Mefisto, picaruelo casi me engañas, no era mas que amnesia.
Al final resulta que los niños, si, lo eran y aún lo son
y era cierto que en los abismos de Famara, dí la espalda
a la razón y brindé mi vida al viento y me sostuvo como altahay
devolviéndome al basalto vertical sustantivo de los riscos.
He dejado de ser un paranoico a medias, al menos de momento.
He decidido que era cierto, que Dios me susurraba cuando era niño.
He dejado de sisarles a los filósofos, deshaciendo el anagrama soledad
para perderme como antaño en dedalos primarios.
Adultez y decadencia, epíteto binomio obstinado en ser vector del infinito.
Daltónicos fabricantes de caleidoscopios expuestos en oscuros estantes.
Pediré algún día nuevamente que me acojan las Hespérides y perderme en fonolitas,
Ascenderé a la gran Tindaya y otra vez seguiré sus pasos milenarios
y en la noche de Mafasca diluirme una vez más en las estrellas.
Fruncidos horizontes que reclaman un becuadro evocando en aquelarre los sentidos
Siete islas, siete sentidos, siete infinitos...y algunos mas.
Fui tan libre en la nada de tus dunas, tan libre y tan feliz por ser cautivo
Que sutil y traicionero es el olvido, que metástasis que al hombre pudre el alma
Casi se me olvida que fui niño, que fui libre y fui dichoso en las canarias.
Comentarios
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Me gusto el tal texto.
Ignatius, es un bello y profundo escrito, lleno de poesía, de recuerdos y de anhelos. Me gusta mucho esa forma de rescatar del olvido los sentimientos; hay fuerza en la expresión y profundidad en las ideas.
Nunca es tarde para leer algo bueno y disculparme por no haberlo hecho en su día.
Saludos.