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Comentarios

  • ShaiantiShaianti Fray Luis de León XVI
    editado junio 2011
    A Kempis


    Ha muchos años que busco el yermo,
    ha muchos años que vivo triste,
    ha muchos años que estoy enfermo,
    ¡y es por el libro que tú escribiste!

    ¡Oh Kempis, antes de leerte amaba
    la luz, las vegas, el mar Oceano;
    mas tú dijiste que todo acaba,
    que todo muere, que todo es vano!

    Antes, llevado de mis antojos,
    besé los labios que al beso invitan,
    las rubias trenzas, los grande ojos,
    ¡sin acordarme que se marchitan!

    Mas como afirman doctores graves,
    que tú, maestro, citas y nombras,
    que el hombre pasa como las naves,
    como las nubes, como las sombras...

    huyo de todo terreno lazo,
    ningún cariño mi mente alegra,
    y con tu libro bajo del brazo
    voy recorriendo la noche negra...

    ¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,
    pálido asceta, qué mal me hiciste!
    ¡Ha muchos años que estoy enfermo,
    y es por el libro que tú escribiste!

    Amado Nervo
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado junio 2011
    El cuervo

    Una fosca media noche, cuando en tristes reflexiones,
    sobre más de un raro infolio de olvidados cronicones
    inclinaba soñoliento la cabeza, de repente
    a mi puerta oí llamar:
    como si alguien, suavemente, se pusiese con incierta
    mano tímida a tocar:
    "¡Es — me dije — una visita que llamando está a mi puerta:
    eso es todo y nada más!".

    ¡Ah! Bien claro lo recuerdo: era el crudo mes del hielo,
    y su espectro cada brasa moribunda enviaba al suelo.
    Cuán ansioso el nuevo día deseaba, en la lectura
    procurando en vano hallar
    tregua a la honda desventura de la muerte de Leonora;
    la radiante, la sin par
    vírgen pura a quien Leonora los querubes llaman, hora
    ya sin nombre... ¡nunca más!

    Y el crujido triste, incierto, de las rojas colgaduras
    me aterraba, me llenaba de fantásticas pavuras,
    de tal modo que el latido de mi pecho palpitante
    procurando dominar,
    "¡es, sin duda, un visitante —repetía con instancia—
    que a mi alcoba quiere entrar:
    un tardío visitante a las puertas de mi estancia...,
    eso es todo, y nada más!".

    Paso a paso, fuerza y bríos
    fue mi espíritu cobrando:
    "Caballero —dije— o dama:
    mil perdones os demando;
    mas, el caso es que dormía,
    y con tanta gentileza
    me vinisteis a llamar,
    y con tal delicadeza
    y tan tímida constancia
    os pusísteis a tocar,
    que no oí" —dije— y las puertas
    abrí al punto de mi estancia;
    ¡sombras sólo y...
    nada más!

    Mudo, trémulo, en la sombra por mirar haciendo empeños,
    quedé allí, cual antes nadie los soñó, forjando sueños;
    más profundo era el silencio, y la calma no acusaba
    ruido alguno... Resonar
    sólo un nombre se escuchaba que en voz baja a aquella hora
    yo me puse a murmurar,
    y que el eco repetía como un soplo: ¡Leonora...!
    esto apenas, ¡nada más!
    A mi alcoba retornando con el alma en turbulencia,
    pronto oí llamar de nuevo, —esta vez con más violencia,
    «De seguro —dije— es algo que se posa en mi persiana,
    pues, veamos de encontrar
    la razón abierta y llana de este caso raro y serio,
    y el enigma averiguar.
    ¡Corazón! Calma un instante, y aclaremos el misterio...
    —Es el viento— y nada más!»

    La ventana abrí —y con rítmico aleteo y garbo extraño,
    entró un cuervo majestuoso de la sacra edad de antaño.
    Sin pararse ni un instante ni señales dar de susto,
    con aspecto señorial,
    fué a posarse sobre un busto de Minerva que ornamenta
    de mi puerta el cabezal;
    sobre el busto que de Palas la figura representa
    fué y posóse —¡y nada más!

    Trocó entonces el negro pájaro en sonrisas mi tristeza
    con su grave, torva y seria, decorosa gentileza;
    y le dije: «Aunque la cresta calva llevas, de seguro
    no eres cuervo nocturnal,
    viejo, infausto cuervo obscuro, vagabundo en la tiniebla...
    Dime: —«¿Cuál tu nombre, cuál
    en el reino plutoniano de la noche y de la niebla?...»
    Dijo el cuervo: «¡Nunca más!.»

    Asombrado quedé oyendo así hablar al avechucho,
    si bien su árida respuesta no expresaba poco o mucho;
    pues preciso es convengamos en que nunca hubo criatura
    que lograse contemplar
    ave alguna en la moldura de su puerta encaramada,
    ave o bruto reposar
    sobre efigie en la cornisa de su puerta, cincelada,
    con tal nombre: «¡Nunca más!».

    Mas el cuervo, fijo, inmóvil, en la grave efigie aquella,
    sólo dijo esa palabra, cual si su alma fuese en ella
    vinculada —ni una pluma sacudía, ni un acento
    se le oía pronunciar...
    Dije entonces al momento: «Ya otros antes se han marchado,
    y la aurora al despuntar,
    él también se irá volando cual mis sueños han volado.»
    Dijo el cuervo: «¡Nunca más!»

    Por respuesta tan abrupta como justa sorprendido,
    «no hay ya duda alguna —dije— lo que dice es aprendido;
    aprendido de algún amo desdichado a quien la suerte
    persiguiera sin cesar,
    persiguiera hasta la muerte, hasta el punto de, en su duelo,
    sus canciones terminar
    y el clamor de su esperanza con el triste ritornelo
    de jamás, ¡y nunca más»

    Mas el cuervo provocando mi alma triste a la sonrisa,
    mi sillón rodé hasta el frente al ave, al busto, a la cornisa;
    luego, hundiéndome en la seda, fantasía y fantasía
    dime entonces a juntar,
    por saber qué pretendía aquel pájaro ominoso
    de un pasado inmemorial,
    aquel hosco, torvo, infausto, cuervo lúgubre y odioso
    al graznar: «¡Nunca jamás!»

    Quedé aquesto investigando frente al cuervo, en honda calma,
    cuyos ojos encendidos me abrasaban pecho y alma.
    Esto y más —sobre cojines reclinado— con anhelo
    me empeñaba en descifrar,
    sobre el rojo terciopelo do imprimía viva huella
    luminosa mi fanal—
    terciopelo cuya púrpura ¡ay! jamás volverá élla
    a oprimir —¡Ah! ¡Nunca más!

    Parecióme el aire, entonces,
    por incógnito incensario
    que un querube columpiase
    de mi alcoba en el santuario,
    perfumado —«Miserable ser —me dije— Dios te ha oído,
    y por medio angelical,
    tregua, tregua y el olvido del recuerdo de Leonora
    te ha venido hoy a brindar:
    ¡bebe! bebe ese nepente, y así todo olvida ahora.
    Dijo el cuervo: «¡Nunca más!»

    «Eh, profeta —dije— o duende,
    mas profeta al fin, ya seas
    ave o diablo — ya te envía
    la tormenta, ya te veas
    por los ábregos barrido a esta playa,
    desolado
    pero intrépido, a este hogar
    por los males devastado,
    dime, dime, te lo imploro:
    ¿Llegaré jamas a hallar
    algún bálsamo o consuelo para el mal que triste lloro?»
    Dijo el cuervo: «¡Nunca más!»

    «¡Oh, Profeta —dije— o diablo —Por ese ancho combo velo
    de zafir que nos cobija, por el mismo Dios del Cielo
    a quien ambos adoramos, dile a esta alma adolorida,
    presa infausta del pesar,
    sí jamás en otra vida la doncella arrobadora
    a mi seno he de estrechar,
    la alma virgen a quien llaman los arcángeles Leonora!»
    Dijo el cuervo: «¡Nunca más!»

    «Esa voz,
    oh cuervo, sea
    la señal
    de la partida.
    grité alzándome: —¡Retorna,
    vuelve a tu hórrida guarida,
    la plutónica ribera de la noche y de la bruma!...
    de tu horrenda falsedad
    en memoria, ni una pluma dejes, negra, ¡El busto deja!
    ¡Deja en paz mi soledad!
    ¡Quita el pico de mi pecho! De mi umbral tu forma aleja...»
    Dijo el cuervo: «¡Nunca más!»

    Y aún el cuervo inmóvil, fijo, sigue fijo en la escultura,
    sobre el busto que ornamenta de mi puerta la moldura....
    y sus ojos son los ojos de un demonio que, durmiendo,
    las visiones ve del mal;
    y la luz sobre él cayendo, sobre el suelo arroja trunca
    su ancha sombra funeral,
    y mi alma de esa sombra que en el suelo flota... ¡nunca
    se alzará..., nunca jamás!


    Edgar Allan Poe
  • ShaiantiShaianti Fray Luis de León XVI
    editado junio 2011
    Dadme, señora un término que siga
    conforme a vuestra voluntad cortado,
    que será de la mía así estimado,
    que por jamás un punto de él desdiga.

    Si gustáis que callando mi fatiga
    muera, contadme ya por acabado,
    si queréis que os la cuente en desusado
    modo, haré que el mismo Amor la diga.

    A prueba de contrarios estoy hecho
    de blanda cera y de diamante duro,
    y a leyes del Amor el alma ajusto.

    Blando cual es, o fuerte, ofrezco el pecho,
    Entallad o imprimid lo que os dé gusto,
    Que de guardarlo eternamente juro.

    Miguel de Cervantes Saavedra
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado julio 2011
    Considerando en frío, imparcialmente...


    Considerando en frío, imparcialmente,
    que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
    se complace en su pecho colorado;
    que lo único que hace es componerse
    de días;
    que es lóbrego mamífero y se peina...

    Considerando
    que el hombre procede suavemente del trabajo
    y repercute jefe, suena subordinado;
    que el diagrama del tiempo
    es constante diorama en sus medallas
    y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
    desde lejanos tiempos,
    su fórmula famélica de masa...

    Comprendiendo sin esfuerzo
    que el hombre se queda, a veces, pensando,
    como queriendo llorar,
    y, sujeto a tenderse como objeto,
    se hace buen carpintero, suda, mata
    y luego canta, almuerza, se abotona...

    Considerando también
    que el hombre es en verdad un animal
    y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza...

    Examinando, en fin,
    sus encontradas piezas, su retrete,
    su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo...

    Comprendiendo
    que él sabe que le quiero,
    que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente...

    Considerando sus documentos generales
    y mirando con lentes aquel certificado
    que prueba que nació muy pequeñito...

    le hago una seña,
    viene,
    y le doy un abrazo, emocionado.
    ¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...

    César Abraham Vallejo Mendoza
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado julio 2011
    GASTRONOMIA

    Para comerse un hombre en el Perú
    hay que sacarle antes las espinas,
    las visceras heridas,
    los residuos de llanto y de tabaco.
    Purificarlo a fuego lento,
    cortarlo a pedacitos
    y servirlo en la mesa con los ojos cerrados,
    mientras se va pensando
    que nuestro buen gobierno nos protege.

    Luego:
    afirmar que los poetas exageran.

    Y como buen final:
    tomarse un trago.

    Juan Gonzalo Rose
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado julio 2011
    Sentada


    Sentada en mis rodillas, se dejaba tocar

    el alma, en flor de ausente amor. Por donde quiera

    mi mano le sentía la blancura indolente

    por la sombra suave de su carne de seda.



    Un rubor vivo y cálido ceñía sus mejillas…,

    hasta sus uñas se teñían de vergüenza…,

    me cojía las manos con sus manos suaves,

    con un no querer torpe que a todo se atreviera…



    Mi boca le llenaba los rubores de besos,

    mi mano levantaba su inclinada cabeza

    y cuando levantaba sus párpados de nieve

    el luto de sus ojos me inundaba de pena.

    Juan Ramón Jiménez
  • ShaiantiShaianti Fray Luis de León XVI
    editado julio 2011
    Los dos últimos poemas, emocionantes. ¡Gracias Juancho!
  • ShaiantiShaianti Fray Luis de León XVI
    editado julio 2011
    A Ti

    Quienquiera que seas, sospecho con temor que caminas por los senderos de los sueños,
    Temo que estas realidades ilusorias se desvanezcan bajo tus pies y entre tus manos,
    Desde ahora tus facciones, alegrías, lenguaje, casa, negocio, modales, molestias, locuras, traje, se separan de ti,
    se me aparecen tu alma y tu cuerpo verdaderos,
    se apartan de negocios, comercio, tiendas, trabajo, granja, casa, compra, venta, comer, beber, sufrimiento, muerte.

    Quienquiera que seas, pongo sobre ti mis manos para que seas mi poema,
    te murmuro al oído:
    he amado a muchas mujeres y a muchos hombres, pero a nadie he amado tanto como a ti.

    Oh, he sido tardo y mudo,
    debí haberme abierto camino hacia ti hace mucho tiempo,
    no debí haber proclamado a nadie sino a ti, no debí haber cantado a nadie sino a ti.

    Lo abandonaré todo y vendré, y cantaré himnos en tu honor,
    nadie te ha comprendido, pero yo te comprendo,
    nadie te ha justificado, y tú no te has justificado tampoco,
    no hay nadie que no te haya encontrado imperfecto, sólo yo no hallo en ti imperfecciones,
    no hay nadie que no haya querido esclavizarte, yo soy el único que no aceptará tu servidumbre,
    yo soy el único que no te impone señor, ni dueño, ni superior, ni Dios, fuera de los que hay intrínsicamente en ti mismo.

    Los pintores han representado sus grupos abigarrados alrededor de una figura central,
    de la cabeza de la figura central se extiende un nimbo de luz áurea,
    pero yo pinto miríadas de cabezas, y a ninguna le falta su nimbo de luz áurea,
    que de mis manos, y del cerebro de todo hombre y mujer, fluye y resplandece eternamente.

    ¡Oh, yo podría cantar de ti grandezas y glorias!
    No te has conocido a ti mismo, tu vida entera sólo ha sido un sueño interior,
    tus párpados han estado cerrados casi siempre,
    tus actos vuelven a ti para escarnecerte
    (si tu trabajo, tu saber, tus plegarias no vuelven a ti para escarnecerte, ¿para qué vuelven?),
    el escarnio no te pertenece, debajo de él y dentro de él te veo en acecho,
    te he seguido hasta donde nadie te ha seguido,
    si el silencio, la mesa de trabajo, la expresión petulante, la noche, la rutina diaria te ocultan de los demás o de ti mismo, no te ocultan de mí,
    si el rostro rasurado, el ojo inquieto, la tez impura engañan a los demás, a mí no me engañan,
    yo aparto el vestido llamativo, la actividad vergonzosa, la embriaguez, la codicia, la muerte prematura.
    No hay don de hombre o de mujer que no se adapte a ti,
    no hay virtud ni belleza en el hombre o en la mujer que no estén también en ti,
    y ningún placer les aguarda al hombre o a la mujer que no te aguarde también a ti.

    En cuanto a mí, yo no doy nada a nadie sin darte a ti otra cosa igual,
    yo no canto la gloria de nadie, ni la de Dios, antes de cantar tu gloria.

    ¡Quienquiera que seas, reclama lo tuyo a cualquier precio!
    Las pompas de Oriente y Occidente son insignificantes comparadas contigo, estas praderas inmensas, estos ríos interminables: tú eres inmenso e interminable como ellos,
    estos furores, elementos, borrascas, movimientos de la naturaleza, agonías de aparente aniquilamiento: eres tú, hombre o mujer, su soberano o soberana,
    soberano o soberana, por tu propio derecho, eres dueño o dueña de la naturaleza, elementos, dolor, pasiones, aniquilamiento.

    Las trabas caen de tus tobillos, encuentras en ti recursos inagotables,
    viejo o joven, hombre o mujer, grosero, bajo, rechazado por todos, lo que tú seas te proclama,
    a través del nacimiento, vida, muerte, entierro, los medios abundantes, nada te será escatimado,
    a través de cóleras, pérdidas, ambiciones, ignorancia, hastío, lo que tú eres se abrirá paso.

    Walt Whitman
  • pimpapimpa Pedro Abad s.XII
    editado julio 2011
    Hace unos días, dando tumbos por internet, descubrí esta poetisa, Mayde Molina, y me gustó bastante. Y si me permitís, comparto uno de sus poemas con vosotros:



    Desnudo
    me gusta imaginar-te
    sin pólvora, sin niebla
    sin lugar.
    Tú mi lugar
    yo tu dónde.

    Desnudos
    nos gusta
    con-fundir-nos
    latir-nos
    redimir-nos
    esculpir-nos
    fluir-nos …
    Saber-nos
    sin límites precisos
    al no poder discernir
    si es tu boca a mi beso
    o mi beso a tu vuelco
    o mi piel a tus ascuas
    la templanza y la causa
    del Eros que estalla.


    O la danza de espejos
    que fragua en la noche
    contraluces.
    Siluetas, de un derroche sin fin
    hasta el camino silente
    que despierta sonrisas
    en el vientre de la aurora.

    Desnuda,
    en ti mi boca,
    viaja al Aconcagua
    de tu cuerpo.
    Allí dónde yo hago de tu verbo
    mi era plácida,
    mi tierra fértil y mojada.
    Mientras tú...
    trazas prodigios
    a mi lluvia
    mucho antes de saberte
    "tu dónde te escondes
    o te meces en la lluvia"
    amor de primavera
    a mis entrañas.

    Y a espaldas de este mundo
    que tan amantes nos sabe
    y tan callado nos nombra,
    cobardeando de envidia
    entre las sombras,
    Yo soy un asteroide
    flotando en tu órbita
    que late
    que bate
    a llama contra el aire
    que sólo siente
    que sueña
    que te enerva
    que te vuela
    que te arde.
    Yo soy el universo a tu noche
    Tú,
    eclipse solar
    a mi vana cordura
    tratando de quedarme
    contigo en esa órbita
    asida a tu cintura.

    Y para no volar, sin ti
    sino contigo
    o de ti cautiva
    a tu amor desnudo..
    Te miro
    Te guiño
    Te sonrío
    Me arraigo a tu núcleo
    A tu delirio
    Retomo
    la prosa de tus ojos
    diciéndome palabras sin medida
    bebiéndome la vida
    sin medida
    haciendo del lenguaje del cuerpo
    el único pretérito
    prosaico de ardernos.


    “mujer de aire”
  • ShaiantiShaianti Fray Luis de León XVI
    editado julio 2011
    Hermoso poema, Pimpe, y gracias por compartirlo. Me gusta el ritmo, el juego que tiene, la rima que se cuela, como una danza.
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado julio 2011
    Pimpa, tus aportes son bienvenidos...

    Las hadas

    Soñé vagar por bosques de palmeras
    cuyos blondos plumajes, al hundir
    su disco el Sol en las lejanas sierras,
    cruzaban resplandores de rubí.

    Del terso lago se tiñó de rosa
    la superficie límpida y azul,
    y a sus orillas garzas y palomas
    posábanse en los sauces y bambús.

    Muda la tarde ante la noche muda
    las gasas de su manto recogió;
    del indo mar dormido en las espumas
    la luna hallóla y a sus pies el sol.

    Ven conmigo a vagar bajo las selvas
    donde las Hadas templan mi laúd;
    ellas me han dicho que conmigo sueñas,
    que me harán inmortal si me amas tú.

    Jorge Isaacs
  • ShaiantiShaianti Fray Luis de León XVI
    editado julio 2011
    De la Egloga I, de Garcilaso de la Vega

    Corrientes aguas puras, cristalinas,
    árboles que os estáis mirando en ellas,
    verde prado de fresca sombra lleno,
    aves que aquí sembráis vuestras querellas,
    hiedra que por los árboles caminas,
    torciendo el paso por su verde seno:
    yo me vi tan ajeno
    del grave mal que siento
    que de puro contento
    con vuestra soledad me recreaba,
    donde con dulce sueño reposaba,
    o con el pensamiento discurría
    por donde no hallaba
    sino memorias llenas d’alegría.
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado julio 2011
    Como llamar a un gato
    Thomas Stearns Eliot

    “Ponerle nombre a un gato es harto complicado,
    desde luego no es un juego para los muy simplones.
    Pueden pensar ustedes que estoy algo chiflado cuando digo que al menos ha de tener tres nombres.

    Lo primero es el nombre que le damos a diario;
    como Pedro, Alonso, Augusto o Don Bigote;
    Como Víctor o Jorge o el simpático Paco.

    Todos ellos son nombres bastante razonables. Los hay más bonitos y que suenan mejor para las damas y los caballeros,
    como Admetus, Electra, Démeter, o Platón,
    pero todos son nombres demasiados discretos.

    Y un gato ha de tener uno más especial,
    que sea peculiar, algo más digno.
    ¿Cómo, si no, va a alzar su rabo vertical o atusar sus bigotes y mantenerse altivo?

    De nombres de este tipo os puedo dar un quórum
    como son Mankostrop, Quoricopat o Qaxo,
    también Bamboliurina o, si no, Yellylorum;
    son nombres que jamás compartirán dos gatos.

    Pero a pesar de todo, nos queda un nombre más,
    y ése es el que tú nunca podrás adivinar,
    el nombre que los hombres jamás encontrarán.
    Que SÓLO EL GATO LO SABE y no confesará.

    Si ves un gato en meditación,
    el motivo nunca te asombre.
    Su mente está en contemplación
    de la Idea Una de su nombre.
    Su inefable, efable,
    efainefable,
    único, oscuro, inescrutable Nombre”.

    traducción J.L. Borges
  • ro08maro08ma Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2011
    Maravilloso el del gato.

    Saludos.
  • ShaiantiShaianti Fray Luis de León XVI
    editado julio 2011
    Bellísimo poema de Elliot, Juancho. Me ha recordado éste de Prévert. Lo aprendí en francés, pero aquí lo pongo traducido.
    PARA HACER EL RETRATO DE UN PÁJARO
    Pintar primero una jaula
    con la puerta abierta
    pintar después algo bonito
    algo simple, algo bello,
    algo útil para el pájaro.
    Apoyar después la tela contra un árbol
    En un jardín en un soto
    o en un bosque. Esconderse tras el árbol.
    Sin decir nada, sin moverse
    A veces el pájaro llega enseguida
    Pero puede tardar años
    antes de decidirse.
    No hay que desanimarse
    Hay que esperar
    Esperar si es necesario durante años
    La celeridad o la tardanza
    En la llegada del pájaro
    No tiene nada que ver
    Con la calidad del cuadro.
    Cuando el pájaro llega, si llega
    observar el más profundo silencio
    esperar que el pájaro entre en la jaula
    y una vez que haya entrado
    cerrar suavemente la puerta con el pincel.
    Después borrar uno a uno todos los barrotes
    cuidando de no tocar ninguna pluma del pájaro.
    Hacer acto seguido, el retrato del árbol,
    escogiendo la rama más bella para el pájaro,
    Pintar también el verde follaje
    Y la frescura del viento,
    El polvillo del sol
    y el ruido de los bichos de la hierba en el calor estival
    y después esperar
    que el pájaro se decida a cantar.
    Si el pájaro no canta, mala señal,
    Señal de que el cuadro es malo,
    Pero si canta es buena señal,
    Señal de que podéis firmar.
    Entonces arrancadle delicadamente
    una pluma al pájaro
    Y escribid vuestro nombre
    En un ángulo del cuadro.


    He aquí el original en francés, que está en rima, precioso:

    POUR FAIRE LE PORTRAIT D’UN OISEAU

    Peindre d’abord une cage
    avec une porte ouverte
    peindre ensuite
    quelque chose de joli
    quelque chose de simple
    quelque chose de beau
    quelque chose d’utile
    pour l’oiseau
    placer ensuite la toile contre un arbre
    dans un jardin
    dans un bois
    ou dans une forêt
    se cacher derrière l’arbre
    sans rien dire
    sans bouger…
    Parfois l’oiseau arrive vite
    mais il peut aussi mettre de longues années
    avant de se décider
    Ne pas se décourager
    attendre
    attendre s’il faut pendant des années
    la vitesse ou la lenteur de l’arrivée
    de l’oiseau n’ayant aucun rapport
    avec la réussite du tableau
    Quand l’oiseau arrive
    s’il arrive
    observer le plus profond silence
    attendre que l’oiseau entre dans la cage
    et quand il est entré
    fermer doucement la porte avec le pinceau
    puis effacer un à un tous le barreaux.
  • ro08maro08ma Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2011
    El francés es un idioma muy hermoso, aunque un poco complejo de pronunciar, me gustaría compartir un pequeño poema muy bonito en francés y con su traducción al español:

    La rapidité des nuages.


    Le lit, la vitre auprès, la vallée, le ciel,
    La magnifique rapidité de ces nuages.
    La griffe de la pluie sur la vitre, soudain,
    Comme si le néant paraphait le monde.

    Dans mon rêve d'hier
    Le grain d'autres années brûlait par flammes courtes
    Sur le sol carrelé, mais sans chaleur.
    Nos pieds nus l'écartaient comme une eau limpide.

    O mon amie,
    Comme était faible la distance entre nos corps !
    La lame de l'épée du temps qui rôde
    Y eût cherché en vain le lieu pour vaincre.


    La rapidez de las nubes


    La cama, la ventana cercana, el valle, el cielo,
    La rapidez espléndida de esas nubes,
    La súbita garra de la lluvia en los cristales
    Como si la nada rubricase el mundo.

    En mi sueño de ayer
    El grano de otros años ardía a fuego lento,
    Sin calor, en el suelo embaldosado.
    Descalzos, lo apartaban nuestros pies como un agua límpida.

    ¡Oh amiga mía,
    Qué distancia tan débil separaba nuestros cuerpos!
    La hoja de la espada del tiempo que merodea
    Hubiese allí buscado en vano lugar para vencer!

    Yves Bonnefoy.

    Un saludo.
  • pimpapimpa Pedro Abad s.XII
    editado julio 2011
    Ro08ma, sí sí, muy bonito. Gracias por compartirlo.

    Feliz viernes.
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado julio 2011
    Amor eterno
    Da miedo, a veces, encontrarse con que el camino cae a pico y que hay que bajar agarrándose con las uñas de las rocas.
    En esta circunstancia, no se puede sino aconsejar que a cien metros del suelo se suelten las manos.
    La caída es deliciosa: el cuerpo se ha hecho permeable; lo atraviesan flores, hojas aromáticas; riachuelos, algas,
    espuma del mar, hilos de lluvia, cabellos de mujer, copos de nieve. Estos, al fin, se solidifican a su alrededor, para luego
    estallar tal una granada arrojada con violencia al rostro de la mujer amada, que aparece sonriente tras las trayectorias
    vertiginosas de los granos rojos.
    Emilio Westphalen
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado julio 2011
    Mujer de mi mala Suerte
    Con la patente del corazón vencida
    Transito entre los cadáveres buscándote mi amor,


    Y no te encuentro.
    Mujer de mi mala suerte,
    Asombro del pobre,
    Capricho del rico,
    Mujer que entraste en mi vida a pesar de los cerrojos que puse en todas mis puertas.
    Atraviesas las paredes

    De mi cuerpo y de mi alma
    Y me derribas los muros con que protegía a mi corazón.
    Mujer de mi mala suerte
    Que llenas de flores a mi cementerio.
    Engañaste a la gitana porque no estabas escrita en la palma de mi mano.
    Ni en las estrellas del cielo,
    Confundiendo a mi destino
    Con solo pasar corriendo al costado de la mano
    Alguien grito tu nombre
    Para que ya no pueda oír otro
    Resonando en el maldito mundo donde te espero en vano
    Mujer de mi mala suerte
    Como duele una hora de no verte
    Cuanto pesa tu ausencia
    Estoy cansado de respirar para vos
    De encontrarte en cada instante de mi soledad
    Para que me devuelvas puntualmente al día y ala hora en que te conocí.
    Mujer de mi mala suerte
    Apágame las flores
    Que me quitan el sueño.
    Mujer de mi mala suerte,
    Cuando apago al luz
    Se enciende tu risa
    Quiero saber como es tu noche
    Tu aliento en la madrugada
    Tu ventana abierta para calmar la sed
    De no se que viajero.
    Mujer de mi mala suerte
    Ni esta desgracia es tuya
    Ni este dolor es mío.
    Mujer de mi mala suerte
    Devolveme la vida
    No quiero ser ninguno
    De ese nadie que todos se llevan por delante
    Porque ya no soy nada
    Lo que fui esta contigo
    Mujer de mi mala suerte


    Facundo Cabral
  • pimpapimpa Pedro Abad s.XII
    editado julio 2011
    Hoy he descubierto a un poeta llamado Joan Margarit.

    Aquí comparto con vosotros dos de sus poemas, los cuales, y según he podido leer, fueron escritos en memoria de una de sus hijas, Joana, fallecida a la edad de treinta años.

    Un saludo.


    Madre e hija

    Todo el pasado de ella son tus manos:
    treinta amorosos años al fondo de tus palmas.
    La has velado a lo largo de la noche:
    te tiendes en la cama junto a ella,
    tu pecho cálido contra su espalda,
    sus cansados cabellos en tu rostro.
    La abrazas y le hablas en voz baja
    y, mientras, la acaricias.
    Son las últimas noches, y sientes el calor
    de su cuerpo agotado que tú tan bien conoces.
    Ahora aprenderás a cuidarla en la muerte.
    Siempre ha sido una niña: debes velar su sueño,
    que se va pareciendo, más y más,
    a la profunda sombra de alegría
    por donde se desliza entre tus manos.



    La espera

    Te estàn echando en falta tantas cosas.
    Así llenan los días
    instantes hechos de esperar tus manos,
    de echar de menos tus pequeñas manos,
    que cogieron las mías tantas veces.
    Hemos de acostumbrarnos a tu ausencia.
    Ya ha pasado un verano sin tus ojos
    y el mar también habrá de acostumbrarse.
    Tu calle, aún durante mucho tiempo,
    esperará, delante de tu puerta,
    con paciencia, tus pasos.
    No se cansará nunca de esperar:
    nadie sabe esperar como una calle.
    Y a mí me colma esta voluntad
    de que me toques y de que me mires,
    de que me digas qué hago con mi vida,
    mientras los días van, con lluvia o cielo azul,
    organizando ya la soledad.
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado julio 2011
    Gracias Shaianti, Ro08ma, Pimpa
    Autopsicografía

    Fernando Pessoa

    El poeta es un fingidor.
    Finge tan completamente
    Que hasta finge que es dolor
    El dolor que de veras siente.
    Y quienes leen lo que escribe,
    Sienten, en el dolor leído,
    No los dos que el poeta vive
    Sino aquél que no han tenido.
    Y así va por su camino,
    Distrayendo a la razón,
    Ese tren sin real destino
    Que se llama corazón.
    Versión de Santiago Kovadloff
  • ShaiantiShaianti Fray Luis de León XVI
    editado julio 2011
    Río Duero, río Duero

    Río Duero, río Duero,
    nadie a acompañarte baja,
    nadie se detiene a oír
    tu eterna estrofa de agua.

    Indiferente o cobarde
    la ciudad vuelve la espalda.
    No quiere ver en tu espejo
    su muralla desdentada.

    Tú, viejo Duero, sonríes
    entre tus barbas de plata,
    moliendo con tus romances
    las cosechas mal logradas.

    Y entre los santos de piedra
    y los álamos de magia
    pasas llevando en tus ondas
    palabras de amor, palabras.

    Quién pudiera como tú,
    a la vez quieto y en marcha
    cantar siempre el mismo verso
    pero con distinta agua.

    Río Duero, río Duero,
    nadie a estar contigo baja,
    ya nadie quiere atender
    tu eterna estrofa olvidada

    sino los enamorados
    que preguntan por sus almas
    y siembran en tus espumas
    palabras de amor, palabras.

    Gerardo Diego
  • malena21malena21 Anónimo s.XI
    editado julio 2011
    juancho escribió : »
    Al igual que Negu, a mi también me gusta la poesía. Pero escribo muy poca o casi nada.

    Abro este hilo con una poesía mas terrena. Sigo leyendo "Mis poemas del Alma" y me sigue gustando sobremanera.

    Si tienen alguna poesía especial para ustedes, las puertas están abiertas.

    Empecemos.
    El remordimiento

    He cometido el peor de los pecados
    que un hombre puede cometer. No he sido
    feliz. Que los glaciares del olvido
    me arrastren y me pierdan, despiadados.

    Mis padres me engendraron para el juego
    arriesgado y hermoso de la vida,
    para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
    Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

    no fue su joven voluntad. Mi mente
    se aplicó a las simétricas porfías
    del arte, que entreteje naderías.

    Me legaron valor. No fui valiente.
    No me abandona. Siempre está a mi lado
    La sombra de haber sido un desdichado

    J.L. Borges
    El otro dia me sentí bastannte inspirada y eso fe lo que escribí:
    Tristes palabras brotan hoy de mis labios,
    en esta noche sin luna,
    en este valle lejano.
    Pronuncio tu nombre
    con amargura y tristeza,
    ¿qué es lo que queda ahora
    de aquella inocente princesa?
    El corazón no se rompe
    desvaneciéndose como un reflejo,
    se parte en mil pedazos
    igual que lo hace un espejo.
    Tristes palabras brotan hoy de mis labios,
    en esta noche sin luna,
    en este valle lejano.:)que taal?
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado julio 2011
    Que bonita inspiracion Malena21 me gusto mucho.

    Elogio de la sombra
    J.L. Borges
    La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)
    puede ser el tiempo de nuestra dicha.
    El animal ha muerto o casi ha muerto.
    Quedan el hombre y su alma.
    Vivo entre formas luminosas y vagas
    que no son aún la tiniebla.
    Buenos Aires,
    que antes se desgarraba en arrabales
    hacia la llanura incesante,
    ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
    las borrosas calles del Once
    y las precarias casas viejas
    que aún llamamos el Sur.
    Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;
    Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
    el tiempo ha sido mi Demócrito.
    Esta penumbra es lenta y no duele;
    fluye por un manso declive
    y se parece a la eternidad.
    Mis amigos no tienen cara,
    las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
    las esquinas pueden ser otras,
    no hay letras en las páginas de los libros.
    Todo esto debería atemorizarme,
    pero es una dulzura, un regreso.
    De las generaciones de los textos que hay en la tierra
    sólo habré leído unos pocos,
    los que sigo leyendo en la memoria,
    leyendo y transformando.
    Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,
    convergen los caminos que me han traído
    a mi secreto centro.
    Esos caminos fueron ecos y pasos,
    mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,
    días y noches,
    entresueños y sueños,
    cada ínfimo instante del ayer
    y de los ayeres del mundo,
    la firme espada del danés y la luna del persa,
    los actos de los muertos,
    el compartido amor, las palabras,
    Emerson y la nieve y tantas cosas.
    Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,
    a mi álgebra y mi clave,
    a mi espejo.
    Pronto sabré quién soy.
  • MarenolaMarenola Pedro Abad s.XII
    editado julio 2011
    el cuervo

    Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
    mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
    inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
    cabeceando, casi dormido,
    oyóse de súbito un leve golpe,
    como si suavemente tocaran,
    tocaran a la puerta de mi cuarto.
    “Es —dije musitando— un visitante
    tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
    Eso es todo, y nada más.”

    ¡Ah! aquel lúcido recuerdo
    de un gélido diciembre;
    espectros de brasas moribundas
    reflejadas en el suelo;
    angustia del deseo del nuevo día;
    en vano encareciendo a mis libros
    dieran tregua a mi dolor.
    Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
    virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
    Aquí ya sin nombre, para siempre.

    Y el crujir triste, vago, escalofriante
    de la seda de las cortinas rojas
    llenábame de fantásticos terrores
    jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
    acallando el latido de mi corazón,
    vuelvo a repetir:
    “Es un visitante a la puerta de mi cuarto
    queriendo entrar. Algún visitante
    que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
    Eso es todo, y nada más.”

    Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
    y ya sin titubeos:
    “Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
    imploro,
    mas el caso es que, adormilado
    cuando vinisteis a tocar quedamente,
    tan quedo vinisteis a llamar,
    a llamar a la puerta de mi cuarto,
    que apenas pude creer que os oía.”
    Y entonces abrí de par en par la puerta:
    Oscuridad, y nada más.

    Escrutando hondo en aquella negrura
    permanecí largo rato, atónito, temeroso,
    dudando, soñando sueños que ningún mortal
    se haya atrevido jamás a soñar.
    Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
    y la única palabra ahí proferida
    era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
    Lo pronuncié en un susurro, y el eco
    lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
    Apenas esto fue, y nada más.

    Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
    toda mi alma abrasándose dentro de mí,
    no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
    “Ciertamente —me dije—, ciertamente
    algo sucede en la reja de mi ventana.
    Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
    y así penetrar pueda en el misterio.
    Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
    y así penetrar pueda en el misterio.”
    ¡Es el viento, y nada más!

    De un golpe abrí la puerta,
    y con suave batir de alas, entró
    un majestuoso cuervo
    de los santos días idos.
    Sin asomos de reverencia,
    ni un instante quedo;
    y con aires de gran señor o de gran dama
    fue a posarse en el busto de Palas,
    sobre el dintel de mi puerta.
    Posado, inmóvil, y nada más.

    Entonces, este pájaro de ébano
    cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
    con el grave y severo decoro
    del aspecto de que se revestía.
    “Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
    no serás un cobarde,
    hórrido cuervo vetusto y amenazador.
    Evadido de la ribera nocturna.
    ¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
    Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

    Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
    pudiera hablar tan claramente;
    aunque poco significaba su respuesta.
    Poco pertinente era. Pues no podemos
    sino concordar en que ningún ser humano
    ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
    posado sobre el dintel de su puerta,
    pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
    de Palas en el dintel de su puerta
    con semejante nombre: “Nunca más.”

    Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
    las palabras pronunció, como virtiendo
    su alma sólo en esas palabras.
    Nada más dijo entonces;
    no movió ni una pluma.
    Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
    “Otros amigos se han ido antes;
    mañana él también me dejará,
    como me abandonaron mis esperanzas.”
    Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

    Sobrecogido al romper el silencio
    tan idóneas palabras,
    “sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
    es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
    de un amo infortunado a quien desastre impío
    persiguió, acosó sin dar tregua
    hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
    hasta que las endechas de su esperanza
    llevaron sólo esa carga melancólica
    de ‘Nunca, nunca más’.”

    Mas el Cuervo arrancó todavía
    de mis tristes fantasías una sonrisa;
    acerqué un mullido asiento
    frente al pájaro, el busto y la puerta;
    y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
    empecé a enlazar una fantasía con otra,
    pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
    lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
    flaco y ominoso pájaro de antaño
    quería decir granzando: “Nunca más.”

    En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
    frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
    quemaban hasta el fondo de mi pecho.
    Esto y más, sentado, adivinaba,
    con la cabeza reclinada
    en el aterciopelado forro del cojín
    acariciado por la luz de la lámpara;
    en el forro de terciopelo violeta
    acariciado por la luz de la lámpara
    ¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

    Entonces me pareció que el aire
    se tornaba más denso, perfumado
    por invisible incensario mecido por serafines
    cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
    “¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
    por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
    tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
    ¡Apura, oh, apura este dulce nepente
    y olvida a tu ausente Leonora!”
    Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

    “¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!
    ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
    enviado por el Tentador, o arrojado
    por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
    a esta desértica tierra encantada,
    a este hogar hechizado por el horror!
    Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
    ¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
    ¡Dime, dime, te imploro!”
    Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

    “¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
    ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
    ¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
    ese Dios que adoramos tú y yo,
    dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
    tendrá en sus brazos a una santa doncella
    llamada por los ángeles Leonora,
    tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
    llamada por los ángeles Leonora!”
    Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

    “¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
    pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
    ¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
    No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
    que profirió tu espíritu!
    Deja mi soledad intacta.
    Abandona el busto del dintel de mi puerta.
    Aparta tu pico de mi corazón
    y tu figura del dintel de mi puerta.
    Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

    Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
    Aún sigue posado, aún sigue posado
    en el pálido busto de Palas.
    en el dintel de la puerta de mi cuarto.
    Y sus ojos tienen la apariencia
    de los de un demonio que está soñando.
    Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
    tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
    del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
    no podrá liberarse. ¡Nunca más!

  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado julio 2011
    A una nariz
    Francisco de Quevedo
    Érase un hombre a una nariz pegado,
    érase una nariz superlativa,
    érase una nariz sayón y escriba,
    érase un pez espada muy barbado.
    Era un reloj de sol mal encarado,
    érase una alquitara pensativa,
    érase un elefante boca arriba,
    era Ovidio Nasón más narizado
    Érase un espolón de una galera,
    Érase una pirámide de Egipto;
    las doce tribus de narices era.
    Érase un naricísimo infinito,
    muchísimo nariz, nariz tan fiera,
    que en la cara de Anás fuera delito.
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado julio 2011
    Cuando nuestros ojos se encontraron a través del seto...
    Rabindranath Tagore

    Cuando nuestros ojos se encontraron a través del seto,
    pensé que iba a decirle alguna cosa; pero ella se fue.
    Y la palabra que yo tenía que decirle se mece día y noche,
    como una barca, sobre la ola de cada hora.
    Parece que navega en las nubes de otoño, en un ansia sin fin;
    que florece en flores de anochecer,
    y busca en la puesta del sol su momento perdido.
    Chispeaba la palabra, como las luciérnagas, por mi corazón,
    buscando su sentido en el crepúsculo de la desesperanza;
    la palabra que yo tenía que decirle.
  • MedeaMedea Miguel de Cervantes s.XVII
    editado julio 2011
    juancho escribió : »
    A una nariz
    Francisco de Quevedo
    Érase un hombre a una nariz pegado,
    érase una nariz superlativa,
    érase una nariz sayón y escriba,
    érase un pez espada muy barbado.
    Era un reloj de sol mal encarado,
    érase una alquitara pensativa,
    érase un elefante boca arriba,
    era Ovidio Nasón más narizado
    Érase un espolón de una galera,
    Érase una pirámide de Egipto;
    las doce tribus de narices era.
    Érase un naricísimo infinito,
    muchísimo nariz, nariz tan fiera,
    que en la cara de Anás fuera delito.

    DESENGAÑO DE LAS MUJERES

    Puto es el hombre que de putas fía,
    y puto el que sus gustos apetece;
    puto es el estipendio que se ofrece
    en pago de su puta compañía.

    Puto es el gusto, y puta la alegría
    que el rato putaril nos encarece;
    y yo diré que es puto a quien parece
    que no sois puta vos, señora mía.

    Mas llámenme a mí puto enamorado,
    si al cabo para puta no os dejare;
    y como puto muera yo quemado

    si de otras tales putas me pagare,
    porque las putas graves son costosas,
    y las putillas viles, afrentosas.


    Francisco de Quevedo
  • ShaiantiShaianti Fray Luis de León XVI
    editado julio 2011
    ¡Genial, Medea!

    Una Cena / Baltasar de Alcázar

    1104_1.jpg


    En Jaén, donde resido,
    vive don Lope de Sosa
    y diréte, Inés, la cosa
    más brava de él que has oído.

    Tenía este caballero
    un criado portugués...
    Pero cenemos, Inés
    si te parece primero.

    La mesa tenemos puesta,
    lo que se ha de cenar junto,
    las tazas del vino a punto:
    falta comenzar la fiesta.

    Comience el vinillo nuevo
    y échole la bendición;
    yo tengo por devoción
    de santiguar lo que bebo.

    Franco, fue, Inés, este toque,
    pero arrójame la bota;
    vale un florín cada gota
    de aqueste vinillo aloque.

    ¿De qué taberna se traxo?
    Mas ya..., de la del Castillo
    diez y seis vale el cuartillo,
    no tiene vino más baxo.

    Por nuestro Señor, que es mina
    la taberna de Alcocer;
    grande consuelo es tener
    la taberna por vecina.

    Si es o no invención moderna,
    vive Dios que no lo sé,
    pero delicada fue
    la invención de la taberna.

    Porque allí llego sediento,
    pido vino de lo nuevo,
    mídenlo, dánmelo, bebo,
    págolo y voyme contento.

    Esto, Inés, ello se alaba,
    no es menester alaballo;
    sólo una falta le hallo
    que con la priesa se acaba.

    La ensalada y salpicón
    hizo fin: ¿qué viene ahora?
    La morcilla, ¡oh gran señora,
    digna de veneración!

    ¡Qué oronda viene y qué bella!
    ¡Qué través y enjundia tiene!
    Paréceme, Inés, que viene
    para que demos en ella.

    Pues, sus, encójase y entre
    que es algo estrecho el camino.
    No eches agua, Inés, al vino,
    no se escandalice el vientre.

    Echa de lo tras añejo,
    porque con más gusto comas,
    Dios te guarde, que así tomas,
    como sabia mi consejo.

    Mas di, ¿no adoras y aprecias
    la morcilla ilustre y rica?
    ¡Cómo la traidora pica;
    tal debe tener de especias!

    ¡Qué llena está de piñones!
    Morcilla de cortesanos,
    y asada por esas manos
    hechas a cebar lechones.

    El corazón me revienta
    de placer; no sé de ti.
    ¿Cómo te va? Yo, por mí,
    sospecho que estás contenta.

    Alegre estoy, vive Dios:
    mas oye un punto sutil:
    ¿no pusiste allí un candil?
    ¿Cómo me parecen dos?

    Pero son preguntas viles;
    ya sé lo que puede ser:
    con este negro beber
    se acrecientan los candiles.

    Probemos lo delPichel
    alto licor celestial;
    no es el aloquillo tal,
    no tiene que ver con el.

    ¡Qué suavidad! ¡Qué clareza!
    ¡Qué rancio gusto y olor!
    ¡Qué paladar! ¡Qué color!
    ¡Todo con tanta fineza!

    Mas el queso sale a plaza
    la moradilla va entrando,
    y ambos vienen preguntando
    por el pichel y la taza.

    Prueba el queso, que es extremo,
    el de Pinto no le iguala;
    pues la aceituna no es mala
    bien puedes bogar su remo.

    Haz, pues, Inés, lo que sueles,
    daca de la bota llena
    seis tragos; hecha es la cena,
    levántese los manteles.

    Ya que, Inés, hemos cenado
    tan bien y con tanto gusto,
    parece que será justo
    volver al cuento pasado.

    Pues sabrás, Inés hermana,
    que el portugués cayó enfermo...
    Las once dan, yo me duermo;
    quédese para mañana.
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado julio 2011
    Burla de la vida

    La vida empieza entre lágrimas y caca,
    luego viene la mu, con mama y coco,
    síguense las viruelas, baba y moco,
    y luego llega el trompo y la matraca.

    En creciendo, la amiga y la sonsaca;
    en ella embiste el apetito loco;
    en subiendo a mancebo, todo es poco,
    y después la intención peca en bellaca.

    Llega a ser hombre, y todo lo trabuca;
    soltero sigue toda perendeca;
    casado se convierte en mala cuca.

    Viejo encanece, arrúgase y se seca;
    llega la muerte, y todo lo bazuca,
    y lo que deja paga, y lo que peca.

    Francisco de Quevedo
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