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La Faraona Morocha

Alejandra Correas VázquezAlejandra Correas Vázquez Gonzalo de Berceo s.XIII
editado junio 2010 en Histórica
La Faraona Morocha
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Nunca fue reina del Nilo mientras vivía su marido, Amenofis II... pero ella convirtióse en la reina de Egipto (con muchísima trascendencia política) en cuanto coronaron a su hijo Tuthmosis IV, como faraón.

Esta fue la Reina Tihi, quien tenía sobre su hijo una influencia decisiva.

Tihi era sin duda una pieza clave en el rompecabezas heliopolitano. Uno de los elementos vitales con que contó Heliópolis en aquella oportunidad, para decidir la política a seguir. No era la esposa oficial de Amenofis II, sino una esposa secundaria y por lo tanto, no se hallaba al lado del padre de su hijo en las ceremonias faraónicas.

No fue retratada en aquel tiempo como una reina, pero lo sería en abundancia más adelante y aún más, junto a su hijo, sentados ambos en el trono, como si lo compartieran. Sitial del que ella no iba a separarse más de aquí en adelante. Tanto por el papel destacado que tocóle a su hijo (renovador con una nueva política de inspiración pacifista), como por el prestigio que alcanzaría su futuro nieto, a quien todos iban a recordar como Amenofis III “El Magnífico”.

Ella que era una princesa menfita, desplazada en el norte y casi olvidada, tuvo más tarde su momento de oro, su tiempo de esplendor. Todo hace pensar que se lo había ganado por talento propio, y que tenía una gran presencia social, bien merecida donde lució su belleza.

La reina Tihi era de una evidente prestancia y fuerte personalidad. Destácase su rostro sobrio y clásico, muy egipcio, altivo y bello pero severo. Muchos cineastas se han inspirado en su rostro para delinear a Cleopatra en sus películas. ¡Craso error! Cleopatra era una rubia macedonia muy blanca y de ojos claros. Pertenecía a la misma etnia racial que Alejandro de quien su antepasado Ptolomeo fuera uno de sus capitanes.

En este caso, Tihi y Tuthmosis, Madre e hijo juntos y a la par, se parecen como dos gotas de agua. Pero ella emite mayor fortaleza y nos hace advertir con claridad que ella tuvo gran participación en el proceso político programado por Heliópolis.

Su cuerpo, aunque levemente más bajo que el de su hijo, sin ser musculoso irradia fuerza. No es sin embargo del tipo matronil de las romanas, ni el atlético de mujeres cretenses o espartanas, sino una curiosa estructura de mujer firme, bien conformada, con una clara tipología de mujer racional, intelectual, dentro de cánones clásicos egipcios bien proporcionados, con expresión de vigor. Nos recuerda a muchas universitarias de nuestra época, porque no resalta femeneidad, pero sí belleza de mujer.

Era una mujer esplendorosa y vivió con holgura en la corte tebana, a la que trans­formaría abiertamente. Su llegada a la gran capital del sur en el Alto Egipto, produjo un cambio absoluto en el papel de la mujer, que estuvo minimizada durante los reinos bélicos de su marido y su suegro.

Se sabe que donde hay guerra la mujer retrocede, como aconteció en Egipto. La vida social, la vida pública, cuando es abierta, con vida civil ...le abre caminos.

Es notable la escasa constancia de datos que obtenemos sobre la existencia de mujeres y su vida diaria, durante los reinados anteriores de Tuthmosis III y Amenofis II, en contraste con la fuerte presencia que tendrán a partir de Tuthmosis IV. La política del partido tebano en este punto, era auténticamente “antifeminista”. A la inversa, con el regreso del partido heliopolitano, la situación de la mujer vuelve a ser preponderante. La desigualdad de sus planteos sobre dicho aspecto, ente Tebas y Heliópolis, era total.

Bajo los gobiernos tebanos las esposas reales están disminuidas hasta el punto de ser representadas a la altura de los pies del faraón. Si esto acontecía con la reina oficial, podemos figurarnos cuánta disminución social tenía una mujer común. Bajo los gobiernos heliopolitanos las mujeres tienen el mismo derecho a la igualdad, en cuanto a dimensiones esculturales, que los hombres. Por ende socialmente prosperaba.

Tihi es la figura de mujer que más se destaca en este periodo, como también el único pariente de Tuthmosis IV que se hace visible dentro de aquel gobierno. No cabe duda de que se trataba de una mujer muy culta, educada sin duda en el sistema heliopolitano y hallábase relacionada a todas luces, con las propuestas artísticas del momento. Debió participar como mecenas, puesto que fue modelo favorita de los escultores.

Cuando son representados los dos, madre e hijo, sentados a la par, vemos que el muchacho dueño del mundo, el Faraón, pasa la mano sobre los hombros de su madre en cálido ademán. Escena familiar donde podemos a tanta distancia de nosotros, luego de los milenios, penetrar en el mundo diario de esa corte faraónica. Como una foto de familia que nada esconde.

Se ayuda con ello a la propuesta de naturalidad en el planteo del “retrato”, que contrapone con el “ideal” artístico anterior, donde todos los rostros son iguales, incluidos los dioses. Aquí hay una captación de la realidad y su aporte inicial, de lo que llegará a ser un gran movimiento en el futuro. Tiene matices de encanto como todo proyecto nuevo. Es una propuesta que recién se inicia y por tanto es casi cándida, casi ingenua.

Se ha dicho que el arte de este período goza de un “refinado esplendor” (frase de Kurt Lange) y podemos comprobarlo en el abandono de la tradición rígida y del dogmatismo artístico. Comienzan a aparecer los cromatismos y los juegos plásticos con la sugerencia expresiva de los personajes. Y muchos de los rasgos del “nuevo naturalismo” (palabras de Wilson) fueron ya diagramados en esta época, donde todo nace. Se siembra para los que están por venir, con una fuerza que se atisba por el horizonte. Para ellos es esta semilla.

Por el esplendor que la rodeaba, su refinamiento, su garbo, su bello cuerpo, debemos pensar que Amenofis II (como buen paladín de proezas físicas) se cautivó con ella, con la princesa menfita Tihi, durante su estadía en Menfis la capital del norte. Y no es peregrino pensar que también tuvo por ella, de parte suya, una pasión de hombre vigoroso y vital, tal como este faraón tan polémico, reflejó ser siempre. Tihi como mujer tenía todas las cualidades para despertar pasiones masculinas. Tanto como fue amada por su hijo en una forma tierna y sin par, muy evidente.

Cuando llega a Faraón Tuthmosis IV a los dieciocho años, su madre Tihi debía tener a lo más treinta y tres años. Era hermosa y cautivaba a los artistas. A los políticos. Al escenario egipcio de su época.


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Alejandra Correas Vázquez
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