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MUÑECA (en construcción)

José VelascoJosé Velasco Banned
editado noviembre 2010 en Taller de Prosa
MUÑECA
¿Dónde caen las promesas
al paso del día a día?
Tocadas por la tristeza,
¿serán la melancolía?

«Dejamos la infancia cuando aprendemos a recordar»: fueron las últimas palabras que escucharían de ella. En aquel elegante penthouse de trescientos ochenta metros de construcción, mobiliario de teca y setenta metros de terraza enmarcados por petunias. Celebraba su cumpleaños número cuarenta y tres.

La noche había caído y lucía, al momento de su discurso como homenajeada, su velo más frívolo. La neblina borraba toda actividad humana, el frío empañaba las ventanas. Desde el decimocuarto piso en las laderas residenciales del Pichincha se vislumbraban las luces de las avenidas importantes y el tintilineo multicolor de la zona rosa. Una fotografía perfecta –pensó. Sin las casuchas de adobe ni la bulla que se levanta con el sol. Como una alfombra de nubes para posar los pies desnudos y buscar rincones místicos.

Ahora su cuerpo sobre la acera traicionaba la imagen de quien en vida fue una de las ejecutivas más representativas de la urbe quiteña. La sangre se había acumulado alrededor de la cabeza, convirtiendo su cabellera, otrora habituée de las portadas de moda, en una mata de pelos empastada con escarlata al cemento. Impresión sórdida que nada hacía referencia a sus frecuentes momentos de sensibilidad por los detalles estéticos; amaba las artes y dedicaba mucho de su tiempo a promoverlas, especialmente la escultura y el teatro. Gustaba de los diálogos sutiles, las emociones intensas y la armonía en las formas. También era guapa.

Pilla, como la llamaban sus amistades, y posteriormente la prensa de farándula, se dio a conocer públicamente veinticinco años atrás, cuando impulsada por sus compañeros de facultad se postuló al concurso de Reina de Quito. Fue ganadora indiscutida: a las facciones perfectamente delineadas acompañaban gestos espontáneos. En ese entonces todavía no tomaba plena consciencia del poder de su sensualidad y se limitaba a responder con ideas claras, no elaboradas. Su mayor temor habría sido pasar por tonta. La aseguró su padre aconsejándole que diga siempre lo que piensa.

Nunca se comprometió, aunque si llegó a estar muy enamorada. A los catorce, de su profesor de matemáticas; después a los quince, de su compañero de aula, Daniel, por sus ojos color aceituna. Mas fue en la facultad que conoció a Fabián; no hesitaba por conveniencia y eso la conquistó. Desde aquella primera madrugada inacabada supo que se habría casado con él sin pensarlo dos veces. Pero Fabián las abandonó, cuando no quiso comprender sus responsabilidades como efigie del cabildo, porque fue él quien las convenció para presentarse como candidata.

Diez años más tarde Fabián y Pilla se encontraron en uno de los salones de La Casa de la Cultura Ecuatoriana, un amigo mutuo exponía su obra. Se saludaron y fue presentada la esposa de Fabián. Pilla no la resistió; tan desaliñada, tan sumisa, tan amable: - una mujer sin carácter -le susurró Piedad al oído, y bajó la mirada para no delatar sus pensamientos. Semanas después Piedad y Fabián se volvieron amantes. Se citaron en la librería de clásicos extranjeros de La Mariscal, se sentaron en la cafetería cruzando la calle y conversaron hasta que el propietario les anunció que iba a cerrar. Juntos partieron en el mismo coche, Pilla conducía. La noche siguiente Piedad compró bocadillos de dulce, de esos que tanto le gustaban a Fabián. Él apareció portando entre sus manos una maceta de plástico con una petunia en el centro.
Soliloquio de egos.

A través del vitral de las nostalgias, mil reflejos: lloro y me veo; detrás de un tumulto de sueños, se van extinguiendo las razones que justifiquen un beso. Recurrente matutino de olores olvidados, el mismo vestir, monotonía rebelde y caminar. Tantas cosas se han dicho del amor; tantas cosas que presiento y no comprendo. Un dormitorio, una cama, sala, comedor y cocina; no más largo que un salario: un mundo. Hablas, hablas, o dejas de hablar. Escucho, lo que puedo. Soliloquio de ecos y silencios que hieren el tiempo. Aún te amo, por completo; tantas cosas que siento y no comprendo. Y en ellas nos perdemos.
Llegamos desalmados. El desarreglo nos delata. No alcanzan la mascarada ni las historias de fantasía. Protagonistas, no bellos, complejos. ¿Villanos?... Difícil tamizar lo bueno de lo malo. Entonces, al dilema, sintaxis emocional en adjetivos a contraportada. No seremos héroes.

Si alguna necesidad tuvieron en común Piedad y Pilla, fue la compañía de Fabián. Mas ninguna quiso comprender las responsabilidades del velado. Finalmente, como una pieza de teatro que se reinterpreta, el acto se repitió sin prisas ni explicaciones. En septiembre cumplirían cuatro años de su segundo rompimiento.

Comentarios

  • VeritoZVeritoZ Anónimo s.XI
    editado noviembre 2010
    Hola Jose!, te leo de nuevo despues de algun tiempo, y que placer devuelven tus palabras!!!!. Seguis escribiendo maravillosamente!
    te mando un saludo.
    (beloved)
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