sí.
    —O sea que le dio un ataque cerebral, o sea que no lo mató el asesino.
    —Tiene marcas de ligaduras en el cuello pero seguro que murió en sus brazos. Mirad esto.

    Dejó una especie de piedra marrón en la báscula.

    — ¿Qué coño es eso? —Preguntó Patrick con cara de asco.
    —Un tumor cerebral.
    —Mola. —Esbozó una sonrisa un tanto macabra.
    — ¿Sabes su nombre? —Le interrogó Getxa.
    —Sí, su nombre era Max White, por lo que he podido saber tenía veintidós años. Era cocainómano desde los dieciocho años en su vida pasó por tres centros de rehabilitación, pero terminó escapándose de los tres. Era de Edimburgo.

    Empecé a pensar y llegué a la conclusión de que era la capital de Escocia. No, lo mío no son las ciencias sociales.

    En la pantalla luminosa estaba puesta una radiografía de la cabeza del chico.

    Después de la “clase” de anatomía Patrick se fue a su despacho y nosotros salimos de la comisaría. Getxa tenía mala cara y el jefe nos mandó a “tomar viento”, bueno, literalmente.

    Entramos a una cafetería cercana, la dueña era una chica morena vestida con ropa de estilo gótico y estaba muy delgada. Su pelo era negro, largo y con mechas moradas. Llevaba yendo allí mil años y todavía no sabía ni como se llamaba.

    Nos acercamos a la barra y miré hacia atrás dónde unos chicos jóvenes se reían, quizá del típico comentario del gracioso de turno.

    Pasemos a describir el bar. Paneles de madera, asientos y mesas de madera y una preciosa foto de algún verde paisaje irlandés delante de la barra.

    —Ponme un café. —Le dije a la muchacha.
    —A mi otro.

    A mi lado se sentó un chico con un cigarrillo entre los dedos, tenía cara de póker o quizá de haber pasado una mala noche. Murmuraba cosas inteligibles y se notaba algo nervioso.

    —Chata, un café solo.

    Pude ver como la chica le miró pícaramente.

    —Hola….

    Oí salir de su boca pero no sabía a quién de nosotros se lo decía.

    — ¿Qué tal estás? —Interrogó Getxa.
    —Sin un puto duro en la cartera, como siempre. —Respondió el chico.
    — ¿Por qué no te buscas un curro? Tienes estudios y eres joven.
    — ¿Y dónde lo encuentro? La vida en esta ciudad es una mierda absoluta.

    El chico no cambiaba la expresión de su cara, estaba realmente enfadado. La mujer le puso el café, vi como buscaba en sus bolsillos posiblemente alguna moneda suelta.

    —Mierda. Mañana te lo pago ¿te importa? —Dijo el chaval suspirando fuertemente.
    —Claro que no, cariño. —Sonrió la chica.

    Era el primer chico que no le devolvía la sonrisa a una chica tan guapa como ella.

    — ¿Dónde estás viviendo? —Le preguntó Getxa una vez más.
    —Aquí cerca. No puedo permitirme más, además pronto me van a echar del piso. —Sus manos temblaban.
    —Pues pásate por aquí, horario de tardes solo.

    Le di la tarjeta de mi posada medio ilegal. Tenía todas las papeletas para ser uno de mis inquilinos.


    ...............



    Me alegro de que os guste, aunque no opinéis se que lo leéis por eso me hace igualmente feliz. Gracias a todos.


  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado noviembre 2011
    Me alegra que eso te haga feliz;):):):p
    Yo te sigo, espero que sigas colocando:):p
  • Eileen_Eileen_ Anónimo s.XI
    editado diciembre 2011
    Después de acabar el durísimo turno me fui a casa. Ya era hora, pensé para mí mismo. En la portería esperaba el chico que había conocido en la cafetería.

    — ¿Eres tú el de la pensión? —Me preguntó.

    Dios mío, solo hacía varias horas que me había visto y ya no recordaba mi cara. Juventud.

    —¿De qué parte de Irlanda eres? —Le pregunté.
    —No soy de allí.

    Mi cerebro me decía que no era de fiar. Lo que iba a hacer no me gustaba pero así debía de ser.

    —Lo siento, solo alojo a gente recién llegada de la isla.
    —No puedes hacerme esto. —Sacó la cartera con varios billetes—. Si quieres te pago por adelantado pero necesito tu ayuda por favor.

    Mi mayor defecto es tener tanto corazón y sentimientos. Ahora lo entendía.

    —Vale, ven conmigo.

    Subimos al piso trece en el ascensor al cual solo se puede acceder usando una llave. Cuando paró el ascensor suspiramos los dos a la vez, aquel cacharro viejo hacía un ruido extraño cuando llegaba a cada planta.

    Abrí la puerta y pasamos al salón. El piso tenía cinco habitaciones, una doble y todas con baño. El patio -terraza tenía unos cuarenta metros cuadrados. Si pensabais que era el típico policía borracho y drogadicto que vive en un cuchitril como los que salen en las típicas películas americanas vais de culo.

    Volvamos al quid de la cuestión, pasé a la recepción y saqué una ficha que todos tenían que rellenar.

    —Rellena esto tranquilamente y luego miramos en que habitación te puedo meter.

    Me encerré en mi habitación, estaba exhausto y me tumbé en la cama. Mi habitación parecía la de un “friki” de los videojuegos, había tres pantallas planas colgadas a los lados del catre, la cama era una de esas que se elevan con un mando. Debajo de la misma había una gran máquina de oxígeno, ya contaré porque tengo que usarla.

    Después de respirar un poco de ese elixir de la vida salí.

    — ¿Qué habitaciones están libres? —Le pregunté.
    —Todas menos la tres. —Respondió Frederick.
    —Es verdad que no hay nadie excepto Patrick. —El sangres, para entendernos.
    —Dame la llave de la cinco.

    Me la dio y le hice una seña al chico para que viniera conmigo. Al lado de él me veía enano, maldita hormona del crecimiento defectuosa.

    —Las comidas son a las doce y media de la mañana y las comidas a las seis y media de la tarde. Por cierto, si pasas cerca de la comisaría entras y pide que te den un certificado de antecedentes penales. Solo es por si las moscas.
    —Lo haré cuando salga. Por cierto, lo de comer no creo que pueda hacerlo. Tengo ciertos problemas de salud.
    —Ya hablaremos de eso luego. Organiza tus cosas y luego hablamos.

    Llevaba mil años con la pensión y nadie se ha atrevido a robarme nunca. Me senté en el sofá y leí la ficha.

    Solo tenía veintiún años y su nombre era Walter Wallace. Trabajaba de ayudante pero ¿de qué? Además en la cafetería dijo que no encontraba nada.

    Tardó un poco en poner todo en orden y luego salimos al patio.

    — ¿A quién ayudas?
    —Esta tarde me llamaron para que vaya a cuidar a un hombre que está enfermo. Creo que tiene cáncer o algo de eso.
    — ¿Y no puedes alquilarte un piso?
    —No me pagan tanto como para alquilar uno, solo podría en el barrio IRO pero no quiero. Otra vez no.

    IRO, Irlandeses del noRte Odiosos para el buen ojo de los sureños.

    —Haces muy bien, hablemos de lo de las comidas.
    —Ah sí, tengo que comer más tarde de lo normal porque tengo tres úlceras en el estómago y me levanto muy mal por eso no puedo ni desayunar.

    Nos quedamos callados al notar como temblaban los asientos y la lámpara del salón. Maldito anillo de fuego del pacífico.
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado diciembre 2011
    Con tres úlceras se vive ? que terrible:eek::rolleyes:
  • Eileen_Eileen_ Anónimo s.XI
    editado diciembre 2011
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    Un nuevo día empezó, el poderoso sol alumbraba dando un poco de calor a aquella mañana de enero. Después me senté en la mesa para desayunar. En el gran plato había tres lonchas de panceta, dos salchichas, un huevo frito y un poco de pan integral. Todo regado con un café solo. Eso es lo que se llama desayunar fuerte.

    Luego me puse el abrigo más gordo que tenía y salí hacia la comisaría, ya se veía a los demás vestidos de uniforme por el parque. El termómetro de la comisaría central marcaba menos cuatro grados.

    —Que calor hace ¿eh? —Dijo Getxa palmeándome la espalda.
    —Podría ser peor.

    El uniforme le quedaba como un guante, no, yo no suelo llevar. Si algún día me lo pongo parezco un leprechaun vestido de azul. Al pasar a comisaría el chico de la entrada nos mandó ir a la calle Michael Collins número veintidós.

    — ¿Por qué tenemos que ir? —Pregunté aún helado por el intenso frío.
    —Nos han llamado que hay una pareja discutiendo fuertemente.
    —Vale, iremos.

    Salimos y cogimos el coche patrulla con la sirena a toda leche. Llegamos pronto y subimos al sexto.

    —Madre mía. —Dijo Getxa.

    Se oían los gritos desde la escalera. Toque el timbre y abrió ella toda asustada y con lágrimas en los ojos.

    Era Anetta Wright, habíamos ido a su casa muchas veces. Dos veces por mes más o menos. Entré furioso al salón.

    —Te dijimos que la próxima vez que le trataras mal íbamos a llevarte a comisaría ¿lo recuerdas? — Apunté al chico con el dedo.
    —Y una mierda. Antes muerto.

    Antes de que pudiéramos cogerle se encerró en su habitación, aunque abrimos la puerta rápidamente el hombre ya no estaba.

    —Es el puto Superman. —Dijo Getxa riéndose.

    Yo lo que hice fue sacar la cabeza y mirar hacia abajo, efectivamente el chico se había convertido en una tortilla francesa.

    —Llamad a la ambulancia y decidle que traigan una espátula. —Dije por la emisora.

    Una sádica sonrisa se pintó en mi cara al verle ahí espachurrado contra el helado pavimento. Me asusté.

    — ¿Y ahora que hago yo? —Lloraba la mujer sentada.
    —Lo sentimos mucho, no queríamos que pasara esto. —Dijo Getxa quitándose la gorra.

    Puede que yo si quería que pasara eso. Tranquilizamos a la chica hasta que la ambulancia se fue y luego bajamos para que la ayudaran. Nos metimos en el coche.

    —Que hijo de puta. —Solté con rabia.
    — ¿Qué te pasa? Te veo tenso.
    —Me da rabia que maltraten a gente. —Mentí.
    —No, dime la verdad. ¿Querías que le pasara eso?
    —Sí. A ver si toda la mierda belfastiana sigue sus pasos y acaban despeñándose por un acantilado todos.
    —Si quieres desahogarte hazlo.
    —Mucha gente que conocía murió por culpa de esos hijos de puta, mi tío, mi tía y mi primo murieron en los ochenta. Cuando intentábamos salir adelante mi madre murió también en otro ataque. Un día mataron a cuatro compañeros policías de un golpe. —Dije casi con lágrimas en los ojos.
    —Te entiendo de veras. Ahora me doy cuenta de lo parecidos que somos, un tío mío también murió en un atentado de en Barcelona. Pusieron una bomba en un centro comercial.

    Pronto nos avisaron para que patrulláramos las calles del barrio. Pusimos la radio y sonaba Wild Rover de The Dubliners.

    And it's no, nay, never,
    No nay never no more,
    Will I play the wild rover
    No never no more.

    Cantábamos mientras mirábamos atentos, al fondo de una callejuela vimos a un par de muchachos bebiendo algo. Pusimos un momento la alarma y Getxa bajó del coche.

    —Esperaos aquí chicos. —Dijo Getxa cogiéndoles suavemente de la camisa para que no escaparan.
    —No hemos hecho nada. —Se notaba que estaba asustado.
    — ¿Lleváis el carné de identidad? —Les pregunté.
    —No. Lo tenemos en casa… creo.

    Dijo el chaval de cara pecosa.

    — ¿Cuántos años tenéis?
    —Dieciocho.

    Nos reímos.

    —No de verdad, cuantos tenéis.
    —Dieciséis.

    Bajó la cabeza y luego el otro también. Cogí las latas y comprobé que efectivamente era cerveza.

    —Tenéis que acompañarnos.
    — ¿Nos vais a detener? —Preguntó uno de ellos.
    —No. Nos tenéis que dejar el carné de identidad así que os acompañaremos a casa.

    Salimos del callejón con los chicos y nos metimos en el coche.

    ...............

    Leprechaun: duende de origen irlandés que tiene la manía de desordenar las cosas.

  • Eileen_Eileen_ Anónimo s.XI
    editado enero 2012
    Llegamos a la vivienda del primer chico, en el jardín de su casa había muchos chavales de diferentes edades.

    —Ve a por el carné.

    Nos bajamos y todos nos miraron raro. Claro, éramos policías. Cuando salió también estaba con él una mujer rubia de mediana edad.

    —Perdone las molestias señora. —Expresó Getxa.
    — ¿Qué ha pasado? —Preguntó angustiada.
    —Nada grave, pillamos a los dos bebiendo cerveza.
    —Dame el carné. —Le pedí.

    Charles Halahan, catorce años y de Limerick. El otro chico se fue a su casa que estaba al lado.

    —Solo queríamos probarla. —Se excusó.

    En un momento apareció el otro chico con su madre. Le explicamos lo que había pasado.

    — ¿Beber? Sois menores de edad. Tendríais que haberlos llevado al calabozo ya verás cómo se les pasan las tonterías.

    La mujer me dio el carné del chico.

    Michael O'Kells, trece años y de Cork. Al ver a la familia del primer chico me dio coraje y decidí no ponerles ninguna multa.

    —No os voy a poner ninguna multa pero no lo volváis a hacer o la próxima vez haré lo que dijo tu madre. —Le dije al segundo chico.
    —Gracias agentes. —Dijo la mujer rubia.
    —De nada señora. Buenos días.

    Nos metimos en el coche después de tirar las latas confiscadas al contenedor de basura.

    —Tendrías que haberles puesto una multa, como se entere el comisario vamos a tener problemas. —Me riñó Getxa.
    —Solo son unos niños intentando hacer cosas de mayores ¿tú nunca has bebido con tus amigos de pequeño?
    —Pues no. Si llega a ser mi madre me hubiera pegado un par de guantazos y se me hubiera quitado la tontería.
    —A mí me pilló mi padre bebiendo con diez años y no me dijo nada. —Solté.

    Me miró con una cara extraña como diciendo “eso solo pasa en Irlanda”.

    Luego sonó la emisora advirtiéndonos de que había una tremenda pelea en un bar. Getxa giró los ojos 180 grados y miró por la ventanilla.

    —Dios bendito, este barrio es un mal ejemplo. —Dijo agobiado—. Yo no bajo.
    —Anda no seas tonto. —Reí—. ¿Cuántos años llevas en el cuerpo? —Le pregunté para romper el hielo.
    —Pasé dos años de “becario” y llevo tres años de policía de verdad.

    Policía de verdad era decir mucho.

    —No entiendo como dejaste España para venirte aquí.
    —Para trabajar para el caso del asesino en serie. Seguro que el comisario pensó que era yo el psicópata.
    —Sí, lo pensamos hasta que buscamos tu número de placa y salió que eras —pensé—, policía vasco de esos que llevan boina roja.
    —Ertzaintza*.
    —Eso.

    Pronto llegamos a bar de dónde salían gritos que se oían aún con la ventanilla subida. Bajamos y entramos al antro.

    —Tranquilos.
    —Este gilipollas me ha molestado.

    Agarré al tipo que parecía estar borracho como una cuba.

    —Te voy a matar.

    El otro cogió un taburete pero rápidamente Getxa se lo quitó.

    —Quedas detenido por intento de agresión. —El rubio sacó las esposas.
    —Apártate. —Le dije.

    Se puso contra la barra mientras el hombre descargaba en el suelo todo lo que había bebido.

    —Eso es lo que yo llamo descomer.

    Pronto sacamos a los dos.

    —Como vomites en el coche lo limpias tu. —Le advertí.

    Cuando íbamos en dirección a la comisaría vimos algo raro tirado al lado de unos cubos de basura. Bajó Getxa.

    —Tío, te canta el aliento. Tómate uno de estos. —Le di al detenido un caramelo de menta.

    Se veía como hablaba por la emisora, pronto se asomó al coche.

    — ¿Qué es eso?
    —Un chico despedazado. Baja del coche.

    ¿Sería otra víctima del asesino? Esa es la pregunta que nos hacíamos los dos.
    ...............

    *Ertzaintza:
    Policía autonómica vasca.
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado enero 2012
    Que noche más movida y no termina:eek::cool:
  • Eileen_Eileen_ Anónimo s.XI
    editado marzo 2012
    Pronto se personaron los forenses.

    —Pobre chico, que mala suerte ha tenido.
    Mala suerte o no el chico está muerto. —Pensé para mis adentros.

    El forense miró la posición del cuerpo y lo demás.

    —Le han destrozado el cráneo a golpes. Posiblemente con ese bate de beisbol. —Dijo el forense.

    Había un bate puesto contra la pared.

    —Demasiado fácil, ¿no crees? —Le dije—. Como va a dejar el asesino el arma del crimen al lado del cuerpo.
    —Eso es verdad pero está ensangrentado.
    —Yo creo que Glenn tiene razón, no puede ponérnoslo tan fácil. Nos enfrentamos a un asesino organizado y esto lo convertiría en uno desorganizado.
    —Seguro que lo hizo para que pensemos que es otro asesino.
    — ¿Y si es otro asesino? —Dijo Getxa—. Puede que no sea una víctima del asesino del hospital.
    —No sé yo.

    La pared dónde estaba la bolsa de basura estaba manchada de sangre y se veía una pisada. Se lo dije a uno de los chicos que le hizo una fotografía.

    —El golpe fue con algo lo suficientemente pesado como para reventarle el cráneo.

    Eché un vistazo a la bolsa, la cabeza estaba destrozada y se le veía materia gris saliendo por la nariz. El golpe tendría que haber sido terrible.

    Noté como algo subía por mi pecho y me eché hacia atrás. Empecé a toser fuertemente, saqué el inhalador que tenía en el coche pero nada me hizo. Noté los polvos caer hacia mis pulmones pero la tos no cesó.

    —Te estás poniendo morado, tío. —Dijo el hombre que habíamos detenido.

    Me miré en el espejo y efectivamente tenía la cara colorada casi morada. Cogí una botella de jarabe contra la tos y bebí la mitad de un trago, esto me calmó un poco. Getxa se acercó.

    — ¿Qué te pasa? —Me preguntó Getxa.
    —La maldita bronquitis me está matando.

    Cuando se fue cogí un pañuelo y escupí lo que tenía en la garganta. Pude observar como el esputo era rojizo, salí del coche y me acerqué a ellos de nuevo.

    —Creo que voy a irme a casa. —Dije aún afónico por culpa de la tos—. No me encuentro nada bien.
    —Claro vete sin problemas.

    Odiaba dejar un caso a medias pero no estaba lo suficientemente motivado como para seguir con el trabajo. Alguien me habló una vez de la jubilación por enfermedad pero me negué. No hasta capturar al asesino, me dije a mí mismo.

    Antes de llegar a casa entré a Saint Patrick Church a rezar una oración por el chico que había sido asesinado y también a deleitarme con las tallas. Me senté en un banco y cerré los ojos. Soy católico y practicante aunque a veces dude de la existencia de Dios.

    No era consciente de lo que el destino tenía preparado para mí.
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