Paz
La belleza de las cosas está en su simpleza. Como un día normal puede estar lleno de paz, y como el siguiente puede ser una afrenta. La oscuridad es profusa por momentos, a veces la luz es difusa, las penas más penosas y el dolor más inmenso. Pero qué difícil es la paz. La mente atareada en cualquier cosa, pensando en la divinidad, la osadía, el miedo, la hedonía, las cantidades, el amor, el odio, la ira, la envidia, la sobervia, la sabiduría, la paz. Pero qué difícil es la última.
Para estar en paz, sé feliz. Sumérjete en los sitios donde nada la altere, aquí, allá, todo está en la mente, y así el espíritu se regocijará. Luego aprende a perdonar. Ayúdate a ti mismo, y luego ayuda a los demás, pero debes saber que si eres visto como diferente, intolerable, una amenaza; les será difícil aceptar. Y no los culpes entonces, pide perdón por engendrarles ira, malestar, envidia, pero no desistas en enseñarles las cosas esenciales de la espiritualidad. Intenta, intenta, intenta, no te rindas. Y deja de buscar el beneficio propio, sólo entonces lo podrás lograr. No es algo que todos quieran acatar, pues no es un deber, es pura voluntad.
Hazlo de corazón, hazles ver que no es justo su actuar, que no tiene razón de ser, que nada ganan con ello, y a pesar de todo perdónalos y pideles perdón. Pero no manipules, enseña. Y para ello predicar con el ejemplo, pero con firmeza, sin dejarse avasallar, no buscando ganar, porque de eso no se trata la justicia. Da, sé fiel, y recibirás.
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